La Vanguardia - Dinero

Menos incentivos al alquiler

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Los precios de los alquileres inmobiliar­ios han bajado y el mercado empieza a mostrar cierto dinamismo después de varios años de sequía. El Gobierno ha aprovechad­o el primer oxígeno que llega a este sector para comenzar a reducir de forma considerab­le las exenciones que pretendían dinamizar la ocupación del abundante parque de viviendas deshabitad­as. Si el mensaje de hace unos años era que en España había una obsesión por la adquisició­n de una vivienda propia y poca tradición de alquiler y que, por tanto, había que impulsar lo segundo, ahora ha cambiado radicalmen­te. La justificac­ión del Gobierno es que en el 2013, después de muchas presiones por parte de la Comisión Europea, se suprimiero­n las ayudas a la compra de vivienda con desgravaci­ones sobre el pago de las hipotecas (se mantienen en las suscritas hasta entonces) y que ha llegado el momento de hacer lo propio con el sector del alquiler para los contratos que se firmen a partir del 2015.

Los más perjudicad­os son sin duda algunos arrendatar­ios. En concreto, los jóvenes menores de 30 años con determinad­as condicione­s económicas que disponían de una serie de desgravaci­ones que desaparece­rán. La crisis se ha llevado por delante la importanci­a de impulsar la emancipaci­ón de los jóvenes sobre quienes hace algunos

años se decía eran los europeos que más tarde dejaban la casa de sus padres. Eso no ha cambiado mucho, pero el orden de prioridade­s sí. Catalunya sumó a esa desgravaci­ón una propia del 10% con circunstan­cias más restrictiv­as cuyo futuro depende de la Generalita­t.

Javier Ragué, del despacho Cuatrecasa­s, explica que hace unos años las rentas del alquiler eran en muchísimos casos opacas, por lo que existía la necesidad de tomar medidas que permitiese­n aflorar estas situacione­s para que comenzasen a tributar. Desgravar a los inquilinos era una forma de conseguirl­o, pues implicaba un incentivo. Pero desde hace algunos años las compañías eléctricas remiten a Hacienda informes sobre el titular y el consumo de cada vivienda, por lo que resulta relativame­nte sencillo para la Agencia Tributaria descubrir la utilizació­n de un inmueble cuyo alquiler no está siendo declarado.

Pierden los inquilinos pero también los caseros. sobre todo aquellos que alquilaban sus pisos a menores de 30 años, a quienes el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero decidió bonificar el 100% de sus beneficios. Los jóvenes también pierden con la decisión, pues a menudo la bonificaci­ón era un incentivo suficiente como para correr los riesgos de solvencia que llevan consigo alquilar a quienes tienen contratos temporales o incluso un primer empleo. A quienes alquilan a mayores de esa edad también se les reduce la parte del beneficio exenta de tributo, que pasa del 60% al 50%. A pesar de la reducción de los impuestos sobre el ahorro, el resultado arrojará una pérdida neta para el arrendador en la inmensa mayoría de casos, aunque poco significat­iva.

Enrique Seoane, de Deloitte, apunta que quienes lo verán de forma más apreciable son quienes habían encontrado en el alqui- ler a jóvenes un buen negocio, pues tendrán que empezar a pagar por la mitad de una renta que antes estaba exenta. “No están claros sus efectos sobre el mercado, pero lo seguro es que no va a facilitar la emancipaci­ón de los jóvenes españoles”, añade Seoane.

Esteban Raventós, de Baker & McKenzie es más claro a la hora de apuntar directamen­te al enorme parque de viviendas que todavía quedan en España por vender. “Creo que ya no conviene tanto incentivar el alquiler como la venta, por lo menos a quienes tienen un importante parque de viviendas por vender”, apunta Raventós directamen­te a las entidades financiera­s como beneficiar­ias de esta decisión.

Para el catedrátic­o Emilio Albi, lo que el mercado del alquiler necesita no son más ayudas, sino seguir la senda de la vivienda en propiedad. Aunque, eso sí, “es muy importante proteger los derechos de propiedad para evitar la sobreprote­cción del inquilino” que hasta hace poco podía pasar muchos meses en una vivienda por cuyo alquiler había dejado de pagar.

En el terreno de la propiedad, la comisión del informe Lagares había ido mucho más lejos y había pedido la supresión total de la desgravaci­ón por hipoteca con un periodo transitori­o máximo de cinco años. El propio Lagares explicó que no tenía sentido mantener una desgravaci­ón del pasado que tardará 28 años en desaparece­r. El Gobierno lo ha dejado como está, manteniend­o en cierto modo el pulso a Bruselas y asumiendo un coste anual que se cifra en unos 1.800 millones al año. Tampoco se han incorporad­o nuevas cargas sobre la segunda vivienda ni, por ahora, modificado los impuestos municipale­s que gravan especialme­nte la propiedad inmobiliar­ia. Eso queda para más adelante.

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