La crisis y sus incógnitas
La corrección de los desequilibrios externos y el desendeudamiento público y privado auguran años de bajo crecimiento si no hay reformas institucionales
El pasado lunes se celebró en Munich una sesión del Diálogo Económico entre España y Alemania, con el propósito de exponer las “perspectivas del sur y del norte sobre la crisis del euro”, organizada por Esade y el instituto IFO a iniciativa del presidente de Esadegeo, Javier Solana, y del presidente del Instituto IFO y profesor de Hacienda Pública de la Universidad de Munich, HansWerner Sinn. De las cuatro horas largas de diálogo se desprendieron varias ideas fuerza: esto va para largo; cuanto más se buscan y plantean soluciones a los problemas, más inconvenientes surgen; reducir el exceso de endeudamiento privado y público será más difícil todavía con tasas de inflación bajas, corrección que coincide con el necesario reequilibrio de las balanzas por cuenta corriente y de la competitividad, porque, hasta ahora, se ha logrado más por un colapso de las importaciones de los países periféricos que por un sólido rebote de sus exportaciones. El círculo puede volverse vicioso porque los periféricos/endeudados necesitan una inflación baja e inferior a Alemania para ganar competitividad, lo que automáticamente agrava el peso real de la deuda.
Después de una introducción geopolítica a cargo de Javier Solana, Hans-Werner Sinn entró en faena, y de qué manera. “Me gusta España y prefiero que siga siendo una. Espero que arreglen la cuestión catalana”. Sinn se vengaba así de la histórica frase pronunciada por el premio Nobel de Literatura François Mauriac, quien dijo: “Me gusta tanto Alemania que prefiero que haya dos”, pero aprovechaba también para pronunciarse en contra de la secesión de Catalunya. Sinn fue muy crítico con el balance del euro por haber incrementado las diferencias en lugar de favorecer la convergencia y estimular las burbujas en los países periféricos gracias al descenso en picado de los tipos de interés. Sinn coloca en la cumbre de Madrid de 1995 el punto de partida de las divergencias de competitividad y del descenso acelerado de los tipos de interés. Distingue los “boom privados” que se produjeron en Irlanda y España con los de Portugal y Grecia, “burbuja en el sector público” con más empleos y subidas salariales. “El euro creó un exceso de confianza”. A los primeros y a los segundos les explotó literalmente su déficit por cuenta corriente (España 10% del PIB, Grecia 15%) y como la balanza de pagos debe equilibrarse, este desequilibrio se financió con crédito desde el exterior del país.
Hoy, el paisaje después de la batalla es preocupante, tanto por la inquietante situación de Francia como por las incógnitas políticas en Italia. Respecto a España, Sinn fue tajante: “Existe una contradicción entre lo que se dice y lo que se ve”, lejos pues del optimismo gubernamental. Insistió en que el enderezamiento de las balanzas por cuenta corriente en España y Grecia responde más al “colapso de las importaciones que a una mejora notable de la competitividad de las exportaciones”. El problema se extiende al conjunto de economías avanzadas, cuya producción industrial todavía no ha recuperado el nivel del 2007. Tan o más grave, “una catástrofe”, le parece “sacrificar a una generación en Europa del Sur”. “No hemos superado la crisis”, concluye.
Abundando en el problema de los desequilibrios exteriores, Sinn explicó que “el reequilibrio es muy difícil” porque los precios en España deberían bajar al nivel de 1995 y los de Alemania subir al menos un 15%. Y recuerda que Keynes ya constató que los precios son asimétricos: es más fácil que suban que no que bajen.
Ante semejante panorama, las opciones son “lúgubres”. Una unión fiscal no es posible, no hay dinero para rescatar a Italia y Es-
La corrección de los desequilibrios exteriores responde sobre todo al colapso de las exportaciones “En España hay una contradicción entre lo que se dice y lo que se ve”, observa Hans-Werner Sinn
paña. Proseguir con la deflación y la austeridad en la periferia tiene un coste económico excesivo en términos de paro masivo y cierres de empresas; puede ser necesario pero es imposible. La tercera opción sería provocar un aumento de la inflación del 17% en diez años, pero el BCE no puede permitirlo. “Estamos atrapados en el euro”, resume Sinn. Restringir la libre circulación de capitales como en Chipre, tampoco parece opción. “Como no hay solución es necesario hacer un poco de todo pero las intervenciones del BCE plantean un problema de control democrático de una política con consecuencias fiscales.
Sinn insiste, además, en que la deuda es “insostenible”, pero precisa que la deuda pública española no supone un problema. Sea como sea, “la salida” pasa por la convocatoria de una Conferencia de la Deuda, con la intención de perdonar parte de la deuda pública, privada así como del sistema Target 2 de compensación entre bancos centrales de la zona euro. “Cuanto antes se haga, menor será el coste para los contribuyentes”, advierte.
En segundo lugar, “la salida” pasa por aceptar “salidas temporales” de la zona euro, “no exigirles que se vayan, sino dejarles que lo decidan por sí mismos. Todo club tiene reglas de entrada y de salida”, remata, como si pudiera compararse la unión monetaria europea con un club de bridge. Sinn se saltó todavía más tabúes –la irreversibilidad del euro– al abogar por un Bretton Woods a la europea con un vínculo con el oro y paridades fijas pero ajustables. El sueño de Sinn culmina en unos “Estados Unidos de Europa calcados de la Confederación Helvética. Con un ejército y una unión fiscal, un sistema electoral basado en el principio de una persona un voto, un Senado en representación de los países, el firme compromiso de no acudir al rescate en casos de insolvencias de las naciones y asegurarse de que sean los acreedores quienes paguen. “Nadie se fijó en lo que decía el tratado de Maastricht”, lamenta.
En un clima euroescéptico, la audiencia recordó que Dinamarca, Suecia y Suiza, ajenas al euro, no sufrieron burbujas y tras la Gran Recesión pudieron devaluar sus divisas.
Pero lo más novedoso, quizá, es que un economista alemán y ortodoxo como Sinn admitiera que la austeridad fiscal “es peligrosa para la sociedad, puede romperla”.
Por su parte, Fernando Ballabriga, director del departamento de Economía de Esade, lamentó que el ajuste de las economías quede “en manos del mercado” y apoyó también la idea de que la deuda es excesiva y debería reestructurarse. Ballabriga subraya dos vías adicionales, modificar los estatutos del BCE para que pueda actuar como prestatario de última instancia (monetizar la deuda soberana) y acelerar la unión bancaria.
Para Georg Milbradt, antiguo presidente de Sajonia y profesor de Economía por la Universidad de Dresde, sin embargo, el primer problema son las divergencias macroeconómicas – “sin reducirlas, el euro no sobrevivirá”– y en segundo lugar, la deuda, “un problema del pasado que debe resolverse mediante una reestructuración”. Una unión fiscal, de la “Seguridad Social y del mercado laboral” son necesarios. Recuerda que los países periféricos no compiten con Alemania, sino con las antiguas economías de planificación central (“el salario horario industrial es de 6 euros en Polonia por 15 en Grecia”).
Tuvo que ser Javier Solana, atropellado por sus vivencias, quien reprochara a los economistas sus veleidades científicas –“yo soy físico, eso es una ciencia, más que la economía”– e insistiera en que para salir de la crisis de la zona euro hará falta política: más legitimidad democrática y más integración.