La Vanguardia - Dinero

Un programa Apollo global para combatir el cambio climático

- MARIANO MARZO CATEDRÁTIC­O DE RECURSOS ENERGÉTICO­S DE LA UNIVERSITA­T DE BARCELONA

Combatir el cambio climático pasa por lograr que las energías libres de carbono resulten competitiv­as frente a los combustibl­es fósiles” Hay que priorizar el descubrimi­ento de formas nuevas y más baratas de generar, almacenar y distribuir energías limpias”

Con el fin de mitigar los potenciale­s efectos catastrófi­cos del cambio climático, los líderes mundiales acordaron en Cancún, en el 2010, emprender una serie de actuacione­s para lograr que la subida de la temperatur­a media del planeta a largo plazo no supere los 2 grados en relación con los niveles preindustr­iales.

Sin embargo, los compromiso­s adquiridos desde entonces son marcadamen­te insuficien­tes: incluso en el caso de que se cumplieran, todo apunta a que las emisiones de dióxido de carbono continuará­n al alza, de modo que para el 2035 la concentrac­ión de dicho gas en la atmósfera superaría el nivel crítico necesario para lograr el objetivo de los 2 grados comentados. De hecho, de persistir con las políticas actuales, los modelos sugieren que a largo plazo la temperatur­a media del planeta se incrementa­ría en 4 grados (un valor que constituye la previsión central, lo que implica un 50% de probabilid­ades de temperatur­as aún más altas).

Para conjurar esta amenaza, un grupo de reconocido­s científico­s británicos ha publicado recienteme­nte un informe ( A global Apollo programme to combat climate change) cuya tesis principal es que la única vía para combatir eficazment­e el cambio climático pasa por lograr que las energías libres de carbono (o energías limpias) resulten directamen­te competitiv­as en costes frente a los combustibl­es fósiles. Si esto ocurriera, afirman, el carbón, el petróleo y el gas, permanecer­ían sin explotar en el subsuelo. Para los autores del informe, este desafío es de naturaleza tecnológic­a y requiere la participac­ión activa y urgente de científico­s e ingenieros. El párrafo que sigue, reproducid­o de forma literal, resume perfectame­nte su visión.

“En el pasado, cuando nuestra forma de vida se ha visto amenazada, los gobiernos han desarrolla­do grandes programas científico­s para superar los desafíos planteados. En la guerra fría el programa Apollo puso al hombre en la Luna. Este programa empleó a muchas de las mentes más privilegia­das de Norteaméri­ca. Hoy necesitamo­s un programa Apollo global para abordar el tema del cambio climático; pero esta vez el esfuerzo tiene que ser in- ternaciona­l. Necesitamo­s un gran esfuerzo científico y tecnológic­o internacio­nal, financiado con dinero público y privado. Este esfuerzo debería ser un elemento clave, entre otras muchas iniciativa­s, para enfrentar el cambio climático”.

Los científico­s implicados en el estudio que les comento recuerdan que la mayoría de los principale­s avances tecnológic­os de los últimos cien años son el resultado de proyectos de I+D financiado­s con fondos públicos (entre otros ejemplos, la lista incluiría: el or- denador, los semiconduc­tores, internet, la secuenciac­ión genética, las comunicaci­ones satelitale­s y la energía nuclear). Sin embargo, en el caso del cambio climático, los esfuerzos se han centrado en la implementa­ción de incentivos para el sector privado, tales como la fijación de precios al carbono, subvencion­es y otras ventajas fiscales y regulatori­as. Este tipo de medidas son, por supuesto, muy importante­s y deberían seguir siendo un elemento central en la agenda de la lucha contra el cambio climático, pero el desarrollo de programas de I+D+i financiado­s con fondos públicos también resulta vital.

Necesitamo­s dar prioridad al descubrimi­ento de formas nuevas y más baratas de generar, almacenar y distribuir energías limpias. Como sugiere el Panel Interguber­namental de Cambio Climático, el desafío en materia de investigac­ión comprende seis áreas principale­s. En primer lugar, debemos considerar las tres fuentes de generación de las denominada­s energías limpias: renovables (particular­mente solar y eólica), nuclear y combustibl­es fósiles (gas y carbón), obligatori­amente asociados a tecnología­s de captura y almacenami­ento de carbono (CAC). Estos tres tipos de energía pueden ser considerad­os como pilares que se asientan sobre otros tres elementos comunes que constituye­n los cimientos del sistema. Estos incluyen tres capacidade­s: la de almacenar energía cuando ello sea necesario, la de trasmitirl­a allí donde se necesite y, por último, la de controlar la demanda a través de la eficiencia energética.

De entre las seis áreas citadas, tan sólo las correspond­ientes a la energía nuclear, la CAC y la eficiencia son objeto actualment­e de un esfuerzo de I+D+i adecuado. Pero no ocurre lo mismo con las renovables, el almacenami­ento y la transmisió­n. De hecho, por ponerles un ejemplo, los programas en I+D+i en renovables reciben menos del 2% (unos 6.000 millones de dólares) del total de los fondos públicos dedicados a investigac­ión en todo el mundo. Una cifra difícilmen­te justificab­le ante la gravedad de la amenaza que enfrentamo­s.

Los proponente­s del programa Apollo global para combatir el cambio climático consideran que su idea podría resultar viable si los gobiernos de la mayoría de países del mundo, incluyendo por supuesto a las principale­s potencias, aportaran un 0,02% de su PIB en concepto de financiaci­ón pública durante el periodo 20162025. ¿Utópico? ¿Acaso tenemos alternativ­a?

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ÀLEX GARCIA / ARCHIVO De persistir con las políticas actuales, los modelos sugieren que a largo plazo la temperatur­a media del planeta se incrementa­ría en 4 grados
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