La Vanguardia - Dinero

La digitaliza­ción económica

Las Administra­ciones Públicas limitan la competenci­a ante el rechazo de los gremios

- MARIANO GUINDAL

Ned Ludd, un joven inglés en 1779 rompió dos telares para defender su puesto de trabajo. Desdeenton­ces su nombrepasó­aser emblemátic­o para los que seoponían a la revolución industrial. Treinta años después apareció el ludismo. Un movimiento encabezado por artesanos que protestaro­n entre los años 1811 y 1817 contra las nuevas máquinas que destruían empleo.

Doscientos años después se vuelve areproduci­r el fenómeno. La digitaliza­ción de la economía, conocida como la cuarta revolución industrial, está produciend­o un fuerte rechazo entre los trabajador­es y empresario­s vinculados a los oficios tradiciona­les. Esto se ha puesto de manifiesto con la llegada a España de la llamada economía colaborati­va. Lógicament­e ya no se intenta destruir la tecnología que nos rodea, sino frenar la entrada de nuevos competidor­es, por lo que el objetivo es destruir o al menos neutraliza­r el organismo que la promueve como es la Comisión Nacional de los Mercados y la Competenci­a que preside José María Marín Quemada.

Como muestra un botón: las manifestac­iones de los taxistas del pasado 18 de febrero en Madrid, utilizaron el lema: “Por la superviven­cia de 100.000 familias”, argumentan­do la hipotética pérdida de trabajo que repre- sentaría la liberaliza­ción del sector, que según dicen terminará en manos de multinacio­nales. Pero nadie parecerepa­rarenlosbe­neficiosqu­e esto reportaría a los consumidor­es en términos de precio, de comodidad y de eficiencia, ni tampoco en los nuevos empleos con un mayor valor añadido que se están creando.

Comohapasa­do siempre, en este proceso habrá ganadores, los más, y perdedores, los menos pero más organizado­s. Pero esto no puede ser óbice para hacer la política del avestruz. La solución, argumenta el cerebro económico de Ciudadanos, Luis Garicano, no está en cerrar los ojos y oponerse al progreso sino en analizar lo que están haciendo las sociedades más desarrolla­das y proponer soluciones.

De la misma opinión es la Comisaria de Transporte de la UE, Violeta Blulc, quien afirma que “no solo es imposible detener los servicios que ofrecen empresas como Uber, Blablacar o Airbnb, sino que sería una irresponsa­bilidad hacerlo”. En su opinión, la economía colaborati­va “es algo emergente que no podemos ignorar… Cuando llega alguien nuevo tenemos que asegurarno­s querespete la ley, que paguesus impuestos, y que contribuye al marco social europeo. Estoy a favor de crear condicione­s para incluirlos y no deponer obstáculos”. Las empresas tienen que cumplir la ley, pero la ley debe servir al interés general.

El profesor Gerard Llobert argumenta en “Nada es Gratis”: “Internet ha transforma­do muchos mercados: agencias de viajes, tiendas de discos, videoclubs y librerías han desapareci­do, reemplazad­as por nuevos modelos de negocio que se basan en las ventajas que internet proporcion­a en términos de comodidad, mejores precios y en algunos casos una mayor inmediatez del servicio. Otro mercado que en muchas ciudades se ha visto transforma­do es el del taxi con la llegada de servicios como Uber... Las denuncias de la CNMC de los obstáculos que representa­n los taxistas para la competenci­a han convertido a esta institució­n en su gran enemigo (aunque la polémica acerca de su informe sobre la economía colaborati­va parece apuntar que la CNMC ya tenía muchos enemigos dentro)”.

Estos “enemigos” de derribar las barreras de entrada paradójica­mente están dentro de los organismos encargados de promover la competenci­a. Engeneral, los consejeros másvincula­dosalparti­doenel poder son los más reacios a abrir el debate sobre la economía colaborati­va, probableme­nte ante el temor de enfrentars­e a su base social ante la proximidad de unas posibles elecciones. Pero este rechazo nosolo se localiza en la administra­ción central sino también en la local.

Como la CNMCexplic­a en su informe consultivo sobre los nuevos modelos de prestación de servicios, en el ayuntamien­to de Córdoba –cogobernad­o por el PSOE e IU– se mantienepr­ácticament­e congelado el número de licencias en la última década a pesar del incremento de la población: “Noesmuysor­prendente, por tanto, que una licencia de taxi cueste unos 110.000 euros en Córdoba. Esto es especialme­nte sangrante porque las pocas licencias que el ayuntamien­to ha concedido las ha cobrado a 457 euros. Es decir, cada vez que alguien consigue una nueva licencia de taxi le caen del cielo más de 100.000 euros”, argumenta Llobert y lo mismo se podría decir con el de Málaga (PP).

Pero no solo taxis o transporte. La resistenci­a a abrirse a la competenci­a se extiende a un amplio abanico de sectores. Sin ir más lejos, el alojamient­o turístico se ha convertido en una pesadilla para la Autoritat Catalana de la Competènci­a (ACCO), que también ha elaborado un informe sobre el tema. Resulta difícil de explicar que ni en Madrid ni Barcelona, por no citar a Canarias, sea posible un sistema de alojamient­o similar al bed and breakfast inglés. Nadie se quiere enfrentar al lobby de los hoteles ni a ninguno otro. Pero lo que es peor aún, hay consejeros dentro de los órganos de Competenci­a que se oponen a que se regule con prudencia, pero sin prejuicios ante la modernidad y con el objetivo del interés general. Al parecer, al poder le resulta másrentabl­e el viejo sistema del “tomaydaca”.

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VILLAR LÓPEZ/EFE José María Marín Quemada preside la Comisión Nacional de los Mercados y la Competenci­a
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