BANCA VALENCIANA: SE ACABÓ LO QUE SE DABA
Escribió Schumpeter que para comprender la situación de una economía no es suficiente su pasado: es necesario analizar la situación anterior considerada en su conjunto. Su afirmación es útil para analizar el desastre financiero en la actual Comunidad Valenciana.
La compra por Caixa Bank del Banco de Valencia, por un euro y 5.500 millones de ayudas, cierra uno de los capítulos más lamentables de su historia económica. En pocos años, la entidad ha pasado de tener dos grupos financieros entre los diez primeros de España (Bancaja y CAM) a nada. No sola. Porque esta transformación, condensada en los cinco meses que van desde la intervención de CAM a finales de julio del 2011 a la del Banco de Valencia en noviembre, ha sido consecuencia de una catastrófica gestión.
Un cálculo rápido de Joaquín Maudos muestra que reflotar a los tres (CAM, Banco de Valencia y Bancaja) ha requerido, al menos, 19.285 millones, equivalente a la mitad del rescate bancario de la Unión Europea. No es todo. Si la CAM fue para el anterior gobernador del Banco de España “lo peor de lo peor”, esta semana el administrador provisional del Banco de Valencia ha declarado “sentir vergüenza por la falta de preparación de algunos de los miembros de los consejos”.
¿Qué explica un desastre que ha generado un agujero patrimonial equivalente a la quinta parte del PIB autonómico? También aquí se ha hecho realidad el que, para cada problema complejo se ofrece invariablemente una solución sencilla y clara, pero equivocada. En este caso, la burbuja inmobiliaria. Como se constata en las declaraciones en sede judicial o parlamentaria de los administradores (otros ni hablan), no hay
La burbuja inmobiliaria no es suficiente para explicar el desastre del Banco de Valencia, la CAM y Bancaja
más. Los actores pretenden haber imitado en todo momento a los tres monos: ni veían, ni oían, ni decían nada.
Sin embargo, es dudoso que la burbuja sea suficiente explicación. La existencia de la gravedad es la razón por la cual los aviones se estrellan. Pero ello no permite deducir que sea la causa de los accidentes aéreos que acaban en ese resultado. La magnitud de la burbuja llevó a la construcción y actividades inmobiliarias al 22,2% del PIB regional (a precios corrientes) en el 2008, triplicando la cifra del resto de los países de la Unión Europea o de EE:UU.. Pero no fue exclusiva de la Comunidad Valenciana. Y en otras zonas no ha tenido esas consecuencias.
Una explicación complementaria es partir de la economía política clásica incluyendo, como señalara Stuart Mill, “directamente o en forma remota, la actuación de todas las causas por las que la si-
tuación de cualquier sociedad de seres humanos se hace próspera o al revés”. En tal caso, se deben considerar, al menos, dos planos –el económico y el político– y las interacciones entre ambos respecto a tres actores fundamentales: los ejecutivos, el Banco de España y los empresarios y accionistas del Banco de Valencia.
No se trata de negar, en modo alguno, la responsabilidad de los administradores, algunos profesionales del cargo de consejero. Pero las tres entidades eran gestionadas a través de amplísimas funciones delegadas en sus directores generales y presidentes. Por otro lado, en la etapa de Jaime Caruana, la concentración del riesgo inmobiliario ya superaba los límites de lo prudente, sin que por ello, se produjera ninguna nota verbal de advertencia, básicas en la hoy desaparecida reputación del Banco de España.
No parece ajeno a ello que tres miembros de su servicio de Estudios, uno subgobernador hoy, afirmaran en el 2006 que no había burbuja alguna ni, por tanto, necesidad de tomar decisiones más allá de una prudente monitorización (J. Ayuso, R. Blanco y F. Restoy, Documentos Ocasionales, BdE, N.º 0608, 2006).
En el caso de los accionistas del banco, miembros muchos de influyentes familias valencianas
La magnitud del despilfarro ha dejado la Comunidad Valenciana sin sistema financiero propio
de larga tradición, expertos hay para reflexionar sobre su comportamiento. No deja de fascinar, con todo, su miopía, explicable por su ignorancia (de la econo- mía, de la política y de la historia), que les ha llevado a perder una parte no irrelevante de sus patrimonios. Sin mencionar a los que andan envueltos en la valencianía y que, a la hora de la verdad, de forment ni un grà.
Lo indudable es que una alianza entre estos tres actores, o incluso sólo dos de ellos, hubiera dado al traste con los caprichos y delirios de grandeza de unos iluminados políticos autonómicos ¡y municipales! Esos que han hecho realidad el “estamos admirando al mundo” que tanto le gustaba repetir a Rita Barberá. Pero exactamente por lo contrario: por la magnitud del despilfarro, de la corrupción y de la mala gestión que nos han dejado sin sistema financiero propio. Para que ahora Banc Sabadell y La Caixa, con los recursos de los contribuyentes, vengan a arreglar su destrozo. Una ironía más de esta triste historia.