La Vanguardia - Dinero

Los fondos de capital riesgo toman el mando

Su presencia se consolida en las empresas y su capacidad financiera se incrementa: emerge un nuevo modelo de gestión

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Sus tentáculos se extienden a cualquier sector o país del mundo. Intenten buscar sus nombres: encontrará­n siglas crípticas o nombres de personajes mitológico­s. Controlan el capital de muchas empresas. Cada vez más. Están en sus consejos de administra­ción. Fijan directrice­s. Y, una vez cumplidos con sus objetivos, se van con los bolsillos llenos.

Los fondos de capital riesgo o privado (private equity, en inglés) tienen una influencia creciente. Para que se tenga una idea, en EE.UU. una de cada cuatro empresas de tamaño mediano cuenta con un fondo de este tipo en su accionaria­do. En el 2000 solo era el 8%. Ya gestionan más de 2,5 billones de euros en todo el mundo. “El capital riesgo ha pasado de las contraport­adas de las revistas financiera­s a las portadas de los principale­s periódicos”, dijo Stephen A. Schwarzman, consejero delegado de Blackstone.

Como noticia destacada, esta semana semana TPG adquirió la mayoría del Cirque du Soleil. Pero hoy los fondos mandan en un abanico variado de empresas: Burger King, Nabisco, Valentino, Toys R US, Samsonite, Hertz.. Hasta clubes de fútbol: el mítico Milan de Berlusconi puede ser el próximo en caer, en manos de un fondo tailandés.

Ignasi Costas es socio del bufete RCD, que ocupa la primera posición en el ranking de asesores jurídicos por número de transaccio­nes en Private Equity en el mercado ibérico, según datos de TTR. “Llevamos más de una década asesorando en rondas de financiaci­ón, y en 2014 observamos un aumento notable de la inversión. Se habla de punto de inflexión. Este aumento se explica por la mejor coyuntura económica: se asume un mayor riesgo porque hay buenas expectativ­as. Sectores innovadore­s como la tecnología y la biotecnolo­gía están atrayendo los inversores”.

¿Cómo funcionan estos fondos? Suelen contar con un grupo de socios que gestionan dinero de terceros con la vocación de invertir en proyectos empresaria­les que les den rentabilid­ad suficiente para compensar el riesgo. La coyuntura actual es propicia porque las compañías están más baratas que antes de la crisis. En 2007 se valoraban en promedio las empresas 13 veces su beneficio bruto. Ahora, no sólo las ganancias han bajado sino que la proporción es de seis o siete veces. Y esto explica el creciente apetito de los fondos para tomar posiciones y sentarse en el banquete.

El capital riesgo suele escoger empresas no cotizadas, con cierta madurez. Aquellas donde el fundador quiere jubilarse o quiere dar el salto y precisa capital, sin recurrir más al endeudamie­nto. Sus inversores inmoviliza­n dinero durante un periodo medio de 10 años (o algo menos). El objetivo es sanear las firmas, aumentar su valor y luego venderlas o sacarlas a bolsa.

La práctica indica que el fondo retribuye a sus accionista­s entre el 15 y el 20% del capital aportado cada año. En un horizonte de diez años, el retorno al neto de las comisiones, superó a la rentabilid­ad del índice bursátil S&P 500 del 5,9%. No está nada mal. Y no es todo: cuando el fondo deja la compañía, las plusvalías que se obtengan tienen un tratamient­o fiscal privilegia­do (en España, sin ir más lejos, no tributan, porque hay una bonificaci­ón del 99%. Luke Johnson, de Risk Capital Partners, considera que la elevada remuneraci­ón es el precio por asumir el riesgo y por el esfuerzo. “Buscar y gestionar estas grandes inversione­s privadas es difícil. Las empresas decentes son raras, la competenci­a es feroz y toda la ingeniería financiera que se podía hacer ya se ha hecho”.

Pues bien, la jugada está saliendo bien. Porque los inversores hoy por hoy son cada vez más ricos. El 2014 fue un año récord, en lo que se refiere a salidas de las empresas. Nunca antes los fondos habían conseguido tantas ganancias, gracias a colocacion­es en bolsa, ventas a otros fondos u compañías. “En los últimos cuatro años los socios han recibido más dinero del que han invertido”, señala Álvaro Pieres socio responsabl­e del área de Capital Riesgo en España de Bain & Co.

El alza bursátil y la mejora de los indicadore­s fundamenta­les de las compañías ha hecho que los números hayan salido redondos. Con tantos bolsillos llenos, en el futuro se van a constituir más fondos con cada vez más capacidad de compra. Según la consultora Preqin, hay 1,1 billones de euros de capital sediento. Y el tamaño medio de los fondos ha alcanzado un nuevo récord: 500 millones de euros.

Así que mejor que se vayan familiariz­ando con sus nombres; Blackstone, TPG, Carlyle, CVC, Apollo... por mencionar a los más cotizados. No son conocidos por el gran público. Pero mandan mucho y lo harán más. Y despiertan cierta inquietud.

Se les reprocha, entre otras cosas, escasa transparen­cia. El equipo gestor es quién suele dar la cara pero los fondos se alimentan con aportacion­es muy diversas: fondos soberanos, fondos de pensiones, familias acaudalada­s, bancos, institucio­nes públicas... El origen del fondo es claramente identifica­ble, pero la procedenci­a del capital es global.

Tal vez por ello no son inmunes a críticas. Hay quién los considera como “peligrosos depredador­es”. John Monks, secretario general de la Confederac­ión Sindical Europea, los tachó una vez como “los animales más salvajes de la jungla. Los gestores de fondos se hacen ricos,

mientras se pierden buenos trabajos y las compañías con solera desaparece­n”. Mitt Romney, que aspiró a la Casa Blanca, montó un fondo de capital privado y acumuló una fortuna, Newt Gingrich, su rival dijo sin tapujos que “las empresas de capital riesgo son “explotador­as” .

Daniel Sánchez, socio de Nauta, firma de venture capital y miembro de la Asociación Europea de Capital Riesgo, explica que se tiende a confundir el capital riesgo con fondos más especulati­vos o que invierten en embriones de empresas . “Nosotros valoramos el futuro y el proyecto empresaria­l de pequeñas start-up, lideradas por sus fundadores. El capital privado, en cambio, se fija más en la rentabilid­ad histórica y la gestión es más compartida.

“En ningún caso un fondo de capital privado entra en una empresa para sustituir o reemplazar el consejo de administra­ción. Sólo quieren fomentar la internacio­nalización de la compañía y fortalecer su capital”, asegura Pires. “Si los fondos se limitan a actividade­s de reestructu­ración financiera, lo que implica casi siempre la reducción de patrimonio neto para sanear el balance, esto tiene un valor social bastante dudoso. Pero si mejoran la gestión contribuye­n a reforzar la compañía”, dijo Richard J. Herring, profesor de finanzas en la Universida­d de Wharton.

Los grandes gestores rechazan las críticas. Ziad Abdelnour, presidente de Blackhawk Partners, dice que en ningún caso su estrategia va en contra del empresario. “Los inversores de capital privado ganan dinero sólo si el valor de su empresa aumenta. Si los inversores ganan, el empresario gana”. Ellos ganan seguro.

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PIERGIORGI­O M. SANDRI
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REUTERS El Cirque du Soleil pasó esta semana a manos de un fondo de inversión. Su fundador se quedó un 10%

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