A prueba de piratas y bandidos
Can Guardiola, una masía del siglo XVIII en Llagostera, se erigió bien pertrechada para defenderse de posibles ataques
Situada en lo alto de un promontorio, la masía Can Guardiola domina por sus cuatros costados el paisaje que la rodea. La vista se pierde en el horizonte, sin cortapisa de construcción alguna ni torre eléctrica, en la finca de 17 hectáreas donde está enclavada y en la que se alternan campos de cultivo, bosque y el jardín inmediato. Un paisaje accidentado por terreno llano, montículos y valles poco profundos.
La posición elevada de la masía respecto al terreno, sus gruesos muros y su proximidad al litoral marítimo de Sant Feliu de Guíxols hacen pensar que cuando fue erigida, en el siglo XVIII, posiblemente a partir de una construcción más antigua, sus primeros habitantes temían las razias de piratas, corsarios y salteadores de caminos. Una garita de defensa esquinada en la fachada orientada a sudeste confirma claramente este carácter defensivo.
Adquirida en el 2001, la restauración duró siete años y consistió en la eliminación de cualquier elemento extraño a su estructura originaria y la reconstrucción de las partes ruinosas con los mismos materiales hallados en el lugar y otros procedentes de derribo de otras masías antiguas catalanas.
La impecable rehabilitación contó con la aprobación del ayuntamiento de Llagostera, que la incluyó en su patrimonio arquitectónico. Una vez ganados amplios espacios en el interior, la distribución del espacio interior es muy funcional. Un vestíbulo bajo bóveda de cañón, al igual que otras estancias, separa los dos principales espacios de la zona de día. A la izquierda, un gran salón con di- versos ambientes es el principal centro de reunión para cuando hay varias personas. A la izquierda, otro salón de carácter más privado y recogido, frente a una gran chimenea, entre el comedor y la gran cocina.
En la primera planta y en torno a un sala distribuidora, cuatro grandes habitaciones con sus respectivos baños. Y en la segunda, en lo que antaño era el desván, un estudio de ensueño para dar rienda suelta a todo tipo de actividades creativas y de índole profesional.