La Vanguardia - Dinero

Duplicidad­es y dinastías

Crece y se extiende en medio de la agitada actualidad un nuevo orden emérito paralelo

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El último septiembre fue un mes muy movido. Y no sólo en España. Hubo de todo y en todas partes. Desdelas oleadas derefugiad­os cruzando Europa, pasando por la apuesta del laborismo británico por Jeremy Corbyn, la nueva victoria de Syriza en Grecia, el caso Volkswagen o la visita del Papa a Cuba y Estados Unidos.

¿El Papa?, ¿qué Papa? Desde marzo del 2013 la Iglesia de Roma cuenta con dos Papas; a saber: el emérito Benedicto XVI y Francisco. Mas tratándose de Roma, ciudad al fin y al cabo fundada por los gemelos Rómulo y Remo, semejante duplicidad –en el mejor sentido de la palabra– papal se antoja más comprensib­le. Detodosmod­os, el retirado Papa bávaro Ratzinger visitó la isla caribeña en el 2011, como ya lo había hecho en 1998 su antecesor, el polaco Wojtyla. Eso sí, en Cuba le esperaban al papa Francisco los dos hermanos Castro, Fidel y Raúl.

Poco antes de que el papa Francisco pisara Nueva York y Washington, visitaron estas dos ciudades los reyes de España. ‘¿Cuáles de ellos?’, cabe preguntars­e, ¿Juan Carlos I y Sofía oFelipe VI y Letizia? Mas a nadie le debe extrañar esta supuesta anomalía: habida cuenta de que en la antigua Esparta había dos reyes o diarcas.

Dejando a un lado las visitas regias y papales, a más de un año de las elecciones presidenci­ales que pondrán fin a la era Obama, gran parte dela actividad mental de los norteameri­canos se gasta sopesando las posibilida­des de triunfar de los muchos personajes prestos a convertirs­e en el 45º presidente de Estados Unidos.

Sea como sea, lo de los dos hermanos Castro en Cuba, los dos Papas de Roma o los dos reyes de España parece una bagatela en comparació­n con la saga de los Kennedy, los Bush o los Clinton. De hecho, las quinielas coinciden en que existen muchas posibilida­des de que el próximo presidente de la nación será bien Jeb Bush o Hillary Clinton. Y es de todo menos fantasioso imaginar que pasado mañana disputarán el cargo Chelsea Clinton y algún Bush de última generación, como acaba de hacer Justin Trudeau en Canadá.

Dimitió en el 2010 el laborista inglés David Miliband, tras verse vencido por su hermano pequeño, Ed, en su lucha por el li- Nada más llegar a La Habana, el papa Francisco pidió que el diálogo se imponga a la dinastía. Dijo que la cultura del diálogo y el encuentro debe imponerse “sobre el sistema, muerto para siempre, de dinastía y de grupos” derazgo del partido. Y en la otra orilla del canal de la Mancha, la familia Le Pen va por la tercera generación. Están el abuelo Jean-Marie Le Pen, su hija Marine y la sobrina de esta, Marion Maréchal-Le Pen, la diputada más joven de la historia de Francia.

Unpoco más al este, cuando murió en el 2010 en un trágico accidente de aviación el entonces presidente de Polonia, Lech Kaczynski, el primer ministro del Gobierno era su gemelo, Jaroslav, que ahora vuelveadir­igir el país entrebamba­linas. Eran como dos gotas de agua. Bueno, se dice quedosesme­jorque uno. Pero también que no hay dos sin tres.

El papa Francisco ha dicho en más de una ocasión que su papado será corto. Así que, si el día menos esperado se retirara Jorge Mario Bergoglio tal como hizo su antecesor, Ratzinger, y este aún viviera, la Iglesia tendría nadamenosq­uetres Papas a la vez.

Dada la relativa juventud de Felipe VI, es improbable que la monarquía española llegue a contar con un tercer rey vivo, aunque tal vezsí le pudierapas­aralabritá­nica. Si Isabel II resultara ser tan longeva como lo fue su madre –murió a los 101 años–, podría en algún momento verse obligada a abdicar en su hijo Carlos, y este, a su vez, ya de avanzada edad, si hiciera lo propio a favor de su hijo Guillermo, el Reino Unido se hallaría de golpe y porrazo con un trío de monarcas, extremo ya contemplad­o en su día por el rey Faruq de Egipto, aunque no exactament­e de esta guisa.

Tampoco hace falta mirar hacia Corea del Norte para constatar que en muchos rincones de mundo va enaumenton­osólolacan­tidadsino la longevidad de ciertas dinastías políticas. Entiemposr­ecientes esto ya ha pasado en la India con los Gandhi, los Bhutto en Pakistán, los Obiang en Guinea Ecuatorial o los Perón y los Kirchner en Argentina, como asimismo en tantas otras familias casadas con el poder. Tampoco hay que olvidar que el actual presidente de Siria, Bashar alAsad, es hijo de Hasez al-Asad, quien, entre1971y­el2000, gobernó el país con mano de hierro. O que dictadores como Nicolae Ceauces- cu, Saddam Husein o Muamar el Gadafi ansiaban que alguno de sus retoños le sucediera.

Lo que pasa es que las dinastías políticas se asemejan cada vez más a las familias de la farándula o los deportes. Ahí están los Douglas (Kirk y Michael), los Bridges (Lloyd, Jeff y Beau) o, en España, los Bardem, los Molina o los Rivera Ordoñez, sin olvidar los hermanos Gasol o los Sánchez Vicario. Muchos hijos de famosos heredan algo de la fama y carisma de sus progenitor­es.

Vivíamos mejor cuando sólo había dos superpoten­cias enfrentada­s: Occidente y el bloque soviético. Peronohayd­ossintres, yahí está China para verificar la veracidad del adagio. También dicen que las desgracias vienen de tres en tres, como el paso de la troika por Grecia, Portugal o Irlanda. Además, a medida que la vida se alarga, las desgracias no hacen sino multiplica­rse. Extremo que ejerce no poca influencia sobre nuestra percepción del mundo. Cuanto más tiempo vivimos, tantas más desgracias percibimos o padecemos.

Esta propensión es observable en campos tan diversos pero cada vez más interrelac­ionados como la cultura, la política o las finanzas, que es donde más se nota la pre- ponderanci­a de una elite cargada de riqueza y poder. Junto con los oligarcas sin escrúpulos y los pimpollos deSilicon Valley, conforman la nuevaarist­ocracia. Concontada­s excepcione­s –Bill Gates y Warren Buffet afirman querer desprender­se de sus fortunas–, la nueva aristocrac­ia, inmersa como está en su propio juego de tronos, anhela fundar dinastías que les sobrevivir­án.

Nada más llegar el papa Franciscoa­LaHabana, pidió queeldiálo­go se imponga a la dinastía. Dijo que la cultura del diálogo y el encuentro debe imponerse “sobre el sistema, muerto para siempre, de dinastía y de grupos”. ¿Muertopara siempre? Si hasta en EE.UU. –país en el que desde 1947 el presidente sólo puede ser reelegido una vez– familias como los Clinton o los Bush se las ingenian para regresar a la Casa Blanca, no hay nada que hacer.

Las constantes idas y venidas hacia finales de septiembre del papa Francisco, Felipe VI y Raúl Castro por Washington y Nueva York se produjeron en franco contraste conel sosegado retiro deBenedict­o XVI, Juan Carlos o Fidel Castro. Crece y se extiende en medio de la siempre agitada actualidad unnuevo orden emérito paralelo. Así que será mejor que nos vayamos acostumbra­ndo a su existencia.

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