La Vanguardia - Dinero

Economía sin eufemismos

- Justo Barranco

La bolsa es un casino que abre durante el día. Los gurús económicos y empresaria­les son timadores que viven de la ignorancia ajena. Las sinergias, una palabra mágica para que nadie ponga en duda lo que dices aunque no tengas ni idea de lo que hablas. Y una opa hostil contra una empresa es una operación de compra en la que los miembros del consejo de administra­ción no van a poder manipular ni enriquecer­se a costa de la operación. En cuanto a las stock options, son un incentivo para crecer sin importar la sostenibil­idad de ese crecimient­o, y salir pitando lo antes posible con las acciones convertida­s en dinero. Por cierto: el dividendo empresaria­l es el síntoma de una in capacidad para seguir creciendo de forma rentable. Y aún hay más. En El libro prohibido de la economía, el nuevo ensayo de Fernando Trias de Bes, hay estopa para todos: bancos, políticos, impuestos y economista­s incluidos.

Como muestra, unas cuantas definicion­es más. Un banco es una empresa que tiene la exclusiva gubernamen­tal para prestar un dinero que no es suyo. Y un arancel es un impuesto destinado a pagar la incapacida­d competitiv­a de las empresas nacionales. En cuanto al impuesto sobre el patrimonio, tiene como objetivo gravar lo quequedade­spués de haber pagado todos los impuestos. En esa línea, el ahorro es el dinero que los gobiernos incompeten­tes gravan dos ve- ces: al percibirlo y por no gastarlo. Por cierto, un inspector de Hacienda es una persona maravillos­a.

Nada se escapa. Las tarjetas de fidelizaci­ón son instrument­os promociona­les que acaban desembocan­do en precios más elevados y una menor libertad de elección. El dos por uno es una prueba fehaciente de márgenes superiores al 50%. El servicio técnico es un proceso disuasorio que le convence a uno de reponer antes que reparar. Y el marketing se ha convertido en có- mo engañar sin mentir. Por cierto, que un economista es ... una persona que vive de la economía.

Trias de Bes hace un repaso del mundo económico actual con ironía como método para desvelar los juegos a los que jugamos en un momento en que a los economista­s se les considera personas que no tienen ni idea de lo que va a pasar y a la economía una ciencia oscura llena de engaños que sirve para obtener poder o dinero a costa de los demás. Él cree que la economía es una for- midable disciplina que el carácter egoísta y ambicioso ha pervertido: sus técnicas y herramient­as, bien utilizadas, servirían para tener un mundo mejor. Aunque hoy, reconozca, se utilicen para lograr que la gente compre cosas que en realidad no necesita, para cobrarnos impuestos irracional­es y para justificar que las cosas son como son y no pueden ser de otra manera.

Frente a eso, cree que poner las definicion­es oficiales frente a otras que desvelan lo que realmente se

hace de ese concepto económico ayuda a evitar las manipulaci­ones de las que somos objeto por parte de todos los agentes del gran juego, marcados casi siempre por estrategia­s a corto plazo. Desde cómo el sofisticad­o marketing, nacido para asegurar la coherencia de las inversione­s empresaria­les a la hora de poner productos y servicios en el mercado, es hoy un sinónimo de mentira, una técnica para convertir carencias irrelevant­es en deseos perentorio­s, hasta cómo gobiernos ineficaces y corruptos emplean los impuestos a su antojo –dice que po

lítica económica es un eufemismo

para malversaci­ón de caudalespú

blic os–machacando a los ahorrador ese instaurand­o escalas impositiva­s progresiva­s desproporc­ionadas que desincenti­van la creación de valor. Desde la locura de las hipotecas en España, que son en realidad un crédito personal gigantesco parcialmen­te garantizad­o por el valor de la vivienda, hasta cómo a la mayoría de los gestores no les importa su empresa más que lo que tarden en cobrar las acciones que tienen como incentivo. Pasando por los

business angel, que muchas veces se convierten en demonios, o por la internacio­nalización de las empresas, “la última opción del emprendedo­r español”. Un emprendedo­r al que recuerda que el éxito es el acto de emprender y el fracaso una opinión ajena sobre los logros propios. Aunque sabe que el problema aquí no es el miedo al fracaso: emprender en España es una fuente de problemas burocrátic­os, fiscales y legales.

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MICHAEL NAGLE / BLOOMBERG Un hombre contempla el edificio de la Bolsa de Nueva York, en Wall Street
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