Las cuatro fuerzas que cambiarán el mundo
El Mckinsey Global Institute ha publicado el libro No ordinary disruption: The four global forces breaking all the trends, una reflexión obligada sobre la dirección de la historia en los años venideros. ¿Hacia dónde va el mundo global? A menudo perdemos la perspectiva del nivel de cambio de paradigma económico y social que estamos sufriendo. Se está reescribiendo el sistema operativo de la economía mundial. El mundo está inmerso en una transición similar a la de la Revolución Industrial, con una velocidad 10 veces superior, sobre una base de población 300 veces mayor, y con un impacto 3.000 veces más elevado. Están ocurriendo transformaciones ra- dicales, de las que los medios apenas se hacen eco, pero que cambiarán dramáticamente, en los próximos 25 años, el modo en que vivimos, producimos, consumimos y nos relacionamos. Cuatro grandes fuerzas disruptivas convergen, realimentándose entre ellas, generando una ola de cambio jamás vista antes.
LAS MEGACIUDADES
La primera fuerza es la emergencia de megaciudades. La mitad del crecimiento económico pre- visto hasta 2025 estará concentrado en unas 400 grandes urbes, especialmente en Asia, Latinoamérica y África. La gran mayoría, como Chagsha, Huaihua o Wuhan, absolutamente desconocidas para el occidental medio. Muchas de ellas, con más de 10 millones de habitantes. Inmensos ecosistemas urbanos e innovadores, donde cada año 65 millones de campesinos se convierten instantáneamente en ciudadanos globales (el equivalente a la población del Reino Unido, anua- les). En dos décadas, 3.000 millones de nuevos consumidores emergerán de los países en desarrollo. Soportar este ritmo de urbanización tendrá un impacto dramático en la demanda de materias primas. Políticas económicas ortodoxas limitarán la disponibilidad de recursos financieros, comportarán un freno en el desarrollo, y generarán oleadas de desempleados. Políticas heterodoxas, de inyección artificial de liquidez, darán pie a nuevas burbujas financieras e inmobiliarias.
La segunda fuerza es el envejecimiento global. En los próximos años, en todo el mundo (excepto en África) la población se estabilizará e incluso decrecerá. Japón y Rusia son ya sociedades extremadamente ancianas. De seguir la tendencia actual, hacia 2050 la fuerza de trabajo disponible en Alemania habrá disminuido en un 35%. Europa tendrá el doble de jubilados que de niños. Y el déficit demográfico se expandirá a China, India y Latinoamérica a medida que esas sociedades entren en el juego económico global y accedan a educación y sanidad. Si hace 30 años sólo una ínfima parte de la Humanidad vivía en zonas con tasas de reposición ne- gativa, hoy el 60% de la población mundial se encuentra ya en zonas de decrecimiento demográfico.
La tercera fuerza es la de la interconexión total. Si durante cinco siglos los principales flujos comerciales han transcurrido por grandes autopistas marítimas o terrestres entre Europa y América, el sistema comercial global se expande a Asia y penetra velozmente en África. El comercio entre China y África se ha multiplicado por 30. Y, si hace 20 años el prototipo de bien sujeto al comercio internacional era una camiseta de 3 dólares, hoy es una pastilla farmacéutica de 30 centavos, un e-book de 10 dólares, o un iPhone de 300. Las masas de ca- pitales, a su vez, viajan a la velocidad de la luz por internet, relocalizándose instantáneamente en las zonas más dinámicas y en los proyectos de mayor rentabilidad.
La cuarta fuerza es la del cambio tecnológico. 50.000 millones de dispositivos (objetos) se conectarán a internet. Todo estará sensorizado. Para saber cuántas cervezas tiene en su nevera, o dónde están las llaves del coche, sólo tendrá que preguntarlo a Google. Tecnologías disruptivas en tratamiento de datos, manufactura avanzada, nuevos materiales, o genómica (el nuevo software) están llegando, a través de una avalancha de start-ups que generarán modelos de negocio ahora inimaginables y solventarán gran parte de las nuevas necesidades creadas.
El centro de gravedad económico del mundo se desplaza ve- lozmente hacia el Mar de la China, (eje Singapur-Hong Kong-Shanghái), el vibrante epicentro de la dinámica comercial y tecnológica internacional. Europa es un continente envejecido, un nuevo Finisterre en el extremo occidental de un mundo centrado en Asia. En él, sólo Alemania se prepara para la competición global. No sólo controlando déficit públicos, también invirtiendo estratégicamente en investigación, innovación y educación, los vectores clave del futuro. Un nuevo orden económico, cultural y tecnológico está surgiendo. Y, si algo está claro, es que deberemos empezar a pensar global y exponencialmente.
El centro de gravedad económico del mundo se desplaza velozmente hacia el mar de la China, el eje Singapur-Hong Kong-Shanghái”