Relojes insignia para nostálgicos
En un momento en el que las grandes marcas relojeras están rescatando sus viejas glorias, los nostálgicos están de enhorabuena, pues Omega da nueva vida a uno de sus relojes insignia. Son los famosos cronógrafos de pulsera que fueron a la luna o en expediciones al polo Norte, los Omega Speedmaster Professional –que se habían introducido originalmente en 1957 como cronógrafos deportivos para los juegos olímpicos–, que tuvieron a finales de los años sesenta y a principios de los setenta unas reediciones que introducían algunos cambios para mejorarlos.
Así nacieron los Speedmaster Professional Mark II, emblemáticos hoy en día en el mundo de la relojería, que introdujeron cambios como el dial que pasó del negro al blanco, la esfera plana de cristal antirreflectante o la caja de aluminio que protegiera el reloj en temperaturas extremas, como era necesario, por ejemplo, para la expedición a Alaska de Pierre Chopard.
En la pasada edición de la Feria Mundial de la Relojería y la Joyería de Basilea (Baselword), Ome- ga presentó dos versiones del clásico Speedmaster II de 1969 actualizado ahora, de modo que en esta nueva versión incluye un movimiento automático y una escala taquimétrica visible en las peores condiciones lumínicas. La caja es de forma tanneau, en acero pulido, y lleva un corrector de fecha situado a las 10 en la caja. Tiene tres subesferas (contador de 30 minutos situado a las 3, de 12 horas a las 6 y un segundero a las 9). El cristal plano de zafiro, resistente al rayado y que permite una alta legibilidad, protege la esfera que puede ser mate negra o gris.
El Speedmaster Mark II de 1969 estaba equipado con el calibre 861 de carga manual, mientras que el nuevo modelo incorpora el calibre 3330 Coaxial, un movimiento automático complementado con espiral de silicio Si14 y mecanismo de cronógrafo de rueda de pilares.
Como detalle del nuevo diseño se aporta un toque de color, así la versión contemporánea ofrece un segundero central de cronógrafo en color naranja fluorescente y una escala de minutos a juego. Un pequeño detalle que, más allá de los aportados por los avances tecnológicos, marca una gran diferencia.