Aprender de la diversidad
En el curso pasado más de 22.000 alumnos extranjeros estudiaron en las universidades catalanas, según datos del Consejo Interuniversitario de Cataluña (CIC). Uno de cada cuatro matriculados en un máster procedían de fuera de España y 94 másters oficiales se impartieron en inglés. El nuevo curso del Master of Science in International Business de la UPF que acabamos de iniciar reúne un grupo de 35 estudiantes de más de 20 nacionalidades con una amplia diversidad de formación previa.
La creciente afluencia de estudiantes foráneos constituye un importante reto y una magnífica oportunidad para la universidad, tanto en términos de prestigio institucional como por su contribución al enriquecimiento cualitativo de todo el entorno docente. Sacar el máximo partido de esta heterogeneidad constituye un gran desafío para el equipo docente. Se trata de cohesionar mentalidades, visiones y formas de trabajar distintas y de capitalizar el abanico multicultural en favor de la creatividad, la capacidad de innovación y el potencial de los alumnos.
Más allá del reto educativo, la gestión de la diversidad se ha convertido en una necesidad apremiante del management internacional y de los centros que lo imparten. La pluralidad de nuestras aulas conlleva que también deba ser plural el espectro de recursos humanos del centro educativo. De la misma manera, la globalización de los mercados ha acentuado el mosaico de responsabilidades, conocimientos, especialización, experiencia y, por supuesto, niveles retributivos, que constituye la empresa. También es mayor el número de proyectos empresariales en los que convergen organizaciones distintas que satisfacen a un público con preferencias muy dispares.
La diversidad en el entorno empresarial no constituye, por sí misma, ninguna garantía de éxito. Una gestión insensible a la heterogeneidad es fuente de conflictos, problemas de convivencia y comunicación, que se traducen en desmotivación, absentismo y una reducción de
productividad. Provoca una mayor rotación del personal y dificulta la atracción, desarrollo y retención de talento. Cara al exterior, una mala gestión de la diversidad supone un obstáculo en las negociaciones con proveedores, aliados estratégicos y clientes y, en definitiva, ocasiona la pérdida de oportunidades de negocio.
Por el contrario, la diversidad bien gestionada constituye un importante valor añadido. Según una encuesta a más de 1.800 organizaciones publicada en Over
view of diversity management de la Comisión Europea (2014), la integración de la heterogeneidad, además de una expresión de la responsabilidad social corporativa, es fuente de creatividad e innovación y, por tanto, de ventaja competitiva. La diversidad permite sacar todo el provecho del pensamiento desencasillado ( outside the box) al ofrecer múltiples visiones para la toma de decisiones. Agudiza el pensamiento crítico y reduce la tendencia al conformismo con la idea predominante, que en management conocemos como groupthink. De es- ta forma, permite evaluar las alternativas con un conocimiento de causa superior, asumir riesgos con mayores garantías y dar con las mejores soluciones estratégicas. Así, en un mercado tan global como el actual, la gestión de la diversidad se convierte en un factor estratégico clave. Lo es especialmente para aquellas empresas con un valor intangible mayor que, por ello mismo, requieren una gran agilidad organizativa y sensibilidad para interpretar y adaptarse creativamente a la rápida evolución de los mercados.
No existe una fórmula mágica para gestionar la diversidad, pero tiene algunos principios básicos. En primer lugar, la empresa debe identificar y valorar sus divergencias, contrastes y matices. Sin ello no es posible el encaje inclusivo de la diversidad. La regla de oro ya no es “tratar a los otros como te gustaría ser tratado” sino “como los otros prefieren ser tratados”. Ello exige estimular el sentido autocrítico, el trabajo en equipo, y enriquecer la comunicación interna y la expresión de todos los puntos de vista. Así se consigue evaluar, desde distintas perspectivas, las fortalezas y debilidades, los riesgos y las oportunidades operativas. Verlas desde los ojos de todos los grupos involucrados es esencial para elegir la mejor estrategia y las mejores prácticas. Con ello se enriquece la cultura empresarial y se facilita que la organización cumpla su misión de manera más consistente.
A nivel individual, la diversidad exige el desarrollo de competencias interpersonales como la capacidad de comunicación, de resolución de conflictos y de trabajo en equipo; así como competencias intrapersonales, como la autocrítica, el autoconocimiento, la disposición para el aprendizaje y la adaptabilidad a circunstancias cambiantes. Para ello nada mejor que familiarizarse con distintas culturas. Viajar, documentarse, aprender idiomas y estudiar en entornos multiculturales es una inversión que se rentabiliza a lo largo de toda la vida y una fuente de mejores oportunidades.
La diversidad permite sacar todo el provecho del pensamiento desencasillado al ofrecer múltiples visiones para la toma de decisiones”