La Vanguardia - Dinero

Wolfsburgo, capital de VW, teme al porvenir

La ciudad alemana donde el grupo Volkswagen tiene su sede se prepara para una caída de ingresos, con el presupuest­o municipal congelado por el escándalo de los diésel y la población inquieta

- MARÍA-PAZ LÓPEZ

En lo alto de la torre de cristal que alberga los flamantes vehículos Volkswagen listos para entregar a sus nuevos dueños, a la amableguía trajeada se le desencaja el semblante ante la sola mención del Abgasskand­al, el escándalo del gas de escape, como ha bautizado la prensa alemana al despropósi­to en que se ha metido el gigante industrial del automóvil por trucar motores diésel para eludir controles de emisiones de gases contaminan­tes.

Similar reacción suscita la palabreja ante otros empleados del Autostadt (literalmen­te, la ciudad del automóvil), un complejo museístico y de ocio a mayor gloria de una empresa que lo es todo para Wolfsburgo, localidad fundada en el siglo XX al calor de esa industria incipiente. De sus 125.000 habitantes, unos 72.000 trabajan para el grupo Volkswagen (VW), ya sea en gestión y administra­ción, en I+D, en servicios o, la gran mayoría, en las líneas de montaje de los modelos Golf, Tiguan y Touran. En una superficie de más de 6,5 kilómetros cuadrados –el triple del principado de Mónaco–, se producen al año casi 840.000 coches.

Basta plantarse de buena mañana en la estación, desde cuyas vías se observa nada más llegar la inconfundi­ble panorámica de la gran fábrica de ladrillo de VW asomándose a la ribera del Mittelland­kanal. Ahí se apean cada día de los trenes cientos y cientos de obreros procedente­s de localidade­s vecinas, chicas y grandes. “Si perdemos el trabajo por culpa de este lío, no encontrare­mos ninguna otra cosa que hacer ni aquí en Wolfsburgo ni en la región”, dice uno de ellos, Klaus, que no esconde su malhumor ante la pregunta.

De hecho, los habitantes de Wolfsburgo utilizan para su ciudad un dicho que se ha usado en procesos históricos de países varios, y que define exactament­e la dependenci­a que esta localidad del land de Baja Sajonia de su empresa madre: “Cuando Volkswagen tose, Wolfsburgo se resfría”.

Unprimer síntoma del resfriado fue la decisión de la alcaldía –anunciada el 29 de septiembre con el escándalo ya desbocado – de bloquear gastos y congelar contrataci­ones. Las arcas municipale­s se nutren en gran parte de los cuantiosos impuestos de sociedades abonados por VW. Analistas y prensa en Alemania calculan que entre multas por el fraude en los controles antipoluci­ón, demandas de compradore­s, y coste de las reparacion­es, Volkswagen deberá afrontar pagos de entre 25.000 y 50.000 millones de euros.

“Aúnespront­opara uncálculo concreto, pero está claro que a partir de este año debemos contar con ingresos netamente inferiores en concepto de impuestosp­ornegocios”, escribió el alcalde, Klaus Mohrs, en un comunicado. En 2015, el presupuest­o municipal rozólos430­millonesde­euros, yel70% de los ingresos de procedían de impuestos de VW. “Los proyectos que ya han sido lanzados seguirán funcionand­o, pero se suspende la puesta en marcha de nuevos proyectos”, aclaró el burgomaest­re. Entre las infraestru­cturas aplazadas figuran un parque de bomberos y un centro cultural.

Para Wolfsburgo, acostumbra­da a la abundancia, implica un gran cambio de enfoque. Este es el corazón de una empresa que estaba escalando la cima del mundo –en el primer semestre del año VW desbancó al japonés Toyota como primer fabricante mundial, con 5,04 millones decochesve­ndidos–, para sumergirse en un vendaval costoso. Wolfsburgo es a Volkswagen, como Detroit es a General Motors o Turín es a Fiat, aunque no del todo. Porque, a diferencia de sus homólogas estadounid­ense e italiana, Wolfsburgo nació por y para Volkswagen. La fundó Adolf Hitler en 1938, para concentrar en un solo lugar la producción del coche del pueblo (eso significa la palabra Volkswagen), diseñado por el ingeniero austríaco Ferdinand Porsche.

Al principio se llamó Stadt des KdFWagens, es decir, Ciudad del CocheKdF, siglas de la organizaci­ón nazi para el deporte y el ocio Kraft durch Freude (fuerza a través de la alegría). Acabada la Segunda Guerra Mundial, la ciudad tomó su nombre actual de un castillo cercano, y Volkswagen resucitó como empresa gracias al apoyo de oficiales británicos. Fue entonces cuando empezó a fabricarse de modo masivo el escarabajo proyectado por Porsche, que se convertirí­a en emblema de la clase media alemana.

Yconlosaño­s, Wolfsburgo­setransfor­mó de mera ciudad dormitorio para los obreros de la fábrica en un centro urbano moderno y rico, que tiene ahora incluso un equipo de fútbol en la Bundesliga, el WfL Wolfsburgo, que también afronta recortes. Aquí se respira atmósfera de das Auto, el coche, desde la fábrica histórica con sus legendaria­s chimeneas, a los nombres de las calles, como la peatonal Porschestr­asse a la que se asoman las mejores tiendas, en honor del ingeniero sagaz.

Quizá por esa confianza aposentada los clientes mantienen la fe. “Vengo a recoger un Golf Cabriolet; lo compré antes del Abgasskand­al pero volvería a comprarlo ahora que lo sé; no se puede culpar a toda la marca por la mala conducta de unos cuantos”, decía el viernes Petra Gläser en la Autostadt, mientras esperaba la entrega de su nuevo utilitario, pendiente del cartel anunciador. Lo traerán desde una de las dos torres de cristal (en una aguardan 390 coches, en la otra 400), que se vacían a un ritmo de torre y media al día. Todos en Wolfsburgo confían que ese ritmo se mantenga.

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En Wolfsburgo –125.000 habitantes– trabajan para el grupo VW 72.000 personas
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ARXIU La Porschestr­asse –per a vianants– es el carrer comercial més important de Wolfsburg
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