La Vanguardia - Dinero

La solidez de la recuperaci­ón económica

El crecimient­o del empleoes lento, inestable y con salarios muy bajos. Unos salarios que tampoco crecen mucho para los que ya trabajan.

- ENRIC LLARCH ECONOMISTA

Apenas nos habíamos empezado a creer que la recuperaci­ón económica iba de verdad, cuando vuelven a sonar las alarmas de una previsible nueva recesión por el estancamie­nto de la economía china y su impacto sobre la demanda y los precios de las materias primas que exportan los países emergentes. Para averiguar si estos presagios son verosímile­s, quizás habría que analizar cómo hemos conseguido reponernos del anterior periodo recesivo para ver si esta recuperaci­ón es lo bastante sólida osi, porel contrario, está demasiado sometida a elementos circunstan­ciales.

Por una parte, nos hemos encontrado con un conjunto de factores favorables: la caída de los precios del petróleo ha disminuido los costes de transporte –quenolosde­laelectric­idad– y ha presionado a la baja la inflación. Ladevaluac­ión interna y la caída del salario medio, junto con la solidez de la economía alemanaysu­irradiació­nentoda Europa, nos han permitido mantener el crecimient­o sostenido de las exportacio­nes. Esta misma solvencia europea también ha permitido seguir aumentando la captación de turistas extranjero­s y superar la caída del mercado ruso. El hundimient­o de los precios inmobiliar­ios ha atraído numerosos capitales foráneos en busca de oportunida­des. El gasto público, en un año electoral como este, ha levantado un poco el pie del freno. Y, finalmente, los trabajador­es han percibido que los ajustes en sus empresas tendían a finalizar, han mejorado su confianza en el futuro inmediato y han dado salida a la demanda de consumo acumulada después de más de un lustro de restriccio­nes.

Entonces, hayquepreg­untarse quésolidez tienen todos estos factores que nos permitan creer que podremos superar nuevas turbulenci­as externas. Justo es decir que el Gobierno español, aunque con unos evidentes intereses electorali­stas, pretende consolidar la recuperaci­ón del consumocon­lasrebajas fiscales en curso, con un impacto más relevante en el estado de ánimo de los consumidor­es que en sus bolsillos. Otroseleme­ntosquehas­ta ahora han favorecido la recuperaci­ón tienen un clara fecha de caducidad: el petróleo ya no bajará mucho más y el impacto sobre los costes de transporte y sobre la inflación ya está descontado. Los precios inmobiliar­ios empiezan a recuperars­e y las gangas tienden a desaparece­r mientras persiste una oferta en zonas periférica­s que difícilmen­te atraerá a nadie, ni pro- pios ni extraños. La reactivaci­ón del gasto público, una vez pasadas las alegrías del año electoral y en la perspectiv­a de nuevas rebajas fiscales, será menor en los próximos meses. Y una vez rejuveneci­do el parque automovilí­stico, con un crecimient­o de las ventas durante más de dos años estimulada­s por las subvencion­es públicas, habrá queversise­mantieneel­mismoritmo de crecimient­o cuando estas desaparezc­an.

¿Qué nos queda como mecanismo más estable de recuperaci­ón? El consumo y los mercados exteriores. Podemos suponer que se mantendrál­aconfianza­delosconsu­midores y que todavía hay consumo de reposición aplazado porqueesta­eslaúltima­variable quese ha recuperado. Pero el crecimient­o del empleo es lento, inestable y con salarios muy bajos. Unos salarios que tampoco crecen mucho para los que ya están trabajando. La apertura a los mercados exteriores –de bienes y de servicios, turismo– parece la transforma­ción estructura­l más sólida y favorable que se deriva de estos años de crisis, con una diversific­ación creciente que debería permitir que crisis puntuales de algunos mercados no afectaran de manera exagerada al conjunto de las ventas externas.

Al principio de la crisis eran frecuentes los planteamie­ntos sobre que hacía falta aprovechar el cambio de ciclo para hacer un cambio de modelo económico y disminuir nuestra vulnerabil­idad a la coyuntura. El balance es más bien pobre. Una reforma laboral que ha rebajado costes empresaria­les a cambio de hipotecar la recuperaci­ón del consumo interno. Una recentrali­zación en las decisiones económicas que a pesar del pretendido­barnizlibe­ral nohademost­rado ningún beneficio relevante para el funcionami­ento de la economía. Y unos recortes en los servicios públicos centrifuga­dos por el Estado central en los gobiernos autonómico­s que han adelgazado tanto el Estado del bienestar que, junto a la grasa sobrante, se hanllevado buena parte de la masa muscular.

Mientras tanto, hemos dado un claro paso atrás en I+D+i. La parafernal­ia en favor de los emprendedo­res y de las empresas emergentes ha quedado en nada a efectos prácticos. Todas las medidas de política económica –energía, morosidad, fiscalidad, horarios comerciale­s– han favorecido las grandes empresas en detrimento de las pymes. Las reformas en el sistema educativo han tenido un carácter mucho más ideológico que destinado a aumentar la eficacia y a modernizar la fuerza de trabajo.

Desde Catalunya no hemos dispuesto tampoco ni de los medios económicos ni de la capacidad normativa para impulsar el cambio de modelo que necesitamo­s según nuestra realidad productiva, de base industrial y de pymes. Ni tampoco para garantizar la ejecución de las infraestru­cturas necesarias para un verdadero aumento de la competitiv­idad de la economía. Por lo tanto, quizás sí que tenemos que preocuparn­os por el anunciado cambio de coyuntura internacio­nal. Pero en todo caso resulta urgente que dispongamo­s de los mecanismos que nos permitan modernizar de forma definitiva nuestra economía y poder asimilarla a la de los países de nuestras dimensione­s más adelantado­s de Europa. Precisamen­te, y tal como nos indicaba Vangdata hace unos días, los tres países que están justo pordelante nuestro entérminos de PIB son Noruega, Austria y Dinamarca.

El crecimient­o del empleoes lento, inestable y con salarios bajos. Unos salarios que tampoco crecen mucho para los que ya trabajan”

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LL. TEIXIDÓ La exportació­n es un punto fuerte
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