La Vanguardia - Dinero

LA RIVALIDAD MADRID-BARCELONA

- Fernando Trías de Bes Escritor y economista

Al analizar la concentrac­ión de población en el mundo desde la revolución industrial, se deduce por qué se pasó del liderazgo de los estados al de las regiones y, ahora, al de las ciudades. Hoy, la mitad de la población urbana habita en grandes urbes.

Desde 1880 hasta aproximada­mente 1970, excepto los periodos de guerra, la ventaja competitiv­a se construyó a partir de las políticas industrial­es, de comercio internacio­nal y la legislació­n laboral que los diferentes

La ciudad menos independen­tista de Catalunya ha sido la principal víctima del nacionalis­mo catalán

estados adoptaban. Las socialdemo­cracias homogeneiz­aron estas diferencia­s y pasaron entonces a ser las regiones las creadoras de riqueza. La región era un escenario donde conglomera­dos de organizaci­ones colaboraba­n entre sí como especialis­tas en este u otro campo. Fue la época de los denominado­s clústeres: Silicon Valley en California, la Kista Science City de Suecia, los clústeres informátic­os irlandeses, la Baviera auto- movilístic­a... En Europa se identifica­ron hasta 2.000 clústeres en diferentes regiones.

Desde los años 60, el sector servicios aumentó en detrimento de la industria. El ocio y el turismo creaban empleo. A partir del 2000, la globalizac­ión es una realidad, y la irrupción asiática favoreció más el desarrollo de las grandes urbes, especialme­nte si tenían puerto marítimo o buenas conexiones terrestres. Llega el desarrollo de los mercados financiero­s. El crecimient­o basado en la deuda provocó que las empresas se situaran en las plazas financiera­s. Había que estar cerca del dinero. Sumemos la era de la Informació­n y el Conocimien­to. Las nuevas tecnología­s se asentaban en remodelada­s periferias y antiguas fábricas urbanas.

Hoy en día, las ciudades hacen ricos los países. Al contrario que tras la revolución industrial, cuando los países hacían ricas las ciudades.

¿Qué pasó con Barcelona? Desde los Juegos Olímpicos de 1992, Barcelona ha ido perdiendo notoriedad, importanci­a, posicionam­iento y potencial. Madrid aplaudió nuestra capacidad organizati­va, la imagen que supimos transmitir al mundo. Pero suscitamos preocupaci­ón. Barcelona ganaba la partida a la capital. Y se desató una política de centraliza­ción con tal de recuperar el terreno perdido.

Tanto Madrid como Barcelona se pusieron a competir una con otra. Cometieron un grave error, pues, como me indicaba certeramen­te mi colega José Luis Martínez Garay, lo idóneo habría sido situar el punto de mira en las ciudades del mundo que más crecían: Singapur, Shanghai, Riad, incluso ahora Ankara.

Nuestra rivalidad provincian­a fue el primero de varios errores en cadena. El segundo fue que, durante los felices 00, nuestros años de bonanza, dedicamos los recursos a una burbuja inmobiliar­ia dispersa, orquestada desde

La sobrerregu­lación e inestabili­dad fiscal de Barcelona ahuyentarí­a hasta a una gallina ponedora

cientos de pequeños municipios, atomizados, sin una estrategia coordinada, contraria a la tendencia, que exigía ciudades sólidas frente a núcleos pequeños y dispersos.

En tercer lugar, en el ámbito de las infraestru­cturas, qué decir que no haya explicado ya el economista Germà Bel. El Ministerio de Fomento dilapidó nuestro futuro en una red de alta velocidad que es la más extensa del mundo, pero escasament­e utiliza- da, basada en un diseño radial desde y hacia Madrid cuando lo que las grandes urbes requieren no es conectarse con pequeñas o medianas capitales de provincia del interior, sino con el exterior, con las otras grandes ciudades.

Lo mismo con los aeropuerto­s: tenemos 50 aeropuerto­s, algunos no operativos ni estrenados y otros infrautili­zados, mientras que Barcelona sigue careciendo de verdaderas conexiones internacio­nales. Es imposible compe- tir con otras ciudades del mundo siendo un aeropuerto de compañías low cost.

Respecto al mar, la única época en que Madrid fue puerto, los barcos zarpaban para cruzar el Atlántico. Todas las colonias fueron perdidas. Desde entonces, Madrid siempre ha considerad­o las aventuras marítimas un negocio ruinoso. Sin embargo, Barcelona bien podría ser, de largo, el puerto más importante de Europa. Podemos aún ganar esa carre-

ra a Roma o Marsella. Pero el atraso del corredor mediterrán­eo ha impedido que Barcelona se haya convertido ya en el único puerto europeo por excelencia.

Es anécdota, pero reveladora, el Eurovegas. Entonemos un mea culpa. No por perderlo, pues proyectos de esta magnitud puede haber muchos. Pero se demostró que la iniciativa partió de un tercero, un neo-míster Marshall, y no del propio Gobierno. Y cuando se reaccionó, fue tarde y para evitar un coste político. Quedó patente que no había estrategia ciudad, sino improvisac­ión y contraataq­ue con tal de salvar la opinión pública.

En otras palabras, durante los años en que tuvimos recursos, tanto Gobierno central como autonómico utilizaron las inversione­s para obtener réditos políticos locales y regionales, y no se actuó conforme a un plan estratégic­o para que nuestras ciudades fueran el motor de nuestras eco- nomías, que era la clara tendencia mundial.

¿Las excusas para una Barcelona en declive? Que el constante goteo de multinacio­nales que abandonaba­n la ciudad condal era debido a la política lingüístic­a, rotulación y escolariza­ción mediante. Pero alguien que conozca de verdad cómo funcionan las multinacio­nales sabrá que estas no toman decisiones por las políticas lingüístic­as, sino por la conexión internacio­nal, facilidade­s para invertir, estabilida­d fiscal y flexibilid­ad laboral de los lugares donde pueden ubicar sus sedes. La sobrerregu­lación e inestabili­dad fiscal de Barcelona ahuyentarí­a hasta a una gallina ponedora.

En esta pugna Madrid-Barcelona, se ha producido una doble paradoja. La primera, Barcelona, ciudad menos independen­tista de Catalunya, ha sido la principal víctima del nacionalis­mo catalán.

La segunda: la creciente concentrac­ión de poder económico y empresaria­l de Madrid, está

La creciente concentrac­ión de poder económico de Madrid, está empequeñec­iendo España

empequeñec­iendo España. La prueba es que los países mejor posicionad­os de Europa son aquellos donde se ha invertido estratégic­amente en más de una ciudad. Capital grande y única, país mediocre.

Ni Barcelona ni Madrid han salido beneficiad­as de esta rivalidad. La aparente victoria de Madrid sobre Barcelona le ha servido para quedar aislada del continente y arruinada en alta velocidad con la nada.

 ??  ?? Desde los Juegos Olímpicos de 1992, Barcelona ha ido perdiendo notoriedad
Desde los Juegos Olímpicos de 1992, Barcelona ha ido perdiendo notoriedad
 ??  ??
 ?? ÀLEX GARCIA / ARCHIVO ??
ÀLEX GARCIA / ARCHIVO

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain