Carlos Albert, la escultura pensada
Albert es sinónimo de escultura. Sus hierros se vuelven brazos que quieren asir el espacio y el silencio. Manos, apéndices que cercan el aire, dibujando un entramado de claras estructuras que articulan un lenguaje expresivo y transparente. Lo mismo con el hierro, en la corporeidad mineral de sus sueños, que sobre el papel, cuando traza sensaciones con un rito gestual inconfundible. Un incontenido abrazo que llena de calor el ámbito que determina.
Es imparable, constante, tenaz, incisivo. No para de trabajar y de exponer. Acaba de inaugurar otra pieza monumental de exterior y de exponer con Rodrigo Juarranz y ya está en otra aventura con Fermín Echáuri, en Pamplona, hasta el 27 de noviembre. Ahí, donde mostrara su obra, en el 2009, reincide en la claridad de su orbe: veinticinco esculturas, hierro forjado y acero, y cinco collages, tinta china sobre papel: una caligrafía misteriosa y gestual de una belleza evidente. Las líneas tridimensionales trazando una cartografía iluminada del deseo, de la búsqueda, de la identificación.
Fermín Echáuri lleva más de cuarenta años en el mundo del arte y su difusión, combinando diseño, decoración y arte, guiado por un gusto y una formación hechos de tiempo y de ensoñación, porque todo amante del arte es un soñador capaz de recrear universos blancos en la oscuridad. Dirigió la galería Parque 15 y, luego de un periodo dedicado al interiorismo, abrió este espacio, en 1984, en el que sigue dando fe de lo que le gusta y siente, en un momento en el que el arte no está entre las necesidades de nuestros conciudadanos, más atentos a los viajes y la gastronomía que a la magia del espíritu.
Carlos Albert (Madrid, 1978) es licenciado por la Universidad Complutense y becario de la Fundación Marcelino Botín, donde se impregnó del vuelo lírico de Martin Chirino, ampliando estudios en el Camberwell College of Arts de Londres. Primer Premio de Escultura de la Universidad de Sevilla, ha cosechado numerosos galardones y está representado en importantes colecciones, resaltando, sobre todo, su obra pública en Madrid, Getafe, Pontevedra, Parla, Cádiz.
Los que juzgan a la ligera, o con dosis abundantes de ceguera, siempre le relacionan con una dependencia de Chillida, pero cuando se ve con detenimiento, cuando se pasea la vista y la consciencia por sus tauromaquias, sus evocaciones de Eolo, sus relieves magníficos, sus arquitecturas náuticas, sus abovedadas metáforas del desafuero, uno percibe un mundo genuino, una obra en la que el concepto escultórico imbrica vida y tiempo, pensamiento y misterio, un cosmos organizado y pensado, inspirado, con ansias de perennidad.
Y esa es la impresión que producen estas veinte y cinco esculturas, realizadas en el último año, como un homenaje al futuro, forjado en los saberes del pasado. Y estos papeles, que aglutinan sus enormes ganas de lanzarse a la ordenación del mundo, al son de la quimera. Precios: de 2.500 a 10.000 euros.