Tàpies de bolsillo
Las dos razones que hacen que la exposición Res no es mesquí (Nada es mezquino) tenga sentido es que las 21 obras que la componen son trabajos de formato pequeño y mediano datados entre 1991 y el 2011 y que un porcentaje elevado son inéditos. Quienes conozcan la trayectoria de Antoni Tàpies no van a descubrir maravillas o elementos cotidianos con los que definió su universo creativo, pero sí es posible que algunos de los espectadores se atrevan a inmiscuirse en esas segundas sombras de su pintura, lo que no aparece en la obviedad de la representación de unas cruces, unos calcetines, la perpetua t que ha marcado toda su vida en la dual representación que afirmaba su nombre y el de su esposa, Teresa, manchas, signos, fragmentos, mi- sivas profundas o melancólicas que buscan destinatario en cualquier ser ignoto que se acerca al creador del Dau al set para dialogar sin cortapisas.
En febrero de 1970, Tàpies escribió un artículo con la supuesta intención de facilitar a los espectadores algunas pautas para que les sirvieran para penetrar en el numen de su alfabeto, aunque finalmente la enseñanza que pudo sacarse es que todo era una impostura, porque el creador barcelonés solamente asumiría abrir su espacio mental a los que estaban dispuestos a ejercer el sacerdocio tapiano, o sea, a ma- nejar los mismos parámetros que el artista y eso solamente podrían conseguirlo los chamanes que oficiasen con los haikus japoneses o con los versos tallados quizá por los surrealistas, Espriu o Guillén.
Lo que resulta palmario, también en esta muestra que permanecerá abierta al público hasta el 15 de abril, es que la obra de Tàpies es la del primer informalista universal, que aúna rigor y originalidad en sus composiciones, fruto de una exhaustiva investigación. El elemento mágico se fusiona con el aparentemente sencillo para obtener una singularidad a la que no es ajena la meditación sobre las circunstancias que definen la biografía de sus contemporáneos, con una apuesta decidida por los valores plásticos de sus pinturas desbrozadas tanto con la mirada como leídas con las manos.