La Vanguardia - Dinero

Una crisis bursátil con caracterís­ticas chinas

- JAUME GINÉ DAVÍ PROFESOR DE ESADE LAW SCHOOL

Las claves para entender el antes y el después de la reciente crisis bursátil china, un país comunista con una gran afición al juego, por el profesor Jaume Giné.

La crisis bursátil que ha golpeado la economía china siembra incertidum­bres sobre su sistema financiero. No debería sorprender tanto. Es una consecuenc­ia más del largo, complejo e inacabado proceso de transición que, desde hace décadas, vive la economía y la sociedad china. Se explica también por las especiales caracterís­ticas del sistema político chino controlado por el Estado-Partido Comunista.

La economía china transita desde un modelo que prima el sector exportador yla inversión industrial a otro más sostenible basado en la demanda interna y el impulso del sector servicios, aprovechan­do la colosal dimensión del mercado interior chino. Pero el consumo interno sigue contenido mientras laten una burbuja inmobiliar­ia y una elevada deuda de los gobiernos provincial­es y locales. También las empresas públicas siguen muy endeudadas. El comercio exterior se contrajo un 6,9% en el primer semestre del año. Los intercambi­os China-Unión Europea se redujeron un 6,7%. El alza de los costes laborales y del yuan respecto al euro (+7%) afectan a la competitiv­idad de las exportacio­nes chinas, que crecieron sólo un 2,8% mientras las importacio­nes caían un 6,1%, lo que incrementa el superávit comercial chino. Sin embargo, las inversione­s procedente­s de la Unión Europea prosiguen y aumentaron un 13,7% en el último año.

Pero la crisis bursátil minó la credibilid­ad del sistema financiero. La brusca caída de las bolsas, más allá de las pérdidas sufridas por las empresas públicas y privadas que cotizan en bolsa, perjudicó a millones de pequeños inversores que apostaron ciegamente por unas ganancias que parecían fáciles y no tener fin. La Bolsa de Shanghai había subido un exorbitant­e 154% en el último año, hasta el pasado 12 de junio. Muchos, sin conocimien­to y experienci­a alguna, incluso pidieron uncrédito para invertir en el mercado bursátil. Los chinos llevan en su ADN las ansias de ganar dinero. Y es bien conocida su afición por el juego. Lo pagaron muy caro aquellos entusiasta­s y confiados inversores que entraron en la bolsa en los últimos meses atraídos por las noticias positivas de la prensa oficial. Esta resaltaba unas expectativ­as positivas y unas fusiones entre los conglomera­dos públicos que les posicionab­a mejor en los mercados exteriores.

El Gobierno chino, a pesar de las recomendac­iones del Fondo Monetario Internacio­nal, seguirá intervinie­ndo y tomando las medidas necesarias para evitar un crac bursátil hasta normalizar la situación. Tiene recursos políticos y financiero­s para lograrlo. Pero el sistema financiero ha mostrado su fragilidad. Y sobre todo su opacidad. Las bolsas chinas crecían artificial­mente mientras el PIB chino se frenaba. El Gobierno, más preocupado en evitar la entrada de los avispados especulado­res extranjero­s en su sistema financiero, reaccionó tarde a la hora de controlar a los especulado­res internos. Pekín anunció el 9 de julio que la policía investigar­ía a los presuntos infractore­s de las reglas impuestas por las autoridade­s reguladora­s. Difícilmen­te llegará al fondo de lo ocurrido. Muchas empresas públicas y privadas ligadas al Partido Comunista Chino se nutrieron fácilmente con los recursos aportados por los pequeños inversores para financiars­e sin depender tanto del acceso a los capitales del sector público.

Pekín deberá recuperar la confianza delos mercados internacio­nales en una coyuntura menos favorable. Tras superar las turbulenci­as bursátiles, seguirá potenciand­o la inversión pública y privada para estabiliza­r la economía y poder cumplir con las previsione­s oficiales de crecimient­o, un 7% para el 2015. Desde noviembre, el Banco Central bajó hasta cuatro veces la tasa de interés para favorecer, e incluso dopar si cabe, la inversión. Y seguirá inyectando liquidez en el mercado. Pero no será fácil.

La amenaza que exploten las burbujas bursátil e inmobiliar­ia sigue latente. Y algunos economista­s dudan sobre la fi abilidad de las estadístic­as avanzadas por las autoridade­s chinas. Dicen que China crece hoy por debajo del 6%. Y se mantendrán las incertidum­bres mientras el régimen chino no aplique sin más demoras las reformas económicas acordadas por el III plenario del Comité central del Congreso del PCC en noviembre del 2013. Xi Jinping anunció que las fuerzas del mercado iban a tener un papel “decisivo” en la asignación de recursos al sistema económico y se impulsaría la iniciativa privada. Y que las empresas públicas, muchas ineficient­es, serían reestructu­radas para ser más competitiv­as. Los cambios afectaban a sectores clave de la economía como los mercados de capitales. Dos años después, se ha avanzado poco salvo en algunos temas como el de la prevista convertibi­lidad del yuan.

Pero será difícil que la economía china se abra más mientras el Partido Comunista Chino siga ejerciendo, sin oposición o contrapeso­s políticos, como árbitro a la hora de legislar, aplicar e interpreta­r las reglas de juego. Urge controlar más los excesos de las élites político-económicas y de los conglomera­dos públicos que, en detrimento del sector privado y de las pequeñas y medianas empresas, siguen copando el mercado interno y el comercio exterior. También afrontar la creciente deuda pública y privada que alcanzó el 230% del PIB en el 2014. Y urge mejorar el sistema sanitario y corregir el grave impacto medioambie­ntal que afecta a la salud de millones dechinos. Pekín debe acelerar la reforma del registro de residencia o hukou que aún restringe la movilidad laboral de millones dechinos y una mayor flexibiliz­ación de la política demográfic­a que corrija el rápido envejecimi­ento de la población. Está en juego la legitimida­d del Partido Comunista Chino en un país donde persisten las desigualda­des sociales.

En cambio, crece el protagonis­mo financiero de China en el ámbito internacio­nal. Destacan dos grandes éxitos diplomátic­os: el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), la entidad crediticia multilater­al con sede en Shanghai impulsada por los países Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que inició su andadura el 21 de julio y será operativa enel 2016 y el Banco Asiático de Inversión en Infraestru­cturas (BAII), constituid­o por 57 países el 29 de junio en Pekín, donde tiene su sede.

Nadie desea que exploten las burbujas latentes en China. Y menos por una Europa agobiada por la crisis de Grecia, un país que representa sólo el 0,5% de la economía mundial. China es la segunda economía mundial con arreglo al PIB. Alemania, el principal proveedor industrial y tecnológic­o del gigante asiático, sí resultaría muy perjudicad­a por una crisis financiera china.

La amenaza que exploten las burbujas bursátil e inmobiliar­ia sigue latente y hay quienes dudan de las estadístic­as avanzadas por el Gobierno” Muchos, sin conocimien­to y experienci­a alguna, incluso pidieron un crédito para invertir en el mercado bursátil chino”

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JOHANNES EISELE / AFP La Bolsa de Shanghai había subido un exorbitant­e 154% en el último año, hasta el pasado 12 de junio
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