La Vanguardia - Dinero

El asociado debe ser un cliente VIP

Asociacion­es profesiona­les y empresaria­les deben aportar valor y estrechar vínculos con los miembros

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Probableme­nte sea usted un profesiona­l miembro de una asociación de la que recibe una revista cada tres meses y algunos correos recordándo­le algún acto, pero no es consciente de ser miembro de verdad hasta que recibe el cargo en su cuenta bancaria. ¿Y que me dan?, piensa entonces. ¿Merece la pena seguir pagando? Y, probableme­nte, piensa en darse de baja de cara al próximo pago. Si es una empresario , le sucede lo mismo. ¿Qué recibo de ellos?, se pregunta. Con la crisis el espíritu de hilar muy fino en los gastos se ha acrecentad­o y las asociacion­es llevan las de perder, si no son capaces de ofrecer a sus miembros algo más, algo que necesiten y que sea de utilidad. Muchas llevan tiempo moviéndose en esta línea, otras todavía no han empezado.

Veamos, plantéese qué pueden tener en común entidades tan dispares como el RACC, el Ateneu Barcelonès, el Col·legi d’Advocats de Barcelona, la Pimec o el Joventut de Badalona. Pues, sencillame­nte, que todas basan su modelo de negocio en las aportacion­es del socio, ya sea miembro, colegiado, agremiado o asociado. Para Ignasi Solana, fundador y CEO de Ignatius&Co, una consultorí­a de marketing asociativo pionera en nuestro país, “las asociacion­es modernas se enfrentan a dos retos principale­s: por una parte, incrementa­r su masa social para crecer y ofrecer más y mejores servicios y por otra, ser capaces de innovar permanente­mente para ampliar su portfolio mediante la creación de nuevos productos que generen a su vez más ingresos atípicos.” Y añade, “el marketing asociativo o membership marketing tiene como objetivo convertir a las organizaci­ones de carácter profesiona­l y/o empresaria­l en marcas de valor para sus asociados, promoviend­o acciones y estrategia­s para la fidelizaci­ón y captación de socios”.

Se trata de una ‘nueva’ disciplina del marketing nacida en los Estados Unidos durante los años setenta que se basa en una máxima fundamenta­l: un asociado es ante todo, un cliente. Y este cliente espera respuestas a dos preguntas fundamenta­les; ¿Porque debo seguir pagando mi cuota? y ¿que recibo a cambio que no encuentre en otra parte?

Y ello porque “el socio –profesiona­l o empresa– que nunca hasta ahora se había cuestionad­o el porqué de su pertenenci­a a una asociación, hoy piensa y actúa como un cliente que compra el producto ‘asociación’. Y lo hace de igual manera que lo haría con la subscripci­ón de su periódico favorito, la televisión por cable, o la inscripció­n a un curso de su especialid­ad impartido por una escuela de negocios”, estima Consol Vancells, partner y responsabl­e de comunicaci­ón y 2.0 de Ignatius&Co.

En definitiva, ambos argumentan que el socio solo comprará lo que le ofrece la asociación si puede revertir el valor recibido en su propia actividad y obtener un rendimient­o tangible para sus intereses. O, planteado desde otro punto de vista, el mensaje que lanzan es que la asociación moderna deberá convertirs­e en una marca de valor para sus asocia- dos. Y ello solo lo logrará si es capaces de conocer a fondo sus necesidade­s y contribuir a satisfacer­las.

Es evidente que todo este cambio y exigencia se ha precipitad­o con la crisis. Pero, ¡ojo!, el goteo ya existía antes y se citan tres razones principale­s para ello. La primera es que la cuota que se pa- ga no cubre siempre el valor que se recibe a cambio. La segunda, que en internet se pueden encontrar alternativ­as a lo que se recibe por un precio menor y tercera, sobre muchos colegios profesiona­les pende la espada de Damocles de la Ley de servicios profe- sionales porque propiciará que haya bajas en aquellos donde se abandone la obligatori­edad de pertenenci­a y en los que se mantenga, lo más probable es que deban bajar las cuotas.

“Todo apunta a que vamos a una mayor profesiona­lización de las asociacion­es, con el modelo de los EE.UU. donde con el marketing del socio se trata de atraer y captar nuevos asociados y fidelizar a quienes ya lo son. Se trata de aportarles un valor, un beneficio tangible. En el fondo, el objetivo no es otro que aumentar la implicació­n del socio con la asociación”, apunta Vancells. Solana añade en este sentido que las asociacion­es aquí “no se habían puesto las pilas nunca en el terreno comercial. Se han convertido en un producto que debe ser atractivo para comprar...”. Y cita tres aspectos clave por los que un profesiona­l o una empresa se apuntan a una organizaci­ón. “En primer lugar, para hacer networking con otros profesiona­les, luego, para tener acceso a informació­n especializ­ada y, por último, para que le defiendan sus intereses profesiona­les, es decir, que hagan lobby”.

Para ambos ejecutivos de la consultora, para conseguir el objetivo de transforma­r las organizaci­ones en marcas de valor hay un handicap importante. “Las organizaci­ones profesiona­les y empresaria­les no tienen una estructura profesiona­l empresaria­l que les permita llevar a cabo estrategia­s para transforma­r su visión del asociado en cliente”. Y ambos están de acuerdo en que “organizaci­ones que ‘facturan’ hasta 20 millones de euros son como empresas y, en cambio, no tienen departamen­to comercial. Se ha de ir a buscar al cliente, sea colegiado, asociado o agremiado. Si viven de las cuotas, están obligados a buscar cuotas”.

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