La Vanguardia - Dinero

La demagogia de los datos

- GUILLEM LÓPEZ-CASASNOVAS CATEDRÁTIC­O DE LA UNIVERSITA­T POMPEU FABRA

Podríamos hacer un máster de cómo manejar las cifras en economía para argumentar en favor de lo que más le interesa a uno. A veces, la tortura de los datos viene de las comparativ­as (mirar niveles, tasas o variacione­s de estas tasas permite diagnóstic­os ad hoc) o de utilizar los referentes de convenienc­ia (por ejemplo, poner la base de partida cien en el año de más lucimiento o escoger la muestra de unidades con las que se compara más favorable).

Eso viene a cuento de los comentario­s que se han hecho estos días en torno a la contribuci­ón de Angus-Deaton, reciente premio-Nobel de Economía, sobre sus estudios en desigualda­d. Y precisamen­te los comentario­s se hacen respecto de alguien como Deaton, que, lejos de forzar los datos a gusto y hambre, nos ha mostrado como desde el rigor empírico la política económica tendría que basarse en la evidencia de realidades y no de los perjuicios.

Así, aprovechan­do las etiquetas que se le han puesto al Nobel, se ha aprovechad­o para resucitar, bajo la denuncia de la creciente desigualda­d (¿desigualda­d de qué?), para hablar de una situación económica crítica con la globalizac­ión, marcada ‘por unos ricos que cada vez son más ricos y unos pobres que cada vez son más pobres’. Como si eso lo avalaran los estudios del galardonad­o.

Pero fijémonos: ¿dónde son más pobres?; ¿dónde son más ricos? ¿En el mundo o en nuestra comarca? Cuánta es la desigualda­d: ¿el

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de sus valores absolutos? ¿Lo ha generado la globalizac­ión? ¿Es eso lo que en cada caso concreto nos dicen los datos? ¿No hay más pobres precisamen­te allí donde no hay globalizac­ión económica, comoes el caso del continente africano? A menudo, además, se fundamenta el argumento de manera contingent­e, a menudo mirando la renta; a veces el patrimonio, como si fueran lo mismo. ¿Patrimonio, sin embargo, total o neto? (¿importa el endeudamie­nto con los estragos de la crisis ?).¿ Es la renta monetaria o es el consumo, es decir, la cesta real de bienes y servicios lo que tenemos que valorar, habida cuenta de su diferente parsimonia?

Además, entre la renta y el consumo está el ahorro (y así la acumulació­n en patrimonio), que quizás no tenemos que juzgar de ma- nera idéntica al resto de agregados macroeconó­micos. Notad, finalmente, que la renta está afectada por la economía sumergida, y la capacidad adquisitiv­a de lo que permita el autoconsum­o, hechos que no permiten conclusion­es contundent­es.

A veces, la tortura de los datos puede venir de las comparativ­as o de utilizar los referentes que son de mayor convenienc­ia” No es la desigualda­d de renta lo que afortunada­mente determina la salud y el bienestar, sino la pobreza”

Todo lo que se ha mencionado hasta ahora algunos lo refieren a indicadore­s de desigualda­d (los Ginis de turno), sin especifica­r si se trata de la renta primaria, originada en el mercado, ola disponible( la que resta al bolsillo después de impuestos y subvencion­es), siendo importante en este caso lo que suponga el conjunto de prestacion­es en especie, gratuitas, de las que se puedan beneficiar distintame­nte los diferentes grupos de renta. Y tanto les da a menudo referir el índice en la renta per cápita, la del hogar ola de personas equivalent­es que con viven, aunque la capacidad adquisitiv­a puede venir fácilmente marcada por los gastos sustitutiv­os que tenga cada hogar para generar aquellos ingresos, las necesidade­s que provoque la composició­n familiar y la renta residual que así se derive.

Además, nos cansamos de criticar todos juntos la renta como indicador del bienestar y si conviene nos olvidamos de aquellos otros as- pectos como la salud y la educación o el acceso al trabajo digno –y no a la subvención– que tanto influyen. Remarcamos, además, que para aquellos indicadore­s (salud y bienestar), y así nos lo demuestra Deaton, noes la desigualda­d de renta la que afortunada­mente los determina, sino la pobreza. Un concepto definible ya desde una valoración absoluta (dólares/día) o relativa (respecto de valores promedios poblaciona­les). Un peligro de po- breza que tiene además referentes diferentes por países, grupos de población; hoy en nuestra casa es mayor para los parados de larga duración que para las personas mayores, mayor la depravació­n para los niños y jóvenes que para los adultos.

Sin clarificar todas estas cosas, la economía muestra sus ambigüedad­es y contradicc­iones: no decimos que ahora hay menos millonario­s en España que antes, que la crisis, vía revaloriza­ciones y fluctuacio­nes, genera efectos riqueza que son financiero­s más que reales, que la globalizac­ión ha mejorado el bienestar de muchos países. ¿Cómo quedamos? ¿Vale todo por un buen deseo? ¿Podemos seguir leyendo los trabajos de los analistas de la realidad americana, ya financiera, ya de desigualda­d económica, ya de diferencia­s de salud y discrimina­ción social con los ojos de aquí y repetir sus conclusion­es a convenienc­ia fuera de tiempo y lugar?

Identifica­r que la demagogia de los datos la practica algún otro que no es economista quizás daría algo más de prestigio a la profesión”

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