Pensiones: ¿cuál es el peligro?
Para Navarro y Torres no es la demografía sino la desigualdad lo que amenaza a las jubilaciones
Desde hace años, denuncian los autores, se ha difundido hasta la saciedad una letanía catastrofista que ha calado hondo en la población: la sociedad se hace vieja, no habrá trabajadores suficientes para financiar las pensiones y hay que suscribir cuanto antes fondos de pensiones privados. Una letanía a su juicio interesada, montada sobre argumentos ideológicos y sin pruebas consistentes y que responde a que para las entidades financieras es un botín muy apetitoso el dinero que mueven las pensiones públicas cada año en España: 120.000 millones de euros. Y contra esa letanía que viene de lejos y que no ha acertado demasiado con sus previsiones de colapso, Vicenç Navarro, catedrático de Ciencias Políticas y Sociales en la Universitat Pompeu Fabra, y Juan Torres López, catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla, publican un libro titulado muy gráficamente: Lo que debes saber para que no te roben la pensión.
Y, ¿qué debemos saber? Pues que, dicen, un peligro grave se cierne sobre las pensiones, pero que no es el que dicen los que defienden la privatización progresiva del sistema. El verdadero peligro, en su opinión, es que se sigan aplicando políticas que incrementan cada vez más la desigualdad, con una gran parte de la población con trabajos precarios y mal pagados que hacen que disminuyan las cotizaciones sociales incluso aunque haya más hombres y mujeres empleados.
Los autores rebaten con brío los tópicos puestos en circulación. Sobre la idea de que las pensiones en España son demasiado generosas, no sólo es que se dedi- quen tres o cuatro puntos menos de PIB que en Francia, Grecia o Portugal, sino que el porcentaje de pobres entre los ancianos españoles es mucho mayor que en el resto de Europa y que entre la población española en general.
Luego, señalan que el aumento de la esperanza de vida se debe en buena parte a que gente que moría antes joven o niña vive más. El aumento de años de vida en la ancianidad no ha sido muy notable. Pero además, lamentan que retrasar la edad de jubilación no considera los costes humanos derivados: en España un burgués vive diez años más que un trabajador no cualificado con más de dos años en paro. Retrasar la jubilación afecta desigualmente a las clases sociales.
En cuanto a los fondos de pensiones privados, dicen que a la gente sólo le compensa suscribirlos por las ayudas fiscales del gobierno, ya que las rentabilidades de la pasada década han sido o escuetas o negativas. Y destacan que además los cuantiosos recursos acumulados en esos fondos son uno de los elementos más desestabilizadores que hay hoy en la economía mundial.
Los autores reconocen que el envejecimiento aumentará el número de pensionistas en relación con el de cotizantes, pero creen que eso no tiene por qué significar un desequilibrio entre los ingresos y gastos del sistema público de pensiones. Los ingresos dependen de las cotizaciones, y estas serán mayores o menores en función del empleo, el nivel salarial, el crecimiento económico, la productividad o la distribución de la renta. Sólo si además de que envejezca la sociedad todos estos otros factores evolucionan negativamente aparecerán problemas: hace 50 años se gastaba en pensiones el 3% del PIB y en el 2007 el 8%, pero no ha supuesto la crisis de la Seguridad Social ni que los no pensionistas tengan menos recursos disponibles. Al revés. Y eso se debe a que la productividad ha aumentado muchísimo durante estos años muchísimo.
En ese sentido, remarcan, son el paro y la disminución constante de los salarios las verdaderas amenazas para el sistema y no la demografía. El aumento de la desigualdad con la concentración de los ingresos en los que perciben rentas de capital provoca que la contribución salarial a las pensiones sea más baja. Y eso ha ocurrido sobre todo en España: la tarta a repartir es la más grande de la historia pero la que corresponde a los salarios es la más baja de los últimos decenios. De mantener estas políticas, dicen, no entrará en crisis sólo el sistema de pensiones sino toda la estructura social.