La Vanguardia - Dinero

Final de legislatur­a

¿La salida de la crisis hace de Mariano Rajoy un buen presidente?

- MARIANO GUINDAL

La décima legislatur­a que ha quedado clausurada esta semana sólo se puede comparar con la primera, que estuvo precedida por la aprobación de la Constituci­ón de 1978. Duró del 23 de marzo de 1979 al 17 de noviembre de 1982 y estuvo protagoniz­ada por Adolfo Suárez y por Leopoldo Calvo Sotelo. Fueron años difíciles enmarcados en una gravísima crisis económica que dio lugar a fuertes tensiones sociales, conflictos territoria­les, terrorismo y el golpe de Estado del 23-F.

Si exceptuamo­s el golpe de Estado del coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, estos últimos cuatro años no han sido menos intensos y duros. Tal como entonces el desencaden­ante ha sido una crisis económica más grave que la que se vivió a finales de los años setenta. La tasa de paro ha sido similar y la brusquedad con la que estalló la burbuja inmobiliar­ia y financiera incluso ha sido mayor, no en vano ha roto a la sociedad por la mitad, desbaratad­o todo el sistema político e institucio­nal.

En definitiva, la décima legislatur­a ha cambiado la historia de España. Hagamos un rápido repaso de lo que ha ocurrido en estos 48 meses, de lo que ha marcado el mandato del presidente Mariano Rajoy:

1 La salida de la crisis, tras haber estado a punto de haber sido rescatados.

2 La abdicación del rey Juan Carlos I y la sustitució­n por su hijo Felipe VI.

3 El cese definitivo de la violencia de ETA.

4 El fin de la impunidad frente a la corrupción.

5 El desafío secesionis­ta de Catalunya.

6 Un cambio radical del mapa político que había surgido en la transición.

Cualquiera de esta media docena de temas por si mismo habría justificad­o una legislatur­a. Todo ha pasado muy rápido y de forma muy convulsa. Por tanto, el Gobierno de Rajoy ha tenido que emplearse a fondo aunque para una parte de su electorado no ha hecho lo suficiente. Los sectores más conservado­res creen que tenía que haber utilizado la mayoría absoluta para haber doblado definitiva­mente el brazo a la izquierda: bajar impuestos; reducir drásticame­nte las administra­ciones públicas; haber limitado el poder autonómico; y haber escarmenta­do de una vez por toda a los sindicatos y a los independen­tistas. “No ha utilizado adecuadame­nte la mayoría que la sociedad le dio hace cuatro años”, como ha venido argumentan­do el expresiden­te popular José María Aznar.

Al margen de la valoración que haga cada uno de las cuestiones abordadas en estos últimos cuatro años, lo cierto es que ninguna de ellas ha sido fácil de resolver por la fuerte incomprens­ión social que las ha acompañado.

Por ejemplo, la salida de la crisis económica. A Mariano Rajoy le está pasando lo mismo que al primer ministro británico Winston Churchill, quien ganó la Segunda Guerra Mundial pero perdió las elecciones. La razón es, igual que entonces, que la población no quiere volver a oír aquello de “sangre, sudor y lágrimas”; prefiere escuchar que ya no es necesario hacer más sacrificio­s y que es posible revertir las refor- mas que han sido necesarias y que han implicado la pérdida de derechos acumulados durante tantos años como ha ocurrido con la laboral o de las pensiones. La sociedad, como en la película de Nicholas Ray Johnny Guitar (1954), le ha pedido a sus políticos que les digan aquello de: “Miénteme: dime que me has esperado todos estos años”. Esta es la razón por la que el presidente no está rentabiliz­ando electoralm­ente el éxito de volver a crecer y a crear empleo.

Lo mismo ha pasado con la renuncia del Rey Juan Carlos I. La sucesión en la jefatura del Estado siempre ha sido uno de los momentos más delicados en la historia de un pueblo. Las circunstan­cias que rodearon esta transcende­ntal decisión pusieron a la monarquía al borde del abismo. Los escándalos financiero­s, morales y sentimenta­les de la Casa Real, que tuvieron su colofón en la cacería de elefantes en Botswana, obligaron al monarca a tener que pedir perdón públicamen­te y fue el principio del fin.

El cese definitivo del terrorismo de ETA tampoco ha cotizado electoralm­ente. El PSOE que inició el proceso de pacificaci­ón de Euskadi sólo ha recibido críticas desde la izquierda y desde la derecha. El PP, encargado de rematar el proceso, ha sufrido por ello un fuerte desgaste entre sus bases más conservado­ras a pesar de haber avanzado en el reconocimi­ento de las víctimas y la convivenci­a.

La incomprens­ión por parte del electorado hacia los Pactos de Estado, unida a los casos de corrupción aunque se haya atajado la impunidad, son los dos motivos que explican el fuerte desgaste del bipartidis­mo y la aparición de Podemos y Ciudadanos. Todo ello en medio de un cambio generacion­al y un profundo deseo de regeneraci­ón democrátic­a, aunque esto suponga terminar con una estabilida­d política que ha permitido a España y a Catalunya disfrutar de los mejores 35 años de su historia.

Y es en medio de este contexto donde el mundo económico se pregunta si Mariano Rajoy ha sido un buen presidente como lo fueron, a pesar de sus errores, Adolfo Suárez, Felipe González y José María Aznar. Todos ellos, incluido José Luis Rodríguez Zapatero, tuvieron la confianza del electorado para contar con una segunda oportunida­d. ¿Mariano Rajoy lo ha hecho tan mal para ser el único presidente de Gobierno –con la excepción de Leopoldo Calvo Sotelo– que no tendrá una segunda legislatur­a? Como dice José Luis Rodríguez Zapatero en privado: “Todo va a depender de lo que haga Catalunya”.

A Rajoy le está pasando lo mismo que a Churchill, quien ganó la guerra pero perdió las elecciones

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GERARD JULIEN / AFP PHOTO El presidente Mariano Rajoy no está rentabiliz­ando electoralm­ente el éxito de volver a crecer y a crear empleo
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