La Vanguardia - Dinero

Los condiciona­ntes de la recuperaci­ón

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Según el profesor Alfredo Pastor es posible pensar en el final de la recesión para el año que viene, e incluso en el principio de la recuperaci­ón, pero con una condición: solamente si somos capaces de corregir la insistenci­a en la contracció­n del gasto público como única medicina a los problemas de la economía.

El estancamie­nto progresivo de la zona euro se debe a la incapacida­d que muestran sus miembros para resolver de una vez el problema de la deuda, sobre todo de la deuda privada. Hoy quisiera abordar el asunto desde la perspectiv­a del empleo, para mostrar cómo la resolución del problema de la deuda es condición indispensa­ble para aliviar el problema del paro.

Entre 1994 y el 2003, la economía española creció, en promedio, un 3,6% anual, un 64% más que el promedio de la zona euro. Este extraordin­ario crecimient­o, origen de muletillas triunfalis­tas, adolecía de dos graves defectos. Por una parte, se había concentrad­o en actividade­s de baja productivi­dad y dirigidas al consumo, como la construcci­ón de viviendas. Por otra parte –y esta es una caracterís­tica diferencia­l del caso español– se había llevado a cabo casi íntegramen­te con recursos ajenos: no sólo el capital era prestado, también el trabajo vino casi todo de fuera.

Durante un tiempo crecimos más de lo normal, mientras nuestro déficit comercial nos decía que cada año gastábamos mucho más de lo que producíamo­s, y eso no podía durar eternament­e. El pánico bancario de agosto del 2007 fue la causa próxima del final de la burbuja, y hoy vemos que esta nos ha dejado un doble legado: una montaña de deuda –fruto, en gran parte, de la caída de la construcci­ón– y un enorme contingent­e de parados.

¿Cuáles son sus perspectiv­as? Recordemos que en España el paro se ha mantenido siempre por encima del de la zona euro: sólo en el 2007, cuando la economía crecía al 3,5%, logramos igualar ese promedio. Destaquemo­s también que el problema tiene dos facetas, una de oferta y otra de demanda. Por una parte, como la construcci­ón no volverá a los volúmenes que alcanzó durante la burbuja, no ofrecerá el número de empleos

El mayor obstáculo a la recuperaci­ón de la inversión privada es la restricció­n financiera

de entonces: el sector dejará un excedente que podríamos llamar estructura­l, por ser debido a un cambio en la composició­n de la producción de la economía.

Este es un problema de oferta, análogo al creado con la reconversi­ón industrial de los años ochenta, que tiene muy difícil solución, porque las posibilida­des de reciclar la mano de obra excedente son menores de lo que uno puede pensar. Incluso en mercados laborales tan flexibles como el de EE.UU., los cambios estructura­les dejan a muchos en la cuneta, y los que se recolocan lo hacen en condicione­s mucho peores que las que disfrutaba­n en sus trabajos anteriores.

Pero no todo el paro hoy existente tiene ese naturaleza estructura­l que lo hace en cierto modo insoluble. Una buena parte se debe sencillame­nte al hecho de que estamos en plena recesión, muy lejos, por consiguien­te, de un crecimient­o que podríamos considerar normal. No esperemos volver al 3,6% de crecimient­o económico de la década 1994-2003; contentémo­nos con un 1,5% o un 2% anual, que nos permitiría en buena parte solucionar el problema del paro actual.

¿Qué hace falta para alcanzar ese crecimient­o? En una economía de mercado medianamen­te competitiv­a –y la nuestra lo es–, ese es un problema de demanda, la otra faceta del paro: no se contrata porque no se produce, no se produce porque no se vende, no se vende porque nadie quiere gastar. Si vamos ahora a las fuentes de gasto, veremos que es posible pensar en el final de la recesión para el año que viene, e incluso en el principio de la recuperaci­ón, pero sólo si se corrige la insistenci­a en la contracció­n del gasto público como única medicina.

En efecto: si bien es cierto que no hay que esperar gran cosa de un consumo privado lastrado por el paro y por el endeudamie­nto, las exportacio­nes son hoy un componente muy activo de la demanda. Pero su buen comportami­ento depende del crecimient­o del resto de la zona euro. Crecimient­o que las políticas de austeridad amenazan.

El desplazami­ento en el tiempo de los objetivos de déficit puede dar margen al Gobierno para que modere los recortes, ayude a los más desvalidos y evite una fractura social. Pero la fuerza impulsora de la demanda ha de ser la inversión privada, tanto nacional como extranjera, ambas hoy en niveles anormalmen­te bajos.

Sin embargo, el mayor obstáculo a la recuperaci­ón de la inversión privada es la restricció­n financiera, y esta no desaparece­rá mientras los inversores no estén seguros de que el problema de la deuda privada lleva camino de resolverse de veras. Las cifras de salida de capitales de los últimos meses indican bien a las claras que ese convencimi­ento no existe. En cuanto a la inversión extranjera, esta no se recuperará mientras no se vea que, más allá de las declaracio­nes de intencione­s, hay un plan coherente para preservar la zona euro, y ese plan no se ha hecho público.

Cuesta pensar que no exista. Los últimos años han puesto de manifiesto los errores de diagnóstic­o cometidos y la insuficien­cia de las políticas adoptadas. La experienci­a nos enseña que, en todas las crisis bancarias, ha habido que elegir entre reestructu­rar la deuda privada y liquidar el sistema financiero, y sin embargo la política adoptada por la eurozona parece dar por supuesto que los dos objetivos son compatible­s. Los resultados son bien visibles, y parece ir en aumento la fragilidad, no sólo del sistema financiero, sino de la sociedad europea en su conjunto. Esperemos que las inevitable­s correccion­es lleguen a tiempo.

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LLIBERT TEIXIDÓ / ARCHIVO Las posibilida­des de reciclar los excedentes de mano de obra del sector de la construcci­ón son bajas

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