Ojo, los bancos suizos ya no te guardan el secreto
Berna se rinde a la presión diplomática internacional y comunica a los inversores extranjeros que desvelará sus nombres si el fisco se lo pide
Cuántos cambios trajo al mundo el 11-S en Nueva York! Desde el 2001, ya se tiene por cierto que cualquier escenario –cualquier capital de estado estadounidense– es vulnerable. De forma penosa pero ineludible, ha cobrado forma la guerra de las civilizaciones. Proliferan las cámaras de vigilancia y se han multiplicado los controles en las salas de embarque, donde se hurga en neceseres, botines y pastas de dientes. Se plantea la posibilidad de implantar escáneres humanos en los principales aeropuertos europeos y estadounidenses. Desde el 11-S, mover el dinero de un lugar a otro del mundo, con la intención de ocultarlo al fisco, simplemente, se antoja una temeridad.
Tan pronto como los investigadores colocaban a Osama bin Laden en el punto de mira, se supo que Al Qaeda, su tentáculo terrorista, manejaba y ocultaba su dinero a través de paraísos fiscales. Aprovechándose de la cualidad opaca de estos escenarios, y de su baja (o nula) tasa impositiva, Al Qaeda canalizaba un capital extraordinario desde un sultanato hasta una isla caribeña, sin que nadie fuera capaz de detectarlo. Así, como un fantasma, la organización había ido creciendo entre las sombras.
“El 11-S abrió la puerta a otro escenario –dicen a la par los economistas Jordi Bech y Sebastián Piedra, del despacho de abogados y asesores tributarios JGBR Crowe Horwath–. Debía ponerse coto a los paraísos fiscales. A partir de entonces, se intensificó la lucha contra el fraude fiscal”.
En todo este tiempo, Estados Unidos, la primera economía mundial, ha liderado tamaña lucha. “Se trata del país más desarrollado en técnicas fiscales”, apunta Esteban Raventós, socio director de Baker & McKenzie Abogados. Presionados por Estados Unidos, decenas de países –España entre ellos– han suscrito centenares de convenios bilaterales de intercambio de información financiera.
Suiza también se ha visto apremiada, en especial tras el caso UBS (en el 2009, las autoridades fiscales estadounidenses exigieron al banco helvético que revelara los titulares de 52.000 cuentas). Desde entonces, Washington, París, Berlín y la OCDE han puesto a Berna contra las cuerdas, hasta llegar a amenazarla
Suiza y España modificarán su protocolo financiero: habrá un mutuo intercambio de datos
con incluirla en la lista negra de paraísos fiscales.
Hoy, muchos analistas aseguran que Suiza ha perdido la batalla del secreto bancario. Lo hacen basándose en una certeza: en la actualidad, si un cliente extranjero desea abrir una cuenta en un banco de Zurich o Ginebra, primero debe contestar un abanico de preguntas, diseñadas en for- ma de casillas. “Entre otras, hay una cuestión muy comprometedora –apunta Piedra–. El banco suizo pregunta a su nuevo cliente: ‘¿tiene inconveniente en que informemos al fisco de su país si nos pide sus datos?’. Si el inversor se niega, entonces el banco suizo se reserva el derecho de admisión”.
En términos legales, la adopción del formato de intercambio de información financiera elaborado por la OCDE –endurecido en el pasado mes de julio– ha roto la resistencia suiza. Berna ya ha acordado veinte convenios bilaterales: no está obligada a destapar el nombre de sus clientes, “pero sí a revelar los comportamientos inapropiados”, ha dicho Michael Ambühl, su secretario de Estado de Cuestiones Financieras Internacionales.
En ese escenario, y en la medida de lo posible, Suiza trata de preservar su status quo. “Lo hace a través de los acuerdos Rubik –dice Piedra–: se trata de un mecanismo de compensación fiscal para calmar al país de origen. Sui- za se compromete a gravar al cliente extranjero tal y como lo haría en su país de origen –y ese tributo, de hecho, regresa al lugar de origen–, y a cambio se reserva el derecho a opacar el nombre de ese cliente”.
En el 2007, Austria y Gran Bretaña aceptaron esa propuesta de intercambio Rubik, una fórmula
El cerco se ha ido estrechando desde el 11-S en Nueva York, al descubrirse que Al Qaeda movía su dinero
que entrará en vigor a partir del próximo 1 de enero. Alemania la rechazó hace nueve días. Considera que la retención fiscal (de entre un 20% y un 41%) es un premio al defraudador. “Le facilita demasiado las cosas a ese defraudador, cuando lo que se pretende es que Suiza publicite su nombre”, dice Piedra.
En el caso español, el nuevo es-
tado cambiará muchas cosas, sobre todo ahora, al vencimiento de la amnistía fiscal. España y Suiza negocian un nuevo convenio de intercambio de información financiera: el viejo protocolo para evitar la doble imposición que Suiza y la España de Franco habían firmado en 1966 –parcialmente modificado en junio del 2006– puede pasar a la historia.
“De hecho, incluso antes de que se firme el nuevo convenio, los bancos suizos ya están exigiendo a sus futuros clientes españoles que hagan un esfuerzo por regularizar su situación fi-
“Hace cinco años, mis clientes no me creían cuando les proponía que regularizaran su dinero”, dice un asesor
nanciera”, apunta Jordi Bech.
“Hasta ahora –sigue Bech–, los bancos suizos sólo ofrecían la información previo requerimiento de la administración española, y siempre que se hubiera abierto una investigación penal. Ahora, el Ministerio de Hacienda español avanza en los requerimientos masivos. Y Suiza está obedeciendo de forma muy estricta”.
Raventós dice que la situación se veía venir. “Nosotros tenemos oficinas en Ginebra y en Zurich –dice Raventós–. Y hace cinco años, en Suiza, cuando organizaba seminarios con mis clientes financieros y les presionaba para que regularizaran sus cuentas, me miraban escépticos. Me contestaban que estaba demasiado sensibilizado con el asunto. Algunos siguieron mis instrucciones. Otros pensaban que, si obligaban a sus clientes a regularizarse, el dinero volaría de vuelta a España. Así que no lo hicieron. Estos se quedaron atrás. Y ahora, cuando el proceso de regularización se ha acelerado hasta volverse irreversible, tienen prisa...”.
La deriva implica una realidad: la transparencia es un fenómeno mundial, consecuencia de la evolución de la tecnología. Hoy, la presentación de impues-
En el nuevo escenario, y en la medida de lo posible, Suiza trata de preservar su statu quo
tos es telemática. Detrás de cada revisión hay un robot, recuerda Raventós: “Una máquina que da el aviso tan pronto como detecte cualquier irregularidad. Ahora, el asunto ya no está en manos de un funcionario, alguien que podría despistarse y obviar un delito fiscal. Todo aquel que no regularice su situación se está comportando de forma imprudente”.