Muy indulgentes ante el pecado
Desde 1973, Roma ha aprobado múltiples condonaciones para los contribuyentes irregulares
En la católica y papista Italia, a los numerosos pecados les siguen otras tantas indulgencias. Forma parte de la cultura. El fraude tributario es uno de los peores vicios nacionales. Pero, en la historia reciente, los pecadores fiscales tuvieron múltiples oportunidades de confesión y perdón. Se usó y abusó del instrumento de las amnistías, que muchos ven como un incentivo a burlar la ley.
En Italia ha habido todo tipo de condonaciones a beneficio de contribuyentes irregulares. Desde las amnistías fiscales clásicas, para quienes ocultaron ingresos a Hacienda, a algunas muy específicas para aquellos que poseían activos no declarados en el extranjero, o las llamadas “condonaciones inmobiliarias” –muy importantes por volumen– para regularizar viviendas y otras construcciones levantadas de forma ilegal, que ni siguiera figuraban en el catastro y por las que no se devengaban tasas ni impuestos.
El primer condono fiscal del que se tiene noticia se produjo en el lejano 1973. Gobernaba Italia el democristiano Mariano Rumor. Eran tiempos convulsos, en plena crisis del petróleo por la reacción árabe contra Israel y sus aliados. Italia, en fase de estancamiento después de su prodigioso milagro tras la II Guerra Mundial, tenía un problema de liquidez. La iniciativa de Rumor fue un éxito.
Tres años más tarde, siendo primer ministro Giulio Andreotti y con un Partido Comunista Italiano (PCI) en la cima de su potencia electoral, el gobierno italiano se inventó la condonación monetaria, una amnistía para recuperar divisas evadidas al extranjero. Los resultados de la operación fueron modestos.
Mejor suerte corrió un nuevo perdón decretado en 1982, el año en que Italia ganó el Mundial de fútbol celebrado en España. Lo decidió el breve ejecutivo que presidió el republicano Giovanni Spadolini. Se recaudó más de lo esperado: 11 billones de liras de la época (más de 5.000 millones de euros al cambio actual).
En 1985, cuando ocupaba el palacio Chigi el socialista Bettino Craxi, al frente del célebre pentapartito, el Parlamento italiano aprobó una gran amnistía inmobiliaria para regularizar los edificios construidos hasta 13 años antes. Los ingresos fueron altos, pero la oposición criticó la medida con dureza con el argumento de siempre: un perdón tan generoso no propicia actitudes virtuosas.
En 1989, el año que cayó el muro de Berlín, los gabinetes de los democristianos De Mita y Andreotti lograron el récord de las amnistías: cuatro en total, que volvieron a afectar a los inmuebles de construcción salvaje, los tributos en general y hasta las tasas de la recogida de basuras.
Los años noventa del siglo pasado volvieron a ver condonaciones, de nuevo con el democristiano Andreotti como primer ministro, en 1991, y con el tecnócrata Lamberto Dini, en 1995.
Los gobiernos de centroizquierda posteriores no decretaron ninguna amnistía. Hubo que esperar a Silvio Berlusconi, en el 2003: otro doble perdón, inmobiliario y fiscal. Al ministro de Economía, Giulio Tremonti, le reprocharon haber traicionado sus propias opiniones. Años antes había dicho que las amnistías fiscales
Según Giulio Tremonti, en Sudamérica hacían amnistías fiscales tras los golpes y en Italia antes de las elecciones
“las hacen en Sudamérica después de los golpes de Estado y en Italia antes de las elecciones”, y las calificó una forma de tasación “fuera de la ley”.
La última condonación, bajo Berlusconi, ya en plena crisis, en el 2009, fue el escudo fiscal, para lograr la repatriación de capitales evadidos al exterior, previo pago de una multa del 5% sobre la cantidad defraudada.