Mas, ante el dilema de soplar o absorber
El problema de Catalunya se llama 44.000 millones, que debe pagar con o sin independencia
Hacer de la necesidad virtud”. Este dicho popular podría ser la solución al difícil dilema con el que se encuentra en estos momentos el president en funciones de la Generalitat de Catalunya, Artur Mas. Ha advertido al dirigente de ERC, Oriol Junquera, que la convocatoria de un referéndum sólo será posible desde un gobierno estable. Es decir, recortes económicos y consulta popular van en el mismo paquete.
La situación creada tras el 25-N es la siguiente: quienes quieren el referéndum rechazan los recortes y los que creen que los ajustes son inevitables no quieren saber nada de la independencia de Catalunya. Entre los primeros están ERC e Iniciativa per Catalunya, entre los segundos PP y, con matices, el PSC. That is the question.
Probablemente ambas cosas son políticamente imprescindibles pero la aprobación de los presupuestos para el próximo año es prioritaria. Todo hace pensar que Catalunya cerrará el 2012 con un déficit próximo al 2,5% de su PIB. Esto supone una desviación del 1% sobre el objetivo al que se habían comprometido todas las comunidades autónomas. Para el 2013 hay que recortarlo, de acuerdo con Bruselas, en el 0,7%. Dado que el PIB catalán son unos 200.000 millones, estamos hablando de un recorte de 3.600 millones de euros.
Este dinero no se puede obtener sólo subiendo impuestos ya que su elasticidad ha tocado fon- do. Tampoco recortando inversiones, porque esta vaca ya ha sido ordeñada. Las ventas de inmuebles ya se ha visto lo poco que han dado de sí. Por tanto, no va a quedar más remedio que entrar a saco en sanidad, enseñanza, y prestaciones sociales.
A esta situación hay que añadir el vencimiento de bonos por 7.967 millones en 2013. Dado que Catalunya, como el resto de las comunidades, tiene cerrado el acceso al mercado de capitales, necesariamente tendrá que acudir al auxilio de la Administración central para evitar entrar un default que a su vez arrastraría a todo el Estado español. El auténtico problema de Catalunya se llama 44.000 millones, que es lo que debe a los inversores y que genera unos gastos financieros de 2.500 millones anuales y que tendrá que pagar con independencia o sin ella.
Por tanto, si el camino soberanista no quedó totalmente despejado al no obtener Artur Mas la mayoría excepcional que necesitaba para llevar adelante ese proyecto, la única opción que le queda es gestionar la crisis y sacar del atolladero a Catalunya. Tiene cuatro años por delante, si lo consigue nadie le tendrá en cuenta el tropezón soberanista, sobre todo si logra el pacto fiscal y un mayor respeto al catalán de acuerdo al articulo 3 de la Constitución.
Es difícil, pero es posible. El FMI fija la salida de la crisis en el 2014 y un hombre tan realista como Cristóbal Montoro asegura que “si la prima de riesgo baja a 250 puntos, el crecimiento sería exponencial porque el ajuste es más intenso de lo que parece”.
En Madrid se piensa que Catalunya se pegaría un tiro en el pie si en vez de aprovechar estos meses para situarse en la parrilla de salida pierde un tiempo precioso en un debate soberanista que, como se ha visto, divide a la sociedad. Es el momento de aplicar el famoso seny catalán. Rajoy está dispuesto a tender la mano. La condición es que CiU abandone la vía de soberanismo y retome las negociaciones para buscar el encaje de Catalunya en España a través de un pacto fiscal o como se le quiera llamar. En este escenario el PP apoyaría los presupuestos catalanes para el 2013. Los que gobiernan se necesitan.
Naturalmente, para Mas esta opción no es un plato de buen gusto. Preferiría un pacto con ERC que le garantizase celebrar el referéndum, aunque tenga que renunciar parcialmente a hacer la política económica que considera necesaria para salir de la crisis. Probablemente esto es lo que hará en una primera fase aunque sepa que no es lo que más le conviene a Catalunya. Lo lógico sería volver a la política del peix al cove en lugar de huir hacia adelante. Mas ya ha hablado con Rajoy, y Guindos está a la espera que Mas-Colell le llame. Entre los dos hay buena onda, se entienden y se respetan. Para el mundo empresarial sería un alivio.