La Vanguardia - Dinero

Visionario­s del lujo

La firma factura más de la mitad del grupo Richemont

- Margarita Puig

La historia de Cartier comienza cuando Louis-François Cartier se hace cargo en 1847 del pequeño taller de joyería que dirigía su maestro, Adolphe Picard. No puede ni sospechar en ese momento que está poniendo la semilla de una de las firmas que mejor ha encajado con los gustos de la realeza y los millonario­s de todo el mundo. Una firma potente, que factura más de la mitad del grupo Richemont, segundo en el ranking mundial del mercado de lujo, y que sus ventas globales, en el 2014 alcanzaron los 10.410 millones de euros.

El traslado en 1899 del taller a la Rue de la Paix, junto a la plaza Vendôme, y el talento y los viajes por los lugares más exóticos del nieto del creador, Louis Cartier, permitió a la Maison conseguir en un tiempo récord una distinguid­a lista de clientes. ¿El más lanzado en esa época? Sin duda fue el maharajá de Patiala,que viajó has- ta París con 2.000 diamantes para que Louis los engastara para un collar ceremonial. También es mítica la historia del Gran Duque Vladimir, que en 1900 ordenó hacer un collar con dos águilas imperiales realizadas con diamantes y seis filas de perlas... ¡para su perro! En ese tiempo la firma ya era el suministra­dor oficial de casi todas las casas reales, pero no fue hasta 1930 que quedó para siempre ligada con la imagen de la pantera. Jeanne Toussaint, la directora creativa más premiada de la firma y conocida precisamen­te con el apodo de la pantera, es la responsabl­e de este icono que permanece hoy.

Pero Cartier no son sólo esas joyas espectacul­ares con las mejores piedras preciosas, es también sinónimo de alta relojería. De hecho, algo tan asumido en la actualidad como llevar un reloj de pulsera era impensable a principios del siglo XX hasta el encuentro entre el genial creador que fue Louis Cartier y el aviador Santos Dumont.

El 19 de octubre de 1901, Cartier felicitó a Dumont después de que éste ganara el premio Deutsch de la Merthe, consistent­e en volar una distancia en menos de 30 minutos. Lo curioso es que el aviador descubrió que había conseguido su objetivo gracias precisamen­te a la felicitaci­ón de Cartier... porque al no existir entonces los relojes de pulsera no tenía ni idea del tiempo que había estado volando. Fue entonces cuando Cartier se puso manos a la obra y le fabricó un reloj especial para él. Este compromiso con la alta relojería se ha mantenido hasta hoy. Precisamen­te, entre el 30 de septiembre y hasta el pasado 3 de octubre, Cartier estuvo presente en el salón Watches & Wonders, de Hong Kong .

Como artista relojero de las formas, Cartier desveló los primeros pasos en Alta Relojería del reloj Clé de Cartier, nueva creación 2015 (alberga dos de las complicaci­ones caracterís­ticas: el movimiento misterioso y el tourbillon volante) y presentó además tres grandes complicaci­ones, reunidas en un estuche de caoba lacado en negro, suma perfecta de la alta joyería y relojería preciosa.

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