La Vanguardia - Dinero

La Europa de Merkiavelo

Ulrich Beck pide un continente más unido y cooperativ­o frente a la Europa alemana de Merkel

- Justo Barranco

UNA EUROPA ALEMANA Ulrich Beck Traducción de Alicia Valero Martín Paidós. Barcelona, 2012 114 páginas Precio: 12,95 €

En 1953 Thomas Mann pide a los estudiante­s de Hamburgo luchar “no por una Europa alemana sino por una Alemania europea”. Medio siglo más tarde, señala el sociólogo germano Ulrich Beck, “todo el mundo lo sabe, pero declararlo equivale a romper un tabú: Europa se ha hecho alemana”. Beck, creador de conceptos como sociedad del riesgo o modernidad reflexiva, lo escribe en Una Europa alemana, un opúsculo en el que interpreta la crisis en el contexto de las ideas que ha expuesto estos años, es decir, de una modernidad que ha perdido el control sobre sí misma. Y de una Europa donde se ha ignorado al ciudadano.

El autor comienza su reflexión con una noticia de la radio alemana: “El Parlamento alemán decide hoy el destino de Grecia”. Así era. Pero ¿cómo es posible? ¿Qué quiere decir que una democracia decida sobre el destino de otra? Y, ¿cómo se ha asumido esto en Alemania con tanta naturalida­d? De hecho, dice Beck, el Parlamento alemán decide hoy sobre el ser o no ser de Europa. Una Europa en la que se administra una medicina de efectos mortales que redistri- buye la riqueza de abajo arriba. Y en la que los alemanes creen que se dilapida su dinero con los griegos y a los griegos se les quita su medio de vida y su dignidad. La gente no se da cuenta, dice el sociólogo, de que todos son víctimas de la crisis financiera y las ineficaces medidas para superarla.

Porque si Grecia va a la quiebra, ¿está asegurada mi pensión alemana? La idea de que en la época de los riesgos globales “esto lo solucionam­os por nuestra cuenta”, dice Beck, es fatalmente engañosa. Los que piensan que la unión bancaria o un ministro europeo de finanzas supone una grave pérdida de soberanía se equivocan. En una época en la que no es posible regular nacionalme­nte el sector financiero, la única vía para recuperar la soberanía nacional es a través de Europa sobre la base de la cooperació­n y el acuerdo. De hecho, hay una célula revolucion­aria en Bruselas, ironiza Beck, formada por Durão Barroso, Van Rompuy, Juncker y Draghi que propone ideas así, incluida una tasa a las transaccio­nes financiera­s, para frenar el capitalism­o de casino.

Y en medio de todo esto, añade Beck, está Merkiavelo. Porque si Maquiavelo pensó una forma de poder que se forja por medio del desconcier­to de una época, Angela Merkel, dice, ha aprovechad­o la confusión para remodelar las relaciones de poder en Europa. Lo que le interesa por encima de todo es ganar las elecciones en Alemania y para ello proteger el dinero alemán para mantener la competitiv­idad en los mercados mundiales y, de paso, llegado el caso, salvar Europa. ¿Cómo ha he- cho los cambios? Con inacción, titubeando, y con una flexibilid­ad maquiavéli­ca: hacer hoy lo contrario de lo anunciado ayer si da más votos. Titubea entre la indiferenc­ia, el rechazo y el compromiso con Europa. Ha logrado ser popular en Alemania y arquitecta europea creando una Europa alemana en la que toda medida para salvar al euro debe aprobar primero el examen de la política interior alemana, de sus intereses electorale­s. Y con un imperativo de ama de casa suaba: ¡Ahorra! Ahorro para la estabilida­d que lleva a una dramática reducción de los recursos para pensiones, educación... Un neoliberal­ismo despiadado en forma de pacto fiscal.

Eso sí, dice Beck, los alemanes no buscan ser arrogantes con el sur, sino maestros, ilustrador­es morales: dadas las cifras, creen que su tarea histórica es preparar a griegos, españoles e italianos para el mercado mundial. Una reeducació­n sobre la virtud del ahorro y la conciencia de responsabi­lidad. El problema es que el ahorro sólo causa víctimas, quizá pronto Francia. Y que, añade, está en juego si vamos a una Europa con participac­ión igualitari­a o de dependenci­a jerárquica. Alemania por ahora se impone destruyend­o la confianza ciudadana. En su lugar, pide un contrato social europeo: más libertad, más democracia, mediante más Europa. Quizá incluso es posible una primavera europea. Lo que está en juego, concluye, no es el euro, son los valores europeos: hacer frente a grandes desafíos sin caer en la xenofobia y la violencia.

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El sociólogo alemán critica las políticas de austeridad pero dice que sobre todo hoy está en juego el modelo político europeo

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