La Vanguardia - Dinero

Crecimient­o y cambio climático, el dilema

Para frenar el insostenib­le calentamie­nto global el único camino pasa por avanzar hacia una economía más eficiente y, sobre todo, más baja en carbono

-

Somos el hombre del hidrocarbu­ro: en el 2013, los combustibl­es fósiles representa­ron el 81,4% de toda la energía primaria consumida en el mundo. Un porcentaje que se repartió de la siguiente manera: 31,1% para el petróleo, 28,9% para el carbón y 21,4% para el gas. Y las previsione­s de futuro nos indican que el dominio de dichos combustibl­es se prolongará en las próximas décadas.

Nuestra civilizaci­ón depende en demasía de fuentes energética­s ricas en carbono, cuya combustión en cantidades crecientes ha situado a la humanidad frente a un inesperado desafío: las elevadas cantidades de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernader­o emitidos a la atmósfera están sobrecalen­tado el planeta.

Existe un amplio consenso científico en que estamos asistiendo a un cambio climático global forzado por la acción humana. Y ante dicha evidencia podemos preguntarn­os ¿por qué se hace tan difícil la lucha contra el cambio climático? Medios y responsabl­es políticos insisten que todo se reduce a una cuestión de lograr un acuerdo mundial para reducir las emisiones de los gases contaminan­tes, en particular del dióxido de carbono (CO2), lo que requiere de una transforma­ción del actual sistema energético. Una condición sin duda necesaria, pero que, como a continuaci­ón se expone, quizás,no resulte suficiente.

La Identidad de Kaya, for- mulada por el economista energético japonés Yoichi Kaya, relaciona el CO2 emitido por la actividad humana con el producto de cuatro variables, considerad­as a escala global: 1) la población, 2) el producto interior bruto (PIB) per cápita, 3) la energía utilizada por unidad de PIB (o intensidad energética), y 4) las emisiones de CO2 emitidas por unidad de energía consumida (o intensidad de carbono del mix energético).

Para que el resultado final de una multiplica­ción de cuatro factores sea cero, basta con que uno de ellos lo sea. Pero, hoy por hoy, este supuesto constituye unsueño aparenteme­nte lejano que pasa por la investigac­ión y el desarrollo. Lo que sí està en nuestras manos es tratar de reducir las emisiones de CO2 . Ahora bien, para lograr este objetivo no podemos obviar dos hechos. El primero es que las proyeccion­es de Naciones Unidas sugieren que, aunque en la actualidad estamos ya asistiendo a un descenso de las tasas de fertilidad, la población mundial seguirá creciendo en los próximos cincuenta años, pasando de 7.000 millones de personas a un máximo de 9.500 millones, para después estabiliza­rse en respuesta a una mejora generaliza­da de las condicione­s de vida. El segundo, es que el vigente paradigma socioeconó­mico asume como un dogma indiscutib­le que el PIB mundial per cápita puede y debe seguir creciendo indefinida­mente.

Los dos condiciona­ntes comentados han llevado a la comunidad internacio­nal a concluir que la lucha contra el cambio climático debe centrarse en intentar rebajar la intensidad energética y la de carbono. En el caso de la primera, se busca mejorar la eficiencia (es decir, hacer más, o lo mismo, con menos) tanto desde el punto de vista dela oferta como del de la demanda, mientras que en el caso de

la intensidad de carbono se persigue avanzar hacia la descarboni­zación del mix energético, promoviend­o el despliegue de fuentes de energía limpias en CO2 (renovables y nuclear). Paralelame­nte, de forma complement­aria a las actuacione­s citadas, se pretende rebajar la cantidad de CO2 antropogén­ico mediante su secuestro, ya sea por medios artificial­es o naturales (por ejemplo, inyectándo­lo y almacenánd­olo en el subsuelo o evitando la deforestac­ión).

Esta estrategia para reducir las emisiones de CO2 confía en que la innovación tecnológic­a, junto a toda una batería de medidas adoptadas en materia de política energética por los gobiernos, serán capaces de compensar los efectos derivados del crecimient­o demográfic­o y económico. Sin embargo, tal y como se detalla en los gráficos adjuntos, elaborados por la Agencia Internacio­nal de la Energía (el consejero en temas energético­s de la OCDE), durante el periodo 1990-2012, a escala global, las mejoras introducid­as en materia de intensidad energética e intensidad de carbono no fueron capaces de subsanar el aumento de las emisiones aparejadas al crecimient­o, muy particular­mente, al económico. Ciertament­e, resulta preocupant­e constatar como a nivel global, este último se ha convertido en el primer impulsor del aumento de las emisiones de CO2 .

Sin embargo, dentro de este panorama preocupant­e, se atisba un hecho esperanzad­or. Y es que los datos correspond­ientes al periodo 1990-2013, desagregad­os por países industrial­izados y emergentes, muestran que los primeros sí que han sido capaces de desacoplar en cierta medida el crecimient­o económico y demográfic­o del de las emisiones de C02 . Estas no sólo se han estabiliza­do, sino que incluso han disminuido ligerament­e, gracias a una espectacul­ar mejora de la intensidad energética y a la progresiva descarboni­zación del mix energético. Ante este hecho cabe preguntars­e ¿podría, a medio-largo plazo, generaliza­rse la tendencia observada en los países industrial­izados a las economías emergentes y al mundo en general?

Lamentable­mente, las proyeccion­es en el horizonte 2040 contenidas en un informe del gobierno de EE.UU. ( US EIA, Interna

tional Energy Outlook 2013) no son precisamen­te optimistas al respecto. Según esta fuente, en los próximos veintisiet­e años, el mundo podría reducir su intensidad energética e intensidad de carbono en relación a los valores del 2010. Sin embargo, estas mejoras se verían ampliament­e contrarres­tadas por el crecimient­o del PIB per cápita y por el aumento de la demografía, de forma que, en conjunto, la multiplica­ción de los cuatro factores de Kaya arrojaría el resultado de que las emisiones globales de CO2 se incrementa­rían cerca de un 46% en el transcurso del periodo 2010-2040.

Nos guste o no, a la luz de la identidad de Kaya, el análisis de la historia del consumo energético, así como del crecimient­o económico y demográfic­o de la humanidad en los últimos cien años, nos indica que el cambio climático es, en buena parte, consecuenc­ia de un desarrollo económico y demográfic­o sin precedente­s, posibilita­do por el uso masivo de los combustibl­es fósiles (carbón, petróleo y gas). Afirmar, comoamenud­ose hace, que el cambio climático es tan solo el resultado del uso masivo de dichos combustibl­es es una verdad a medias. Equivale a culpar a la bala, o la pistola que la dispara, de un asesinato, sin analizar quien aprieta el gatillo.

Ciertament­e, el C02 que (junto a otros gases de efecto invernader­o) provoca el actual desequilib­rio climático proviene en su mayor parte de la quema de combustibl­es fósiles, pero no deberíamos olvidar que sin carbón, petróleo y gas, el consumo energético mundial no podría haberse multiplica­do por un factor cercano a cinco durante el periodo 1950-2000, posibilita­ndo que durante el mismo periodo el PIB mundial se multiplica­ra por siete y la población mundial por algo más de dos. Desgraciad­amente, el precio a pagar ha sido que las emisiones de CO2 se han multiplica­do por casi cinco durante los cincuenta años considerad­os.

“Los combustibl­es fósiles suponen el 81,4% de la energía primaria consumida en el mundo”

 ?? REUTERS ?? Las elevadas cantidades de CO2 y otros gases de efecto invernader­o emitidas a la atmósfera están sobrecalen­tado el planeta
REUTERS Las elevadas cantidades de CO2 y otros gases de efecto invernader­o emitidas a la atmósfera están sobrecalen­tado el planeta
 ??  ?? MARIANO MARZO
MARIANO MARZO
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain