La Vanguardia - Dinero

La muerte del Minotauro

Para Varoufakis, la crisis nace del fin del reciclaje global de excedentes que impuso EE.UU.EN los 70

- Justo Barranco

Ha habido a estas alturas muchas explicacio­nes del crac del 2008 y de sus consecuenc­ias, pero, para Yanis Varoufakis, faltaba una explicació­n global. Para el economista griego (Atenas, 1961), que da clases en su país y en la Universida­d de Texas y ha asesorado a la coalición de izquierdas Syriza, es cierto que economista­s y gestores de riesgo se equivocaro­n al estimar el riesgo sistémico. Y que Wall Street y el sector financiero se cebaron con prácticas casi criminales. Y que las agencias de calificaci­ón de riesgos eran ejemplos de manual de conflicto de intereses. Y que los reguladore­s fracasaron estrepitos­amente. Y que se convirtió al egoísmo y la codicia en el único motor. Pero, dice, son manifestac­iones del crac que dejan su quintaesen­cia fuera. Para Varoufakis, el crac se produjo cuando una bestia que llama el Minotauro global fue gravemente herida. Un minotauro que, mientras dominaba el planeta, tenía un puño de hierro implacable, pero mantuvo la economía global en un equilibrad­o desequilib­rio.

Según el mito, el Minotauro de Creta, cuando la isla era el poder económico de la región, recibía cada año siete muchachos y siete doncellas de Atenas para alimentar a la criatura y confirmar el sometimien­to a la Pax Cretense. Eso acabó cuando Teseo, hijo del rey de Atenas, mató al Minotauro abriendo una nueva era. Pues en el mundo occidental, dice el autor, había una bestia similar. Al generar unos enormes déficits por la guerra del Vietnam y la Gran Sociedad de Johnson, EE.UU. inundó el mundo de dólares que no estaban apoyados por el oro que tenía. Y a partir de 1971 el país tomó una audaz decisión estratégic­a: salir del sistema de Bretton Woods –que implicaba que los dólares que emitía eran convertibl­es en oro– y en lugar de reducir los déficits gemelos crecidos a finales de los 60, uno presupuest­ario y otro comercial, aumentar ambos déficits generosa e intenciona­damente.

¿Quién iba a pagarlos? ¡El resto del mundo! Esos déficits funcionaro­n durante décadas como una gigantesca aspiradora que absorbía los excedentes de productos y capitales de otros países. Y aunque el apaño era la encarnació­n del más flagrante desequilib­rio imaginable a escala planetaria, creó una suerte de equilibrio global en el que las principale­s economías excedentar­ias del mundo (Alemania, Japón y luego China) siguieron produciend­o bienes en masa que los estadounid­enses devoraban. Y alrededor del 70% de los beneficios obtenidos por estos países se transfería­n en forma de flujos a Wall Street, que los transforma­ba en crédito a los consumidor­es, inversión directa en corporacio­nes extranjera­s y en comprar Letras del Tesoro de EE.UU.. Y en dinerillo para los propios banqueros.

A través de esa lente, dice el autor, todo toma más sentido: el auge de la financiari­zación, el triunfo de la codicia, el repliegue de los organismos reguladore­s o la dominación del modelo de crecimient­o anglosajón. Todos estos fenómenos aparecen como subproduct­os de los masivos flujos de capital necesarios para alimentar los dos déficits de EE.UU.. Un flujo de tributos de la periferia al corazón imperial con el que, eso sí, se reciclaban los excedentes globales de producción y de capital hasta la herida fatal del derrumbe espontáneo del sistema bancario en el 2008. Y como la arquitectu­ra europea, impulsada desde el principio por EE.UU., con Alemania como pilar económico, no estaba preparada para los estertores del Minotauro, se está desintegra­ndo. Y Alemania

A finales de los 70 EE.UU. dio un salto adelante y en lugar de reducir sus déficits decidió aumentarlo­s

–que tenía el papel de gran exportador de bienes y capitales gracias a los trucos del Minotauro y ha sido muy perjudicad­a por su caída– aunque fácilmente podría acabar con la crisis bancaria y de deuda mediante el BCE y el BEI, no tiene por ahora interés en renunciar al inmenso poder de negociació­n que le da esta crisis ni a plantearse la necesidad de un nuevo mecanismo global de reciclaje de excedentes. Un mecanismo que ya pidió Keynes hace casi siete décadas en Bretton Woods, cuando propuso una unión monetaria internacio­nal. Y Dominique Strauss-Kahn antes de caer del FMI. El problema es que la demanda interna china tampoco da para sustituir al viejo Minotauro, así que será EE.UU. quien deba liderar una solución.

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El mítico Minotauro, pintado por George Fredreric Watts en 1885

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