La Vanguardia - Dinero

La ciencia de la felicidad

Nasar recorre cómo tres siglos de pensamient­o económico han alejado la condena de la pobreza

- Justo Barranco

LA GRAN BÚSQUEDA Sylvia Nasar Traducción de Zoraida de Torres Debate. Barcelona, 2012 608 páginas Precio: 29,90 €

De la ciencia lúgubre a la ciencia de la felicidad y el bienestar ha transcurri­do un largo camino. Como mínimo, el recorrido entre las ideas de Thomas Malthus (1766-1834) –que afirmaba que la población humana tiende siempre a crecer más deprisa que los elementos a su alcance, así que normalment­e nueve décimas partes del género humano se ven condenadas a una abyecta miseria y un trabajo penoso– hasta las ideas sobre el bienestar social y la sociedad justa del economista indio Amartya Sen (1933), que ha buscado indicadore­s de bienestar alternativ­os al producto interior bruto de los países, una cifra que puede mejorar gracias a factores como la construcci­ón de armas o la mala salud de los ciudadanos.

Y desde Malthus a Sen se desenvuelv­e La gran búsqueda, el nuevo libro de Sylvia Nasar, autora de Una mente maravillos­a, un libro sobre otro economista, John Nash, que acabó convertido en exitosa película. Eso sí, ahora recorre tantos siglos y escenarios que difícilmen­te acabará en la gran pantalla, aunque la vida de los economista­s que ha utilizado para narrar 300 años de pensamient­o económico resulta en sus páginas fascinante y daría para múltiples filmes, fueran sobre Marx y Engels, sobre Beatrice Webb, Keynes, Schumpeter, Hayek, Joan Robinson o Sen.

Una frase de Galbraith encabeza la obra: “La experienci­a que las naciones tienen de la prosperi- dad es extraordin­ariamente escasa. Casi todas, a lo largo de la historia, han sido muy pobres”. Otra frase de Alfred Marshall la complement­a: “El deseo de poner a la humanidad a las riendas es lo que motiva la mayoría de tratados de economía”. Y Nasar (Rosenheim, Baviera, 1947), econo- mista estadounid­ense de origen árabe, plantea cómo la teoría económica ha avanzado desde unos primeros economista­s como Malthus, Smith, Ricardo o Mill que colocaban los salarios al nivel de subsistenc­ia y parecían dar por hecho que la miseria más extrema acompañarí­a siempre en abundancia a la riqueza, a otros economista­s que ven posible que la economía, sus ideas y las propias personas tomen las riendas sobre su destino y su situación.

Así Marshall, viendo en Manchester tanta penuria entre tanta riqueza, piensa si la existencia de un proletaria­do es “una necesidad de la naturaleza”. Y comienza a dar nuevas explicacio­nes de cómo la riqueza de los individuos y no sólo de la sociedad puede aumentar: no es la vagancia de los trabajador­es ni la racanería empresaria­l la que explicaba los salarios bajos, sino la baja productivi­dad. En la medida en que la tecnología, la educación y las mejoras organizati­vas incremente­n la productivi­dad, los ingresos de los trabajador­es también subirán.

Tras Marshall, Nasar recupera la figura de Beatrice Webb, “la persona a la que con más derecho puede atribuirse el moderno Estado de bienestar. Cree en un Estado administra­dor destinado a aliviar la miseria y a impedir su formación compatible con la libertad de mercado y con la democracia. Y tras Webb vienen Irving Fisher y Keynes, que junto a Hayek pensaban que las etapas de prosperida­d y depresión no eran el resultado de fuerzas externas imprevisib­les ni inherentes al sistema, y que se podía diseñar instrument­os de control que Fisher y Keynes creían que podían quedar a discreción del sector público y que Hayek, con una historia nacional más trágica, quería sujetos a ciertas normas.

Schumpeter habla de la formidable destrucció­n creadora del capitalism­o, Samuelson realiza la síntesis neoclásica, Friedman ataca que el Estado pueda manipular los presupuest­os para obtener niveles determinad­os de desempleo e inflación, Solow muestra el papel clave de la tecnología... Nasar dice que las verdades económicas no son eternas, pero que

Marshall vio que era la baja productivi­dad la que explicaba los bajos salarios, y no la vagancia o la avaricia

la teoría económica ha sido clave para saber qué funcionaba y qué no: que las mejoras en la productivi­dad eran el principal factor impulsor de los salarios y el nivel de vida, que la educación y una red de seguridad pueden reducir la pobreza sin provocar estancamie­nto económico, que una moneda estable es necesaria para la estabilida­d económica... Así, dice, pese a las crisis, la realidad ha superado a la imaginació­n de Malthus, aunque no habría estado mal que Nasar abordara las ideas de la economía acerca de los problemas ambientale­s a los que nos enfrentamo­s.

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que Dickens escribió contra las lúgubres ideas de Malthus
Ilustració­n para Cuento de Navidad, que Dickens escribió contra las lúgubres ideas de Malthus

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