Primitivismo y modernidad
Manel Álvarez (San Feliu de Codines, Barcelona, 1945) se formó artísticamente en las Escuelas Profesionales Salesianas de Sarrià, llevando a cabo largas estancias en Italia, trabajando en las canteras de Carrara tras la concesión de una beca por la Fundación Pagani en 1975, donde se convirtió en un escultor especializado en las técnicas del mármol.
En sus piezas informalistas ha desarrollado un trabajo muy personal con matices decorativos que no le hacen renunciar a unas formas abstractas en las que se amalgama la potencia expresiva con una cierta poética. Álvarez plantea el dibujo en sus composiciones bidimensionales con elevados grados de virtuosismo así como en la labra de las piedras en la que queda patente la influencia de los criterios esencializadores de los escultores Constantin Brancusi y Jean Arp, distinguiéndose sus propuestas por la sobresaliente técnica manejada en su realización, además de proyectar un perpetuo instinto clasicista en el conocimiento del lenguaje formal y por la sensitiva firmeza de su sistema compositivo apegado a las normas más imaginativas.
En la actual muestra de la galería Ignacio de Lassaletta, sin obviar la categoría de su antigua expresividad, se deja seducir por las rotundas imágenes del arte africano –no es el primer artista conquistado por este tipo de creación racial– y con estas iconografías, a las que da la vuelta, consigue fusionar el primitivismo y la modernidad, la elementalidad formal del arte del continente africano con la filosofía occidental de un artista que apuesta también por la magia concentranda en estas piezas. La dualidad del discurso en la que coexisten los fundamentos de ambas culturas de las que Álvarez se siente parte.
La simplificación formal y la elaboración minuciosa son características que nos encontramos en la escultura que se elabora en los países del Sahel y a ellas suma el creador barcelonés una fulgurante ejecución que transforma estas esculturas en piezas de artesanía, siempre buscando con su labrado, en sus más recónditas vetas, el misterio que oculta la piedra si no es socavada por las manos que en su centro hallan el calor de un material aparentemente inescrutable.
Si nuestras miradas son atentas no será difícil encontrar en los ángulos y curvas de estas esculturas metáforas de una realidad intangible, que se nutren de energía y liviandad, profundidad y etereidad.