Un gigante en vías de cambio
El nuevo dirigente, Xi Jinping, tiene como desafío transformar el modelo económico para seguir creciendo
Los líderes chinos prevén duplicar en el 2020 el PIB y la renta per cápita que tenía el país en el 2010
Prudencia o modestia. Es difícil discernir que hay detrás de las palabras del nuevo secretario general del Partido Comunista chino, Xi Jinping, cuando subraya que “China tiene que estar bien preparada frente a los diversos riesgos y desafíos, sin subestimarlos ahora o en el futuro, aunque los fundamentos de la economía están sanos”.
El Nuevo Timonel, como ya ha definido la prensa oficial al nuevo líder del gigante asiático –una apelación reservada hasta ahora a Mao y su sucesor Deng Xiaoping– es consciente de que ha asumido las riendas del poder de un país que todo el planeta confía en que se consolide en el futuro como la locomotora de la economía mundial.
Sin embargo, también es consciente de que para alcanzar este estatus no basta con convertirse en la economía más grande del mundo. Una posición que la OCDE la pronostica para el cercano 2016.
Xi Jinping, que asumirá la presidencia de China en marzo del 2013, y su futuro primer ministro, Li Keqiang, posiblemente tengan mucho más en cuenta el informe que elaboró a primeros de año el Banco Mundial y el gubernamental Centro de Investigación sobre el Desarrollo. Un estudio que diagnostica los problemas que debe afrontar Chin para tener un tejido industrial competitivo y construir una sociedad con altos ingresos, moderna y con las menores diferencias sociales posibles en los próximos veinte años.
Conocedor de que hasta el 2022 será el máximo responsable de la evolución de China, Xi ya se ha reunido con las autoridades y empresarios de la diná- mica provincia sureña de Guangdong, la verdadera fábrica de mundo. Con ellos ha discutido sobre la situación económica tanto local como extranjera y sobre cómo estimular el crecimiento económico. En esta reunión el líder chino emplazó a los industriales a esforzarse en la innovación, como principal caballo de batalla de la transformación del modelo de desarrollo económico y poder ser más competitivos.
Y es que al Nuevo Timonel le toca cambiar de rumbo económico. Un reto que implica, además de mejorar la competitividad y apostar por mejorar la calidad de los productos, incentivar el consumo con el fin de reducir la dependencia de China de sus exportaciones e inversión.
Una tendencia que deberá ir acompañada de unas reformas fiscales y financieras que permitan a la economía del gigante asiático mantener un ritmo de creci- miento suficientemente alto para seguir creando empleo, aunque por debajo de los dos dígitos. Unas medidas que deberían garantizar los ingresos suficientes para financiar proyectos sociales destinados a mejorar el nivel de vida de los más de 1.300 millones de chinos. Unos planes que incluyen dotarles de un sistema de Seguridad Social que alcance a la totalidad de la población, así como iniciativas que reduzcan las diferencias entre ricos y pobres y favorezcan la ampliación de una clase media acomodada.
Xi Jinping se esforzará, asimismo, en lograr que China duplique en el 2020 el PIB y la renta per cápita existente en el 2010. Es una meta cuyo fin es tener satisfecha a la población, evitar protestas y la desestabilización del país. Un escenario que los dirigentes de la segunda potencia mundial intentan evitar a toda costa.