La solidez de la recuperación económica
El crecimiento del empleoes lento, inestable y con salarios muy bajos. Unos salarios que tampoco crecen mucho para los que ya trabajan.
Apenas nos habíamos empezado a creer que la recuperación económica iba de verdad, cuando vuelven a sonar las alarmas de una previsible nueva recesión por el estancamiento de la economía china y su impacto sobre la demanda y los precios de las materias primas que exportan los países emergentes. Para averiguar si estos presagios son verosímiles, quizás habría que analizar cómo hemos conseguido reponernos del anterior periodo recesivo para ver si esta recuperación es lo bastante sólida osi, porel contrario, está demasiado sometida a elementos circunstanciales.
Por una parte, nos hemos encontrado con un conjunto de factores favorables: la caída de los precios del petróleo ha disminuido los costes de transporte –quenolosdelaelectricidad– y ha presionado a la baja la inflación. Ladevaluación interna y la caída del salario medio, junto con la solidez de la economía alemanaysuirradiaciónentoda Europa, nos han permitido mantener el crecimiento sostenido de las exportaciones. Esta misma solvencia europea también ha permitido seguir aumentando la captación de turistas extranjeros y superar la caída del mercado ruso. El hundimiento de los precios inmobiliarios ha atraído numerosos capitales foráneos en busca de oportunidades. El gasto público, en un año electoral como este, ha levantado un poco el pie del freno. Y, finalmente, los trabajadores han percibido que los ajustes en sus empresas tendían a finalizar, han mejorado su confianza en el futuro inmediato y han dado salida a la demanda de consumo acumulada después de más de un lustro de restricciones.
Entonces, hayquepreguntarse quésolidez tienen todos estos factores que nos permitan creer que podremos superar nuevas turbulencias externas. Justo es decir que el Gobierno español, aunque con unos evidentes intereses electoralistas, pretende consolidar la recuperación del consumoconlasrebajas fiscales en curso, con un impacto más relevante en el estado de ánimo de los consumidores que en sus bolsillos. Otroselementosquehasta ahora han favorecido la recuperación tienen un clara fecha de caducidad: el petróleo ya no bajará mucho más y el impacto sobre los costes de transporte y sobre la inflación ya está descontado. Los precios inmobiliarios empiezan a recuperarse y las gangas tienden a desaparecer mientras persiste una oferta en zonas periféricas que difícilmente atraerá a nadie, ni pro- pios ni extraños. La reactivación del gasto público, una vez pasadas las alegrías del año electoral y en la perspectiva de nuevas rebajas fiscales, será menor en los próximos meses. Y una vez rejuvenecido el parque automovilístico, con un crecimiento de las ventas durante más de dos años estimuladas por las subvenciones públicas, habrá queversisemantieneelmismoritmo de crecimiento cuando estas desaparezcan.
¿Qué nos queda como mecanismo más estable de recuperación? El consumo y los mercados exteriores. Podemos suponer que se mantendrálaconfianzadelosconsumidores y que todavía hay consumo de reposición aplazado porqueestaeslaúltimavariable quese ha recuperado. Pero el crecimiento del empleo es lento, inestable y con salarios muy bajos. Unos salarios que tampoco crecen mucho para los que ya están trabajando. La apertura a los mercados exteriores –de bienes y de servicios, turismo– parece la transformación estructural más sólida y favorable que se deriva de estos años de crisis, con una diversificación creciente que debería permitir que crisis puntuales de algunos mercados no afectaran de manera exagerada al conjunto de las ventas externas.
Al principio de la crisis eran frecuentes los planteamientos sobre que hacía falta aprovechar el cambio de ciclo para hacer un cambio de modelo económico y disminuir nuestra vulnerabilidad a la coyuntura. El balance es más bien pobre. Una reforma laboral que ha rebajado costes empresariales a cambio de hipotecar la recuperación del consumo interno. Una recentralización en las decisiones económicas que a pesar del pretendidobarnizliberal nohademostrado ningún beneficio relevante para el funcionamiento de la economía. Y unos recortes en los servicios públicos centrifugados por el Estado central en los gobiernos autonómicos que han adelgazado tanto el Estado del bienestar que, junto a la grasa sobrante, se hanllevado buena parte de la masa muscular.
Mientras tanto, hemos dado un claro paso atrás en I+D+i. La parafernalia en favor de los emprendedores y de las empresas emergentes ha quedado en nada a efectos prácticos. Todas las medidas de política económica –energía, morosidad, fiscalidad, horarios comerciales– han favorecido las grandes empresas en detrimento de las pymes. Las reformas en el sistema educativo han tenido un carácter mucho más ideológico que destinado a aumentar la eficacia y a modernizar la fuerza de trabajo.
Desde Catalunya no hemos dispuesto tampoco ni de los medios económicos ni de la capacidad normativa para impulsar el cambio de modelo que necesitamos según nuestra realidad productiva, de base industrial y de pymes. Ni tampoco para garantizar la ejecución de las infraestructuras necesarias para un verdadero aumento de la competitividad de la economía. Por lo tanto, quizás sí que tenemos que preocuparnos por el anunciado cambio de coyuntura internacional. Pero en todo caso resulta urgente que dispongamos de los mecanismos que nos permitan modernizar de forma definitiva nuestra economía y poder asimilarla a la de los países de nuestras dimensiones más adelantados de Europa. Precisamente, y tal como nos indicaba Vangdata hace unos días, los tres países que están justo pordelante nuestro entérminos de PIB son Noruega, Austria y Dinamarca.
El crecimiento del empleoes lento, inestable y con salarios bajos. Unos salarios que tampoco crecen mucho para los que ya trabajan”