Cambio en la geografía económica
Gracias al ‘shale’, Estados Unidos ha pasado en los últimos años de ser un importador neto de gas a ser autosuficiente” Europa no puede mejorar su posición competitiva reduciendo al mismo nivel que Estados Unidos los precios de la energía”
El shale gas supone un cambio muy importante en la geografía económica, en el comercio mundial de hidrocarburos, en el modelo energético, en la competitividad industrial, en la geopolítica, y también, en la sostenibilidad ambiental. En la medida en que el gas desplaza al carbón, como está ocurriendo, se produce una reducción de las emisiones de CO . Por todos estos motivos, algunos autores ya señalan el shale gas como la revolución energética del siglo XXI. Pero al igual que ocurre con todos los descubrimientos, el shale gas todavía está entre luces y sombras.
El reparto de las reservas, según las estimaciones más recientes de la Energy Information Administration (EIA) norteamericana, presentadas en el informe de Funseam, Gas no convencional: Recursos, previsiones de producción e impacto geopolítico de su desarrollo, firmado por el profesor Mariano Marzo, sitúan en primer lugar a China (15,5%) seguida de Argentina (11,1%), Argelia (9,8%), Canadá y Estados Unidos (7,9%), México (7,5%), la UE y Australia (6,5% y 6% respectivamente), como las zonas más beneficiadas
No obstante, los datos sobre reservas son los que son y no parece que se puedan explotar en las mismas condiciones de rentabilidad en todas las localizaciones. Los avances en la evaluación de reservas existentes están reduciendo los volúmenes estimados anteriormente.
Hasta el momento, Estados Unidos, con una media de producción de 25,7 billones de pies cúbicos al día (Bcf/d), es el primer productor mundial y el mejor conocedor de la tecnología necesaria para su extracción. Las características del marco legal y del entorno de las explotaciones en Estados Unidos explican el rápido crecimiento. El modelo de propiedad del subsuelo es un factor de incidencia no menor, pero debe prestarse especial atención a la concentración de investigación básica, de capital humano especializado y de experiencia empresarial en las técnicas de exploración, recursos que han sido, sin ningún género de dudas, un elemento importante en el rápido desarrollo del shale gas en Estados Unidos. A su vez, la geografía demográfica ayuda a poder realizar explotaciones en amplias zonas sin grandes concentraciones urbanas.
El boom del shale gas en Estados Unidos ha tenido diversas consecuencias. En primer lugar, y de forma destacada, sobre los precios. Los últimos datos aparecidos en el Quarterly report on european gas markets señalan que en el segundo trimestre del 2013 el precio del gas en el mercado americano se situaba en 4 dólares/MMBtu (millones de unidades térmicas británicas), cuando en el 2008 superaba los 12 dólares, mientras que en el Reino Unido se pagaba el doble, en el mercado alemán casi tres veces más y en Japón 17 dólares/MMBtu. Este menor coste, explica que en la última década el shale gas haya pasado a cubrir el 40% del gas que se consume en EE.UU.
La segunda consecuencia es el cambio del modelo energético. La Agencia Internacional de la Energía prevé que el gas natural superará al petróleo en el mix energético del país, pasando a ser la primera fuente de energía. Y actualmente ya se está produciendo la sustitución del gas convencional y del carbón por shale gas en la generación eléctrica. Los resultados de este cambio han sido la reducción de los costes de la electricidad y la disminución de las emisiones de CO .
La irrupción del shale gas tiene, a su vez, repercusiones en el comercio internacional de productos fósiles, cuestión que tiene grandes consecuencias geopolíticas. Estados Unidos ha pasado en los últimos años de ser un importador neto de gas a ser autosuficiente y está en condiciones de ser un exportador neto. Este cam- bio supone una reducción de su dependencia energética, una mejora de la seguridad del suministro del país y un nuevo marco de relaciones con los países que tradicionalmente le han suministrado gas convencional.
Desde la perspectiva comercial, además de un menor flujo de tránsitos internacionales en la región americana, cabe preguntarse si el sistema gasista se encuentra frente a un nuevo diseño de los intercambios internacionales y frente a un cambio en la fijación de los precios, en el caso de que los excedentes de gas de Estados Unidos se llegaran a comercializar en el mercado internacional. Como es sabido, los flujos comerciales de gas son de ámbito regional (América, Europa, Asia), la penetración del shale gas en grandes cantidades llevaría a una reducción de las diferencias de precios entre las distintas zonas y a un proceso de integración de los mercados hacia un único mercado mundial, asemejándose al mercado del petróleo. No parece que este escenario favorezca los intereses de Estados Unidos, puesto que perdería la ventaja competitiva que supone para su industria disfrutar de precios más bajos y afectaría a su posición estratégica en el marco de las relaciones político-económicas internacionales.
Tener un elevado volumen de reservas de gas le protege frente a posibles presiones exteriores. Siguiendo esta línea, en un reciente artículo publicado en La Vanguardia, Robert Skideslky sostenía que el shale gas aseguraba a la economía americana su continuidad como primera potencia mundial. Por lo tanto, es de esperar que en el corto y medio plazo Estados Unidos no tenga como objetivo exportar gas a nivel mundial.
¿Y qué ocurre en Europa? Las autoridades europeas y el resto de actores implicados deben esforzarse en intentar desarrollar un marco regulatorio riguroso e impulsar los desarrollos tecnológicos adecuados para aprovechar este recurso, siempre bajo un estricto control de los impactos medioambientales y sobre el entorno poblacional. Renunciar a la obtención de shale gas no beneficia a las economías europeas, aunque nunca se llegará a una disminución de los precios como la habida en Estados Unidos, ni a una sustitución similar del gas natural convencional y del carbón por shale gas. La razón es que ni el volumen de reservas, ni las condiciones del entorno son las mismas, situación que abre nuevas incertidumbres respecto a la competitiva futura de la economía europea. Precisamente, esta cuestión ha sido tratada en un reciente estudio de la Comisión Europea Energy economic developments in Europe, donde se sostiene que la industria europea está consiguiendo hasta el momento mantener su competitividad por su menor intensidad energética, pero ello no excluye que los altos precios de la energía deben ser una preocupación de primer orden en el diseño de la política energética comunitaria.
De todo ello se infiere que el enfoque estratégico que debe seguir Europa en la política energética y en la mejora su competitividad exige, de un lado, explotar, en las condiciones de protección medioambiental apuntadas, las reservas disponibles de shale gas y reforzar las medidas de fomento de la eficiencia energética, dado que Europa no puede mejorar su posición competitiva reduciendo al mismo nivel que Estados Unidos los precios de la energía.