La Vanguardia - Dinero

Pueblos abandonado­s buscan dueño

Un mercado en auge que no solo atrae a inversores extranjero­s sino también a familias del país que desean cambiar la viva urbana por la rural

- Isabel de Villalonga

Se vende pueblo en ruinas en Lleida, a 8 kilómetros de la Seu d´Urgell y 18 kilómetros de Andorra, 44 ha de terreno en zona tranquila, soleada y con amplias vistas. Incluye una masía de 200 metros habitables y reformada. Precio: 749.000 euros”.

Este es uno de los anuncios de www.aldeasaban­donadas. com, agencia inmobiliar­ia especializ­ada en la venta de activos singulares como aldeas y pueblos deshabitad­os, fincas, bodegas, casas señoriales y otras propiedade­s rústicas. “El interés de por lo rural está en auge, recibimos una media de 200 correos diarios interesánd­ose por el tema”, asegura Elvira Fafián, directora gerente de este portal inmobiliar­io.

Según un informe del Instituto Nacional de Estadístic­a (INE) en España hay alrededor de 3.500 pueblos abandonado­s, de los cuales se calcula que unos 1.500 están en venta. “De ellos, entre 150 y 200 pertenecen a un único propietari­o y se pueden gestionar, el resto están sujetos a trámites de herencias y papeleo”, señala Fafián.

A partir de 30.000 euros se puede adquirir un conjunto ru- ral en Galicia, la comunidad que ofrece el mayor número de pueblos a la venta. En Catalunya existen unas 125 aldeas abandonada­s, 18 de ellas buscan nuevos propietari­os. Su horquilla de precios varía según la zona en la que se encuentren, el acceso a la luz y el agua, el número de edificacio­nes y su estado de conservaci­ón. Desde los 3.500.000 euros que cuesta un pueblo cerca de Igualada, con 500 ha, nueve casas, una iglesia y 14 masías en ruinas; a los 280.000 euros que se piden por Esblada, en Alt Camp (Tarragona), una aldea con 14 viviendas que es propiedad de un banco y, parece ser, ha encontrado ya comprador, “se trata de una cooperativ­a formada por familias catalanas que desean crear una comunidad que trabaje con criterios de ecológicos y sostenible­s para reconstrui­r el pueblo y vivir de la tierra –explica Elvira Fafián–, quien añade que es un sueño fantástico que nosotros estamos apoyando.” COMPRADORE­S Los extranjero­s llevan apostando desde hace años por este tipo de propiedade­s, hoy son los americanos, franceses y suizos los que más compran y lo hacen como inversión, “ellos se fijan en la calidad de la tierra para el cultivo y la siembra, también en las fincas con arboleda para la exportació­n de la madera. A los chinos les atraen mucho los viñedos”, señala Fafián.

El boom de lo rural ha alcanzado también a los urbanitas españoles, no ya para instalar negocios de turismo, sino como segunda residencia o incluso para vivir, “la demanda se incrementó en un 70% a raíz de la crisis inmobiliar­ia, recibimos muchas ofertas de trueque por un piso de ciudad”, dice Fafián. El perfil de los aspirantes a vivir en el campo es el de profesiona­les liberales de unos 50 años que quieren alejarse del asfalto y teletrabaj­ar.

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