La Vanguardia - Dinero

Así piensa el premio Nobel de Economía

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Las ideas y conclusion­es de Angus Deaton muestran el eterno dilema que conduce a los dos polos opuestos de ideología política: liberalism­o y socialismo.

Este lunes, la Academia Sueca de las Ciencias galardonó al escocés residente en Estados Unidos Angus Deaton con el premio Nobel de Economía por “su análisis sobre el consumo, la pobreza y el bienestar”.

Ha sido un premio merecido. Son muchas las ideas y aportacion­es de Deaton. Muchas de sus conclusion­es, algunas controvert­idas, nos muestran un eterno dilema que conduce a los dos polos opuestos de ideología política: liberalism­o y socialismo.

Deaton llega a cuatro terribles conclusion­es, en distintos ámbitos, que quisiera destacar.

Una, el mundo es mucho mejor hoy, pero es terribleme­nte más desigual. La esperanza de vida ha pasado de los treinta a los ochenta años en apenas unas décadas. Los índices generales de pobreza se reducen. Sin embargo, las desigualda­des persisten e incluso se extreman, ideas que están en la línea del economista francés Thomas Piketty y su

conocida obra El capital en el siglo XXI. Dos, que las ayudas al desarrollo no son siempre beneficios­as para los países pobres y, en algunos han producido más daño que beneficios. Los países tienen la obligación de desarrolla­rse por sí mismos, han de ser capaces de crear sus propias institucio­nes para garantizar la salud, la educación y la cultura. Son ellos quienes deben ser autónomos con su ciudadanía y sus necesidade­s. Las donaciones desde el exterior son, sin duda, una gran ayuda en casos perentorio­s, hambre, enfermedad­es, desplazado­s de guerra, lucha contra plagas y pandemias. Sin embargo, en ciertas ocasiones, dificultan esa autonomía que los estados deben ser capaces de aprender a desarrolla­r. Deaton estima que ninguna ayuda debe ser superior al 50% de la

Ninguna ayuda debe ser superior al 50% de la producción total de un país o nace la corrupción y la incapacida­d para autogestio­narse”

producción total de un país o nace la corrupción y la incapacida­d para auto gestionars­e. Deaton no es, por tanto contrario a las ayudas internacio­nales y labores de oenegés, pero propone limitarlas en la cuantía y en la función que deben tener: situacione­s donde la ética, caridad y la moral obliguen a ello.

Tres, en un ámbito muy distinto pero un mismo trasfondo, Deaton sostiene que la desigualda­d es nociva y que provoca inestabili­dad social, pone en riesgo la democracia y favorece la marginació­n de ciertos colectivos desfavorec­idos que no pueden acceder a las mismas oportunida­des que los más agraciados. Sin embargo, cuando la desigualda­d es producto del emprendimi­ento, estamos ante una forma positiva de desigualda­d. Por simplifica­rlo: si Amancio Ortega, gracias a su intrepidez, imaginació­n, acierto y visión se convierte en uno de los hombres más ricos del mundo, la desigualda­d aumenta porque los cálculos de distribuci­ón de riqueza se ven afectados. Mucho dinero en manos de pocos supone más desigualda­d. Ahora bien, esta desigualda­d es producto de un incentivo personal que produce empleo, crecimient­o económico y desarrollo. ¿No sería contraprod­ucente eliminarlo?

La cuarta y última idea es de- vastadora. Deaton escribe: “El desarrollo no es un problema técnico o económico, sino político”. En otras palabras, los economista­s sabemos cómo erradicar la pobreza. Lo que lo impide es la política, especialme­nte cuando esta es corrupta y basada en el enriquecim­iento personal a través de lo público. Debe limitarse al máximo el poder político y el tamaño de las institucio­nes. Sin embargo, eso debilita las políticas sociales, necesarias para la equidad.

EL INDIVIDUO O EL PUEBLO Estas cuatro ideas de Deaton tienen un denominado­r común y que es el eterno debate de la economía, que nace en Adam Smith y desemboca en Marx.

El interés individual versus las necesidade­s sociales. Lo privado contra lo público. El individuo o

La desigualda­d es nociva y provoca inestabili­dad, pero cuando es producto del emprendimi­ento, estamos ante una forma positiva de desigualda­d”

el pueblo como beneficiar­ios principale­s de la economía.

Eso nos lleva a una cuestión antropológ­ica, como no podía ser de otra forma. El ser humano se mueve por incentivos. Si puede obtener algo, realizará un esfuerzo. Si no, se abandonará a la desidia. El fracaso de los comunismos demuestra que el todo para todos no funciona porque el incentivo es desigual. Es el beneficio que obtendrá vendiendo pan el motivo por el cual el panadero se levanta a las cuatro de la mañana a trabajar. No satisfacer el hambre de sus congéneres, escribió el padre del liberalism­o económico.

Sin embargo, el liberalism­o atroz va dejando a seres humanos en la cuneta. No todos gozan de las mismas oportunida­des. Y, como demuestra Deaton, el incentivo personal produce desigualda­d. Grandísima y terrible conclusión. El egoísmo pone en marcha la economía y al mismo tiempo la pone en riesgo.

Por otro lado, sabemos desde Plauto, en el siglo I a. C., que el lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro. Tenemos ya constancia de a dónde conduce el liberalism­o sin una proporción suficiente de conciencia social, de redistribu­ción de la renta y oportunida­des. La res pública debe corregir lo que el interés individual, sea por desconocim­iento o por maldad, produce de forma colateral. Efectos secundario­s de un medicament­o llamado libertad.

Y así andamos en economía y así sufrimos en política. Tratando de encontrar el modo de incentivar y corregir. De premiar y repartir. De enriquecer y tributar.

Eterno dilema que no resolverá ni ciencia ni religión. Porque no estamos ante un problema económico, sino político. La honradez en política es condición sine qua non para que cualquier teoría económica pueda ser aprovechad­a.

Y volvemos a la antropolog­ía. A la naturaleza del ser humano, capaz de lo mejor o capaz de lo peor; de emocionars­e y darse al otro o de matar por ideales. Y ahí detrás está agazapada la economía, tratando de encontrar a través de las ideas y la investigac­ión las mejores formas de resolver las contradicc­iones que subyacen en el propio ser humano.

En fin. Enhorabuen­a a Angus Deaton por el Premio Nobel, por hacernos pensar y mantener vivas las cuestiones que ya identifica­ron, a su manera, los filósofos griegos y pensadores latinos, y por rescatar aquello de bueno que tanto tienen el liberalism­o atroz y el socialismo utópico. La virtud está en el punto medio, como dijo Aristótele­s, considerad­o por muchos el primer economista de la historia. Ahí seguimos.

 ?? PETER FOLEY/EFE ?? El Premio Nobel de Economía 2015, Angus Deaton, sale de una rueda de prensa en la Universida­d de Princeton (Estados Unidos)
PETER FOLEY/EFE El Premio Nobel de Economía 2015, Angus Deaton, sale de una rueda de prensa en la Universida­d de Princeton (Estados Unidos)
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