Guerra global por la proteína
Seguramente no encontraremos tecnología más importante para la supervivencia dela especie, yal mismo tiempo eliminar las crecientes desigualdades, que nuestra habilidad para cultivar y hacer crecer más y nuevo alimento. En un escenario de cambio climático, poder alimentar equitativamente a una creciente población mundial (10.000 millones de personas para el año 2050) con un creciente con sumo de la proteína cárnica, nos sitúa ante un gran reto que pone mucha presión a todos aquellos que nos dedicamos la industria alimentaria en general, y a la cárnica en particular.
En pocos años, el mundo tendrá que producir un 70% más de alimento para una exponencial demanda de dietas más ricas en proteína. Los grandes movimientos corporativos en la industria cárnica global van en esa dirección: asegurarse el suministro de una proteína escasa en un contexto de consumo exponencial. Nos guste o no, estamos en los inicios de una guerra mundial por la proteína. Ante este conflicto planetario sólo hay dos salidas posibles: ser proactivos e invertir todos los recursos en la innovación y en las tecnologías que nos tienen que permitir triplicar el rendimiento alimentario de la Tierra; o bien ser reactivos, pensar que no hay nada que hacer y limitarlo todo, aunque morimos en el intento.
Es en este último contexto donde se tienen que situar el documento de la Agencia Internacional de la Investigación sobre el Cáncer (IARC) de la OMS clasificando las carnes procesadas como carcinogénicas. Estamos ante un movimiento más de esta guerra mundial por la proteína, donde se trata de hacer bajar el consumo de carne, de forma drástica y sin prever las consecuencias.
La publicación de este estudio desafía el sentido común, y también desafía numerosos estudios avalados por la ciencia que indican que no hay ninguna correlación entre cáncer y carne... y también muchos otros estudios que demuestran los muchos beneficios de las dietas equilibradas. La carne y los productos cárnicos son una fuente de nutrientes esenciales para la vida. Sólo hay que darse cuenta de que los seguidores de la dieta mediterránea doblan el consumo recomendado de carnes procesadas y, no obstante, disfrutan de las mejores esperanzas de vida.
La evidencia científica nos enseña que el cáncer es una enfermedad compleja donde juegan muchos otros factores, y mucho más allá del consumo de uno u otro alimento, hace falta tener en cuenta todas las variables en esta complicada ecuación. El consumo moderado de carne, junto con las nuevas tecnologías deberá permitir alargar la proteína, reducir el rechazo y distribuir equitativamente su consumo.
En pocos años, el mundo tendrá que producir un 70% más de alimento para una exponencial demanda de dietas más ricas en proteína”