Una industria dura de roer
El sector cárnico en EE.UU. es un potente lobby industrial en mano de cuatro grandes firmas
El Tío Sam, el conocido símbolo de EE.UU., era carnicero. Según cuenta la historia, su nombre era Samuel Wilson y era proveedor del ejército estadounidense en 1812. Los militares bautizaron sus entregas cárnicas como “las del Tío Sam”, de ahí surgió el apodo. Bastaría citar esta anécdota para entender el peso que tiene esta industria no sólo en la economía del país, sino en el imaginario colectivo.
El sector emplea a 482.000 personas. Sólo en salarios, se paga el equivalente de más de 17.000 millones de euros. A nivel indirecto, estas cifras se multiplican: 6,2 millones de empleos y 18.000 millones en concepto de sueldos. La industria de la carne supone el 6% de toda la riqueza que se produce en una ño en EE.UU. Sólo la ternera representa un negocio de 86.000 millones de euros.
A escala mundial, hoy comemos más carne que nunca: 310 millones de toneladas en 2012. Esto supone un 25% más que en 2003. Los productores norteamericanos han puesto toda la carne en el asador y exportan a Canada’, Japón, México y Hong Kong. Son una de las industrias cárnicas con la rentabilidad más suculenta.
Esto es posible también gracias a la fortaleza de su mercado interno. Los estadounidenses, no hay que olvidarlo, son los que consu- men más carne por persona de todo el mundo. Más de 380 gramos per cápita cada día. Superan todos los registros, así como las cantidades recomendadas por la OMS(56 gramos de proteínas diarias).
Maureen Ogle es historiadora y ha publicado un libro de referencia titulado In meat we trust (parafraseando el célebre In God we trust: la pasión carnívora en EE.UU. es casi una religión). ¿Qué ocurre cuando una organización tan acreditada como la OMS pone en entredicho unodelos pilares de la cultura (no sólo gastronómica) del mayor productor del planeta?
“Los estadounidenses ya no se toman estos anuncios seriamente. Ya hubo informes similares en los años setenta. No creo que el informe tendrá mucho impacto en el consumidor norteamericano. Desde el periodo colonial, los ciudadanos han considerado la carne como elemento central de su dieta. La gente sabe que en seis meses vendrá alguien más con un informe que presentará conclusiones opuestas”, asegura. LAS GRANDES FIRMAS ¿Y las grandes firmas? “Las compañías productoras son conscientes que cualquiera dieta en contra de la carne no será nunca popular ni universal en un país como EE.UU.”, sentencia Ogle. Para esta experta, el estadounidense es esencialmente pragmático. Mira al precio. “El anuncio de la OMS no implicará que las empresas abandonen del sector, aunque al mismo tiempo no creo que vaya a crear más demanda en el consumidor. Porque hay que tener clara una cosa: los norteamericanos seguirán consumiendo carne hasta que esta no sea demasiado cara”.
Y aquí reside uno de los puntos de la cuestión. En la actualidad, dedican un 2% de su renta disponible a comprar comida. La carne es en comparación la mitad deba-
Las empresas de la carne representan, entre el 6% del PIB de EE.UU., el país más carnívoro del mundo Tyson, Cargill, JBS y National Beef actúan como un oligopolio y condicionan las decisiones políticas
rata que hace 30 años. En estas condiciones, las advertencias de la OMS pueden quedar en papel mojado. “Este informe se olvidará al día siguiente”, ironiza Mike Seery, un operador de la bolsa de los alimentos y materias primas.
El sector cárnico, de todas maneras, está blindado y tiene una salud de hierro. Como reconocía en un reciente artículo The New York
Times, “en EE.UU., la producción de comida no es sólo comida. Es todo lo demás, desde política, cultura y economía”.
Apunten este otro dato: en 2014 esta industria aportó 10.800 millones en contribuciones alas campañas políticas y otro 6.900 para sus estrategias de lobby ante el gobierno federal. Con estos ingredientes, se entiende mejor la protección que este sector goza en las instituciones.
Baste pensar que el Departamento de Agricultura a mitad de los años ochenta todavía rechazaba el concepto de pirámide alimenticia (que insta a limitar el consumo de carne), al promover el esquema de una rueda, en la que el peso de la carne representaba un tercio de las aportaciones diarias (y, como anécdota, también dejaba espacio para grasas, dulces y alcohol).
Lainfluencia del lobby carnívoro en los palacios del poder es enorme. Cuentan que el Departamento de Agricultura tiene línea telefónica directa con las asociaciones del sector.
Los archivos históricos informan de casos célebres, como cuando en 1977 el Senado se vio obligado a cambiar sus recomendaciones de “reducir el consumo de carne” por un genérico “reducir el consumo de grasas animales” y ¡“pescado”!. Todavía hoy, según las últimas recomendaciones del Departamento de Agricultura se insta a “aumentar el consumo de carne... magra”.
Patrick Boyle, que fue durante más de dos décadas consejero delegado del influyente North American Meat Institute (NAMI), admitió una vezque el objetivo de dicha organización “es asegurar que el legislador en el momentode promulgar una ley, nos considere parte del proceso”.
Por ello, no es de sorprender la reacción que tuvo de la NAMI ante el estudio del a OMS .“Es excesivamente alarmista y dramático. Las consideraciones desafían el sentido común. Los miembros del panel estaban buscando un resultado específico pese a que los datos de consumo diario que manejaban estaban desfasados y eran inconsistentes. El cáncer es una enfermedad compleja. El análisis sólo considera una parte del puzle. Los riesgos y los beneficios deben considerarse en su conjunto antes de decir a la gente lo que tiene que comer, beber, conducir, respirar o en qué trabajar”.
El sector cárnico estadounidense es poderoso porque es poco fragmentado. Tyson, Cargill, JBS y National Beef son los cuatro líderes que se reparten el pastel. El periodista de investigación Cristohper Leonard ha publicado un libro polémico: Meat racket, en el que señala como sus decisiones condicionan, además delos despachos de los legisladores, toda la cadena de producción .“Cuatro compañías producen el 85% de toda la ternera de EE.UU., cuando hace 30 años, sólo ocupaban el 25% del mercado. Tienen el poder de ajustar los precios que pagan a los granjeros y al mismo tiempo mantener precios elevados parael consumidor”.
Sin embargo, por mucho que científicos o economistas hinquen los dientes y se empeñen en cuestionar sus prácticas, la industria de la carne de EE.UU. tiene los cuchillos afilados. Se necesita mucho más para pincharle. Y si no, que pregunten al Tío Sam.