¿Dónde va ahora Francia?
En la portada de su edición del 17 de noviembre, el semanario de culto The Economist calificaba a Francia de “bomba de relojería en el corazón de Europa”. Desde entonces, François Hollande y su Gobierno han debido ceder a las exigencias del magnate internacional del acero Lakshmi Mittal. Sin embargo, esta imposición, en lugar de fragilizar el liderato del presidente de la República y de Jean-Marc Ayrault, lo han más bien consolidado. La línea socialdemócrata ha prevalecido sobre las veleidades izquierdistas.
Y, por primera vez, la izquierda francesa en el poder se compromete a reducir en cuatro años la parte (exorbitante) de gastos públicos en relación con el producto nacional (PIB). De eso dependerá en adelante su credibilidad. El ministro italiano de Finanzas declaraba recientemente que, en diez años, los países de la eurozona serán citados como ejemplo por haber fijado como objetivo la eliminación de los obstáculos mayores al crecimiento y al empleo (los déficits, los despilfarros). Las tres otras grandes entidades del mundo desarrollado democrático se disponen a reforzar sin importarles el precio del dispositivo del camuflaje.
En EE.UU, todos las deducciones de impuestos concedidas a las grandes rentas por la Administración Bush deberían expirar al final de este año. Igualmente, un gran número de gastos públicos, temporalmente incrementados, tendrían que acabar en la misma fecha. Es lo que se llama el “abismo fiscal” ( fiscal cliff). Dicho de otro modo, en ausencia de decisiones en sentido contrario, EE. UU. debería también sufrir una
cura de austeridad a partir del 2013. Pero, allí, sólo se trata de una cosa: aplazarla. Entretanto, la Reserva Federal continuará garantizando incondicionalmente el valor de la deuda pública. Otro tanto en el Reino Unido, donde el ministro de Economía renuncia a restablecer el equilibrio presupuestario en el plazo previsto (2015), y en Japón.