Crisis institucional
Sólo un nuevo pacto social puede asegurar un nuevo ciclo de prosperidad
Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. Para que sea posible un nuevo contrato social es fundamental que exista un marco mínimo de entendimiento entre los dos principales partidos Cuando a finales del 2008 estalló la burbuja inmobiliaria se empezó a tomar conciencia de que España no solamente se enfrentaba a una severa crisis económica sino que además se enfrentaba a una profunda crisis institucional. Ambas estaban directamente interrelacionadas, y no era posible resolver la una sin la otra.
La primera está en vía de resolverse; la economía crecerá este añoel 3,5% ysecrearán más de 600.000 empleos, de los que 280.000 serán fijos. Sin embargo, el deterioro político sólo acaba de empezar como se ha puesto de manifiesto con las elecciones catalanas.
Hayquereconocer que el Gobierno de Mariano Rajoy lo ha hecho bien al no pedir el rescate y ha actuado con decisión a la hora de ajustar las cuentas públicas y afrontar las reformas estructurales que le exigían desde Bruselas. Pero como dice el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, una gran “parte del auge del independentista catalán se debe a la austeridad” y se podría añadir que lo mismo sucede con el resurgir del llamado nacionalpopulismo con inserción social que hoy día tiene su máximo exponente en Podemos. Como le gustaba decir a Adolfo Suárez: “Se nos pide que cambiemos las cañerías sin poder cortar el agua”.
Esta es la situación en la que nos encontramos. Si no se arregla pronto la crisis institucional que nos atenaza terminaremos por perder la confianza de los mercados. Y para un país que tiene una deuda neta con el exterior – tanto pública comoprivada– de 1,7 billones de euros, perder la confianza de los prestamistas sería un desastre. La deuda es como la espada de Damocles que pende de nuestras cabezasyestoesalgoquenadiedebería olvidar, sobretodolosquedicen defender a los más débiles.
Como dice el profesor Josep Oliver: “En el horizonte se acumulan vientos de tempestad que afectarán a la renovada confianza que tanto ha costado recuperar. Cuanto más dilatado sea el periodo de transición… másprobable será que regresemos a la recesión. No se precisa una DUI (declaración unilateral de independencia) para imaginar situaciones que nadie desea. Basta el colapso de la confianza”.
Por esta razón, no hay la menor duda de que la nueva legislatura que se iniciará previsiblemente en febrero va a ser la de las instituciones. Se quiera o no será necesario abrir un proceso constitucional para abordar los problemas pendientes, desde el modelo territorial del Estado hasta refrendar de alguna manera al nuevo monarca Felipe VIparafijar unasnuevasreglas dejuegoparalamonarquíadel siglo XXI.
Es decir, de la misma manera que cuando se murió el General Franco y se puso fin a la dictadura fue necesario articular un nuevo contrato social, ahora tendremos que hacer lo mismo de cara a la nueva etapa histórica que se abre ante nosotros. Unpactoqueregule los equilibrios entre los diferentes territorios yel Estado; entre la economía de mercado y el Estado del bienestar; entre la monarquía y el Parlamento; así como una nueva ley que regule la financiación y el funcionamiento de los partidos políticos.
Para que sea posible este nuevo contrato social es fundamental que exista un marco mínimo de entendimiento entre los dos principales partidos, tal como ocurrió en 1978 entre la UCD y el PSOE. A partir de estas bases mínimas el acuerdo se debería ir extendiendo al resto de los partidos del arco parlamentario. Esto permitiría abrir yreformarla Constitución de 1978 sin poner en peligro la convivencia.
El problema es que este proceso no se puede iniciar hasta que no se celebren las elecciones generales y se constituyan de nuevo las Cortes Generales. Para ello sería necesario una especie de “armisticio” pa- A Mariano Rajoy “todo el mundo” lo quiere echar, y a Artur Mas “todo el mundo” le rechaza como interlocutor. Sin embargo, Rajoy será el candidato del Partido Popular para la presidencia del Gobierno español en las próximas elecciones y Mas volverá a ser investido como presidente de la Generalitat de Catalunya. La razón es que ambos son las mejores opciones que tienen sus respectivas formaciones políticas. Como en cierta ocasión dijo Pío Cabanillas en los tiempos de las guerras fratricidas de la UCD: “Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros”. Y si no que se lo pregunten al expresidente del Partido Popular José María Aznar o al dirigente de la CUP David Fernàndez. ra que nadie rompiese las reglas de juego durante estos cinco meses que restan para iniciar la nueva legislatura. Aunque aparentemente todos los “puentes” entre los diferentes partidos políticos están rotos, la realidad es que de manera discreta se sigue hablando.
Debemos dar por supuesto que, ante unas elecciones generales decisivas para muchos de los candidatos que se presentan, nadie va a ceder en nada públicamente. Una campaña electoral bronca y desabrida, que de hecho ha empezado ya. Pero hablando se entiende la gente ysería deunairresponsabilidad manifiesta que entre unos y otros quemasen las naves antes de partir.
Que Mariano Rajoy manifieste solemnemente que no va a hacer ningunaconcesiónalsoberanismo está dentro del guión, como también lo está que Pedro Sánchez se haya comprometido a revertir las reformas más importantes aprobadas por el Gobierno del PP o que Artur Mas se haya comprometido a declarar la independencia en 18 meses. Peronohayqueolvidarque la política es el arte de lo posible.
Comorecientemente comenté a Javier Maroto, el único dirigente del PP que celebró un matrimonio homosexual con la presencia de los principales miembros del Gobierno, todo es imposible hasta que se hace posible. Aún recuerdo cuandoÁlvarezCascossenegabaa firmar la ley del divorcio porque destruiría a la familia y luego quienes más han utilizado dicha ley han sido precisamente los diputados del PP, empezando por él.