Ordenar el turismo en Barcelona
“Una ciudad para vivir, con mixtura de usos equilibrada, que preserve la calidad del espacio público y con diversidad morfológica de los tejidos urbanos”. Estos son los objetivos que el Ayuntamiento de Barcelona pretende alcanzar a través del Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos (PEUAT), que acaba de salir a información pública. Son unos objetivos, otra vez, difíciles de cuestionar, de modo que el debate público es si el PEUAT en su configuración actual es el instrumento adecuado y si con este instrumento será suficiente para alcanzarlos.
No entraremos a discutir si la delimitación de las diferentes zonas tendría que ir una travesía más allá o más acá ni si el 8% de crecimiento total de plazas de alojamiento previsto tendría que ser un 4 o un 12%. En todo caso, hay que apuntar que la cifra de apartamentos contabilizados, 41.000, el 29% de la oferta total de alojamientos, se sitúa en la banda baja de las diversas estimaciones efectuadas de una oferta en buena parte no declarada y, por lo tanto, difícil de cuantificar con exactitud. Si atendemos a los apartamentos que ofrece el principal operador del sector, parece que la concentración de oferta sería todavía más intensa que la querida por el Ayuntamiento en la parte baja del barrio Gòtic. También sería más intensa en sectores como el sur de la Vila de Gràcia o en los alrededores de la ronda de Sant Antoni.
En cualquier caso, parece claro que hay un porcentaje significativo de la oferta de apartamentos que se escapa todavía al control municipal, lo cual nosólo distorsiona la magnitud y la configuración de la oferta, sino que pone en cuestión que el freno en los alojamientos –hoteleros y no hoteleros declarados– sea justo y efectivo. Es decir, se echa de menos que conjuntamenteconelPEUATelAyuntamiento no manifieste la firme voluntad y la creación de los instrumentos adecuados para controlar la oferta nodeclarada, tanto la existente como la que pueda añadirse estimulada por el numerusclausus aplicado a la oferta oficial.
Sobre el verosímil efecto de expulsión de nuevas promocio- nes hoteleras hacia las ciudades próximas, empezando por l’Hospitalet, parece que no tendría que preocupar mucho si tenemos una visión global del área metropolitana y de la difusión de actividades centrales fuera del término municipal de Barcelona. A Badalona, por ejemplo, le irían muy bien dos o tres proyectos hoteleros que acompañen lo único que existe en la nueva bocana del puerto, empantanada por falta de actividad y de recursos. Todo con la condición de que cada ciudad tendría que procurar no caer en las externalidades negativas que comporta toda especialización excesiva en unaactividad, comoeselcasodela hotelera. En todo caso, la eventual creación deunsalariomínimometropolitano, cuando menos a nivel turístico, tendría que contribuir a limitar el impacto de una especialización en actividades intensivas en trabajo poco cualificado, como son la mayoría del sector.
La limitación de oferta de alojamientos puede ayudar, pero no es suficiente para eliminar por sí sola las externalidades negativas del turismo: congestión, despersonalización, aumento de precios y expulsión de residentes, oferta de comercio y de servicios dirigida mayoritariamente a los visitantes, además de los eventuales problemas de civismo. Aunque en los últimos años las actuaciones públicas han ampliado el alcance de los atractivos potenciales para los visitantes, empezando por las playas, lo cierto es que estos, como en casi todas las ciudades, se concentran mayoritariamente en un espacio bastante más reducido, concentración que agrava el impacto negativo de su actividad.
Haría falta queel Ayuntamiento –en colaboración con el sector, que también se tiene que beneficiar a medio plazo–, junto con el PEUAT, impulsara un conjunto de actuaciones para limitar los efectos negativos de la concentración en el espacio de los atractivos turísticos. Primero con un pacto con los operadores de los apartamentos que, a cambio de una legalización razonable de su oferta real, se comprometieran activamente a no comercializar oferta no declarada. Segundo, con un control efectivo de las zonas que generan más conflictos, como las próximas a las playas, Ciutat Vella o la Sagrada Família. La gestión más eficiente de la afluencia a los focos de atracción turística más conocidos –desde la Sagrada Família al Museu Picasso– tendría que tomar ejemplo de la experiencia con el Park Güell, razonablemente exitosa.
El control prioritario se tendría que extender en los operadores que hay detrás de las ofertas de turismo de borrachera, bajo fórmulas como despedidas de solteros y similares, y en los operadores que alquilan uorganizangruposquese desplazan en vehículos que ocupan el espacio de los peatones, sean bicicletas, o artefactos similares.
Finalmente, hay que limitar el impacto de los excursionistas –duerman en la Costa Daurada o en cruceros en el puerto– que se mueven en autocar por la ciudad. Obligar a los autocares a esperarse en la periferia de la ciudad podría ser una buena forma de minimizar el impacto de unos grupos que usan la ciudad pero ni siquiera dejan recursos por alojarse.
La limitación de oferta de alojamientos ayuda pero no es suficiente para eliminar porsí sola las externalidades negativas del turismo”