La UE exigente y la UE condescendiente
JOSÉ MANUEL GARAYOA Entre el futuro BCE y la Comisión Europea empiezan a repartirse los papeles. La Unión Bancaria, aplazada al 2014, no ayudará a superar la crisis. Para la travesía del desierto, estará de guardia Bruselas
Hubo antes de crearse el euro grandes discusiones sobre si era mejor una Europa o una Europa a dos velocidades. La primera la formarían los países con los deberes hechos; la segunda, países más dudosos, entre ellos España. Por razones políticas se optó por la primera fórmula. Ahora vamos a las dos velocidades: la de los países acreedores, que gustan de la austera elegancia del BCE, y la de los deudores, que van haciendo, sorpresa, su cubil en la Comisión Europea. Las dos velocidades han acabado materializándose en las instituciones europeas y prometen grandes novedades.
Tal cosa se ha visto esta semana, mientras se discutía en el Ecofin y el Eurogrupo la cuestión de la unión bancaria y, de forma más elevada, de la futura arquitectura europea. Luis de Guindos recordó que en junio hubo un compromiso de que por estas fechas tendríamos sobre todo esto una hoja de ruta clara. No es cosa baladí porque de ello depende que Europa financie algún día directamente a los bancos españoles sin pasar por el FROB, es decir, sin que automáticamente se convierta en deuda pública. Pues bien, por la presión de los países acreedores, a quienes gusta rondar en torno al valioso BCE, se pactó que tal cosa (la unión bancaria, no el dinero) se verá como en abril del 2014. Muy bien, ¿y hasta entonces, qué hacer?
Ir a otro negociado, a Bruselas, que se ha convertido en algo así como la iglesia de los desamparados. Si hasta ahora la CE se mostraba ceñuda, exigiendo como bajo el tratado de Maastricht el cumplimiento estricto de la disciplina fiscal, ahora parece que por ella hubiera pasado el Vaticano II, mostrando un espíritu abierto realmente sorprendente.
Si el Club de la Unión Bancaria exigirá para beneficiarse de sus servicios cumplir muchos requisitos (si ahora existiese, tampoco España lograría financiación directa para sus bancos), la CE ha entendido que el proceso de ajuste y reformas emprendido en Europa es muy duro, que abate a corto plazo el crecimiento y tiende a alargar la cola de los parados.
Por ello, los comentarios del
Olli Rehn normaliza los aplazamientos para el cumplimiento de déficits y libera las inversiones públicas
comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, Olli Rehn, son altamente significativos. Según se ha cuidado de señalar estos días, “la política de austeridad está funcionando y Europa debe seguir ese camino”. Dicho esto, el comisario indica que el pacto reformado de Estabilidad y Crecimiento de la UE “toma en cuenta la evolución de las condiciones económicas” de los países endeudados, a los que les reclama que reequilibren sus cuentas y hagan reformas en términos estructurales, esto es, descontando los daños imputables a un ciclo económico adverso. De modo, y ahí está la clave, que “si el crecimiento se deteriora, un país puede recibir tiempo extra para corregir su déficit excesivo”.
El aplazamiento del cumplimiento del déficit ha dejado así de ser una concesión extraordinaria de Bruselas para convertirse en una fórmula ordinaria a la que acogerse en caso de problemas.
Y, de las mismas, España, que ha visto cómo la unión bancaria huía a las calendas griegas, se encuentra ahora protegida por la Comisión, que no sólo le va a dar –de momento– un año más –hasta el 2014– para cumplir el déficit sino, atención, un empujón al crecimiento. Lo dice Olli Rehn: “Debemos dejar espacio a las inversiones públicas en nuestros planteamientos de los planes fiscales nacionales”. Atención, pues: la puerta para sacar la inversión pública del plan de ajuste se ha abierto.