Barcelona no debe ser un parque temático
Es el momento de replantear Barcelona como una capital de negocios, de tecnología, industria limpia y desarrollo turístico, dice Carlos Borrell
Tenemos que detenernos y prepararnos para el futuro. De lo contrario, estaremos atrapados y ya será demasiado tarde. Seremos como Venecia”
Una de las primeras medidas que tomó el actual gobierno municipal de Barcelona fue la suspensión de licencias para todo el sector turístico. Los que trabajamos en este sector no nos sorprendimos, dicha decisión había sido objeto de debate durante toda la campaña electoral. Sin embargo, esta medida, aplaudida por muchos y rechazada por otros, no es la única solución para la problemática existente en el sector. Esto es mucho más complejo.
Me explicaré. Hasta el 1992, Barcelona era una autentica desconocida en los ámbitos internacionales. La celebración de los Juegos Olímpicos puso la ciudad en el mapa, pero fue un gran esfuerzo por parte del sector turístico. También se creó Turisme de Barcelona, en una inédita colaboración del sector privado con el ayuntamiento.
En 1990, la ciudad disponía de 18.600 plazas hoteleras, con 3,8 millones de pernoctaciones. En el 2000, estábamos en 31.400 plazas y teníamos 7,7 millones de pernoctaciones. Terminamos el 2015 con 69.012 plazas y más de 17,5 millones de pernoctaciones. Cualquiera que conozca el sector sabe que el crecimiento ha sido ordenado. Se han ampliado simultáneamente el número de habitaciones de hotel con el número de visitantes en la ciudad. A pesar de ello, la crisis hizo mella en el sector y, desde el 2007 hasta hoy, hemos trabajado con unos precios muyinferiores al mercado internacional, aunque buenos en comparación con la fuerte caída en las principales ciudades de España.
El único fenómeno de distorsión es la aparición de las viviendas de uso turístico, que se llevan un porcentaje diferencial del número de plazas creadas. Se han creado 40.500 plazas en un perio- do de siete años. La mezcla de viviendas vecinales con viviendas turísticas en un mismo edificio conlleva una mala relación vecinal. Este es uno de los factores que han provocado mal ambiente con respecto al turismo y una primera suspensión de licencias parcial por parte del equipo municipal anterior.
La crisis nos afectó a todos, pero, gracias al turismo, Barcelona no cayó como otras muchas ciudades en una gran depresión y hoy tenemos un ayuntamiento saneado. El turismo genera mucho empleo en todos los sectores: el sector residencial público, restaurantes, comercios, taxis, espectáculos... aportan su parte con sus impuestos para mantener un PIB del sector alto.
El turismo se ha convertido en un fenómeno de masas, accesible a todos, y debemos augurar que su crecimiento será exponencial en los años venideros. De un poten-
cial de cien millones de chinos con posibilidad de viajar, vamos a saltar a dos o tres veces más en los próximos cinco años, e igual pasa con los rusos, los indios o los coreanos, entre otros. Las ciudades que están en el
mapa como Barcelona son las que todo el mundo quiere visitar. Los barrios y monumentos más significativos son los que todo el mundo quiere conocer. Yesto es imparable.
No tenemos más remedio que acometer una planificación responsable para que este fenómeno no nos desborde. Es evidente que lo que queremos los que amamos Barcelona es no perderla, lo que quiere decir evitar que se convierta en un parque temático. Y la Generalitat tiene que hacerse partícipe de esta problemática y compartir soluciones frente a los retos que se nos plantean.
Es hora de considerar un ámbi- to superior. Se deben desarrollar dos etapas diferenciadas, con dos coronas posibles de desarrollo. Una primera, que vaya desde Sitges, pasando por Badalona hasta Montgat y, por el norte, Sant Cugat; y una segunda corona que vaya desde Vilanova hasta Arenys alcanzando Vilafranca, Sabadell y Terrassa y Granollers, para definir un sector de desarrollo de la gran ciudad.
Para esto hacen falta las comunicaciones. Hay que comunicar con redes de metro (no Rodalies) y autobuses toda el área señalada, con lo que primamos el desarrollo residencial. Ya es hora de que los que residen en la costa del Maresme o en la zona de Gavà y Castelldefels, puedan desplazarse en metro.
Esto parece muy difícil, pero hace pocos años hemos demostrado que es posible. Hasta hace poco, el Poble Nou y Sant Martí no eran zonas turísticas. Hoy existen 11.951 plazas hoteleras, 4.000 viviendas turísticas y es una zona de desarrollo tecnológico que ya la quisieran muchas otras ciudades de nuestro entorno. Están además muy bien comunicadas y disponen de uno de los palacios de congresos más importantes de Europa.
Es hora de replantear otras áre- as metropolitanas y apoyarlas en su desarrollo. Ahora es el momento de replantear la ciudad como una capital de negocios, de tecnología, industria limpia y desarrollo turístico. Los turistas vendrán igual y, por tanto, preparémonos para recibirlos con orgullo.
Si esto se desarrollase así, ya no sería tan preocupante lo que pasa en el centro de la ciudad. Es evidente que tenemos que defender que las zonas saturadas sólo pueden crecer turísticamente en edificios muy especiales por su arquitectura y que aporten valor añadido al entorno. Pero hay muchas áreas cercanas que pueden perfectamente asumir carga turística de forma moderada.
El mercado se mueve, básicamente, por precio. Con una buena red de comunicaciones, a muchos visitantes no les importa estar a quince kilómetros del centro si se pueden mover en tiempos cortos y con transportes cómodos. Por tanto, debemos trabajar en buscar ideas para satisfacer la demanda sin romper el armónico equilibrio que necesitamos.
Hay proyectos interesantes, como el desarrollo deportivo de la montaña de Montjuïc; el hospital de Sant Pau, todavía desconocido para muchos; el proyecto de la avenida de los museos; potenciar la colonia Güell o, apoyar iniciativas como la del espacio museístico en un edificio de Gaudí en Mataró… y tantas otras posibilidades que van a ir apareciendo.
Debemos prepararnos para el futuro pues, de no ser así, nos encontraremos atrapados y entonces ya será tarde, un poco como está sucediendo en Venecia, que tiene las plantas bajas de los edificios ocupadas, pero los pisos altos están deshabitados y sus gentes se han trasladado a vivir a la vecina Mestre.
Es el momento de replantear la ciudad como una capital de negocios, de tecnología, industria limpia y desarrollo turístico”