La Vanguardia - Dinero

Realmente ¿‘Spain is different’?

- MARIANO MARZO CATEDRÁTIC­O DE RECURSOS ENERGÉTICO­S DE LA UNIVERSITA­T DE BARCELONA

En el 2013 el comercio de productos energético­s (balance exportacio­nesimporta­ciones) arrojó un déficit de 40.997 millones de euros” El desarrollo de los hidrocarbu­ros propios también debería ser considerad­o una prioridad para el Gobierno central”

En el 2012, el petróleo y sus derivados representa­ron, aproximada­mente, el 51% del total de la energía primaria consumida en España, seguidos de lejos por el gas natural con un 19%, la nuclear con un 11%, las renovables con un 10% y el carbón con un 9%. Para satisfacer las necesidade­s de su diversidad energética, nuestro país debe importar gas, petróleo, carbón y uranio, de modo que su nivel de dependenci­a del exterior es superior al 86%, muy por encima de la media europea.

En el capítulo de la seguridad de suministro, los riesgos asociados a nuestro elevado grado de dependenci­a han sido adecuadame­nte gestionado­s por el sistema energético español, que ha sabido diversific­ar la procedenci­a de sus aprovision­amientos de hidrocarbu­ros y dotarse de una infraestru­ctura logística apropiada. Sin embargo, el sector energético y, por consiguien­te, la economía española están expuestos a un importante riesgo por lo que refiere al precio de los combustibl­es fósiles, particular­mente del petróleo. Así, según datos del Ministerio de Economía y Competitiv­idad, de enero a diciembre del 2013 el comercio de productos energético­s (balance exportacio­nes-importacio­nes) arrojó un déficit de 40.997,6 millones de euros.

Sin duda, la mejora de la seguridad en el suministro y de la balanza comercial en materia energética pasa por las inversione­s en eficiencia y por el desarrollo de las fuentes renovables autóctonas, así como por fomentar las interconex­iones con los países vecinos. Sin embargo, el desarrollo de los hidrocarbu­ros propios también debería ser considerad­o una prioridad.

A fin de cuentas, la mayoría de las cuencas sedimentar­ias españolas están sub-exploradas en lo que se refiere a su potencial en hidrocarbu­ros. A este respecto cabe recordar que el área prospectiv­a en tierra cubre una superficie de 367.010 km2, mientras que el área pros- pectiva en las aguas territoria­les españolas suman otros 621.965 km2 (la superficie terrestre total de España es de 504.750 km2). La industria estima que para considerar una cuenca sedimentar­ia como explorada se requiere la perforació­n de un mínimo de cinco sondeos por cada 1.000 km2 y, bajo estos parámetros, solamente la cuenca cantábrica puede catalogars­e como explorada.

Sorprenden­temente, pese a las razones expuestas, estamos asistiendo a una campaña para paralizar las prospeccio­nes de hidrocarbu­ros convencion­ales en las aguas marinas de nuestro país, tanto en el Mediterrán­eo, frente a las costas de Catalunya, Valencia y Baleares, como en el Atlántico, en las islas Canarias. Estamos hablando de trabajos de exploració­n muy preliminar­es (adquisició­n de perfiles de sísmica de reflexión) y de la perforació­n de dos sondeos frente a las costas de Fuertevent­ura y Lanzarote (ver Dinero del pasado 15 de junio). Los argumentos que se esgrimen para exigir la prohibició­n de dichas prospeccio­nes son, básicament­e, la posibilida­d de accidentes y vertidos que puedan dañar a la industria turística y los potenciale­s impactos ambientale­s negativos sobre la fauna, la pesca y la calidad de las aguas.

Nadie en la industria niega ni subestima el riesgo potencial asociado a las prospeccio­nes petrolífer­as en mar abierto, aunque este sea muy remoto, ni sus posibles impactos negativos sobre el medio ambiente, muy exagerados por algunos. En cualquier caso, conviene saber que nos encontramo­s ante actividade­s estrictame­nte reguladas por la Unión Europea y los Gobiernos de los países miembros. De hecho, sólo tenemos que dar un vistazo a los mapas, como por ejemplo los del Mar del Norte, para percatarno­s que en muchos países industrial­izados-la mayoría de ellos emblemátic­os desde la perspectiv­a de defensa del medio ambiente- las actividade­s de exploració­n y explotació­n de hidrocarbu­ros frente a sus costas se han desarrolla­do durante décadas, con la obtención de cientos de miles de kilómetros de líneas sísmicas y la perforació­n de miles de sondeos, sin que ello resulte sinónimo de catástrofe ambiental generaliza­da o de incompatib­ilidad entre la industria petrolera y una intensa actividad turística, tal y como, sin ir más lejos, Tarragona nos ha venido demostrand­o durante años.

Una realidad que contrasta vivamente con el mensaje transmitid­o por el movimiento opositor a las prospeccio­nes, que identifica estas últimas con una inevitable e irremediab­le catástrofe ambiental de grandes proporcion­es (tipo Macondo). Dicho movimiento, vertebrado en torno a una extraña alianza entre empresario­s turísticos y grupos ecologista­s, ha elaborado una efectiva estrategia de comunicaci­ón basada en el discurso del miedo y en anteponer las emociones al conocimien­to.

Para buena parte de los movimiento­s ecologista­s, la razón última que justifica su postura radica en un planteamie­nto ideológico, perfectame­nte lícito, de rechazo a los combustibl­es fósiles. Con este fin, a la hora de ganarle la posición a la industria petrolera, no dudan en impulsar una dinámica de todo vale para abortar cualquier intento de exploració­n como paso indispensa­ble para evaluar las riquezas del subsuelo. Una táctica que resulta éticamente reprobable por cuanto cercena el derecho de la población a conocer para decidir sobre su futuro.

Por otra parte, desde el punto de vista del sector turístico lo que se persigue es, simple y llanamente, la defensa a ultranza de sus intereses económicos, por encima de cualquier otra considerac­ión. Se trata de un posicionam­iento que podríamos resumir bajo el lema de “petróleo no, gasolina sí”. Los empresario­s turísticos saben perfectame­nte que su sector es intensivo en energía, particular­mente en productos derivados del petróleo. A fin de cuentas, sin ellos los turistas no podrían llegar a sus destinos ni desplazars­e de un lugar a otro, de forma que no se discute el uso masivo de los combustibl­es derivados del petróleo, sino que lo que se pretende es que este último se extraiga en otro lugar, no importa dónde. O sea, NIMBY ( not in my backyard o no en mi patio trasero) en estado puro.

Y a todo esto, los políticos locales, se limitan a contar votos.

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ANTONIO HEREDIA / BLOOMBERG Campo de turbinas eólicas en Vedadillo (Navarra)
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