¿Fondo o señuelo?
Los analistas restringen el uso de productos de rentabilidad objetivo, cada vez más populares, sólo a inversores formados
Palabras como objetivo, garantizado, preferente... Son términos que invitan a la confusión, y que no revelan qué hay detrás de cualquiera de ellas”.
La letra pequeña no vale, interpreta Ana Guzmán, subdirectora del máster de Gestión de Carteras del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB). La letra pequeña sólo es eso, letra pequeña. “Y a menudo no se ve”. “A la hora de vender un producto –añade–, el asesor comercial no puede ampararse en esa letra pequeña. Los productos financieros deben comercializarse de forma correcta. Hay que venderlos bien, procurando que el inversor los entienda suficientemente...”.
Vale la entradilla para introducir la figura de los fondos de rentabilidad objetivo, figura en auge en los últimos tiempos, en particular desde principios del 2013, momento en el que el Banco de España endureció los límites a la rentabilidad de los depósitos: ya no puede ofrecerse más de un 1,75% de rentabilidad en los depósitos a un año, ni de un 2,25% en los de 24 meses. La época de los superdepósitos, con rentabilidades del 4%, es historia.
Por ese motivo, los fondos de rentabilidad objetivo han aparecido en escena. Y lo han hecho con fuerza. Según el Observatorio Inverco, entre enero y febrero los inversores españoles han contratado estos por un valor de 3.259 millones de euros, casi la mitad de los 7.054 millones suscritos entre todos los fondos.
El volumen es significativo, lo suficiente como para que la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) aborde el asunto: lo hace amparada en la reforma de la ley del Mercado de Valores, el pasado junio. El supervisor puede apercibir a la entidad que vendió un producto para que cubra las cautelas. Si el test de idoneidad indica que el fondo no es el más adecuado para un cliente, el banco debe advertírselo con una frase: “La operación no es conveniente para usted”.
Mientras, los asesores ponen el dedo en la llaga: estos productos no aseguran una rentabilidad. Y si se busca un resultado interesante, hay que asumir riesgos.
“En realidad, son fondos –apunta Guzmán–. Y por lo tanto, hasta los 100.000 euros están cubiertos por el Fondo de Garan- tía, igual que los fondos de inversión más convencionales. Pero tienen sus contras. Su rentabilidad objetivo es relativa, porque no está garantizada. Y para que den rentas interesantes, próximas al 5%, hay que asumir riesgos. Hay que recurrir a los bonos high yield (de grado especulativo), o a los emergentes. Y estos no son los más convenientes para un inversor poco informado”.
Los expertos inciden en los contratiempos. Los fondos de rentabilidad objetivo pueden penalizar el reembolso anticipado y arrojar pérdidas en caso de que se anticipe ese reembolso (e incluso al vencimiento: ya se ha dicho que no están garantizados). Y en algunos casos, puede que se cobren comisiones elevadas, teniendo en cuenta que el tipo de gestión implica complicaciones. “En estos fondos no hay una gestión de producto en sí. Sin embargo, pueden llegar a cobrarse comisiones altas”, dice Fernando Luque, analista de Morningstar.
Pese a esos contratiempos, este tipo de productos puede registrar números notables. El BBVA Oportunidad Acciones aspira a una rentabilidad máxima anual del 6,6%, aunque puede generar pérdidas del 1,59% anual. El FonCaixa Rentas Abril 2020 de CaixaBank ofrece una TAE de entre el 1,50% y el 1,85%, mediante el pago de cinco rentas. El Sabadell Garantía Extra 16 plantea un retorno variable, según Eurostoxx 50, que puede alcanzar el 4,4% anual. Y Catalunya Banc tiene el CX Evolución Rentas 5, con un objetivo anual del 2,10% TAE.