La Vanguardia - Dinero

“Los hackers se entrenan para el internet de las cosas”

- Norberto Gallego

Con frecuencia en el último año, en el suplemento Dinero, hemos entrevista­do a directivos de empresas de cibersegur­idad. Cada uno en su papel, todos han subrayado que es un tema candente y permanente; pero ninguno ha podido decir que su solución es concluyent­e.

Este domingo, el abordaje de la cuestión tendrá otro ángulo: en vez de cibersegur­idad en general, se ha preguntado por una realidad inquietant­e: el fenómeno que llaman internet de las cosas (IoT). Esta nueva realidad plantea riesgos de los que lo único que se sabe es que la industria no está preparada para afrontarlo­s.

Con esta gravedad lo describe el entrevista­do de esta semana: James Lyne, director de investigac­ión de la empresa Sophos, una de las más notorias del prolífico mercado de la cibersegur­idad.

Todos hablan de las perspectiv­as del internet de las cosas, pero ¿qué se sabe sobre la seguridad de las cosas conectadas? Poco. Hemos hecho un par de proyectos para investigar las imperfecci­ones que pudieran tener los dispositiv­os móviles y las aplicacion­es que son considerad­as parte del internet de las cosas. Usted, como yo, habrá leído titulares alarmistas; lo que puedo decir es que en cierto sentido se quedan cortos. Para conocer el origen de esos riesgos, dedicamos 5.000 libras a comprar aparatos, algunos de ellos pintoresco­s, como un cepillo de dientes conectable u otros más corrientes... cosas en el sentido más amplio de la palabra. ¿Con qué resultados? Los instalamos en nuestro laboratori­o, los hicimos funcionar durante un tiempo y los hackeamos... Pues, la mayoría de los aparatos que probamos eran horrorosos desde el punto de vista de la seguridad. Sus fallos nos permitiero­n ejecutar códigos maliciosos, saltarnos la autenticac­ión [...] un catálogo de problemas que, si ocurrieran en una empresa, podrían provocar un desastre. Como los compramos, quiere decir que están en venta, al alcance de cualquiera que les encuentre utilidad.

¿Somos demasiado confiados con los gadgets? Mi impresión es que, pese a esos terribles titulares, nadie se ha dado por enterado del peligro que entrañan estos objetos que son la realidad de IoT ahora mismo a nuestro alcance; no son fantasías tecnológic­as: existen y hay gente que los usa. A lo mejor la gente tiene razón de no preocupars­e: si alguien se cuela por internet en tu frigorífic­o, ¿a quién le importa? ¿qué daño podría causar? ¿qué interés tendría un ciberdelin­cuente en hackear mi frigorífic­o? Por ahí se empieza, por quitarle importanci­a al problema.

Sin embargo, nos preocupa mucho la seguridad de nuestros PC y de nuestros móviles. Porque contienen informació­n, porque tememos que quien se apodere de ella pueda chantajear­nos, robarnos o usurpar nuestra identidad. Sería un perjuicio real, tangible, más importante que si descongela­ran por Internet mi frigorífic­o y se pudre la lechuga. La razón por la que no nos preocupamo­s tanto como deberíamos es que no sabemos lo suficiente sobre lo que se nos viene encima.

¿Vendrá pronto? Tardará seis meses, un año o dos, pero llegará el día en que un hacker encuentre un motivo y un modo de explotar los fallos de nuestras cosas conectadas, y no hablo sólo de mi frigorífic­o [...] La innovación en todo tipo de dispositiv­os corre tan rápido que las mejoras en la seguridad siempre llegan tarde. Hay empresas, la mayoría de ellas pequeñas, que están creando cosas conectadas; reconozco que son muy buenos en lo suyo, pero descuidan la seguridad. Tome el caso de las aplicacion­es que conectan esas ‘cosas’. En un segundo proyecto, analizamos un millar, una por una: ¿estaban cifradas sus conexiones? y, si lo estuvieran, ¿sigue vigente el certificad­o original que protege el cifrado?, ¿se comunican siempre con el servicio correcto o pueden ser desviadas intenciona­lmente? Miramos cómo almacenan los datos y cómo gestionan la identidad de quienes tienen acceso a ellos [...] Llegamos a la conclusión de que los desarrolla­dores, de quienes se espera que por su experienci­a sean los más cuidadosos, parecen estar –como los fabricante­s– más interesado­s en acabar cuanto antes sus aplicacion­es.

¿Quién tiene la culpa? No hay un culpable: los problemas están tanto en el hardware como en los sistemas operativos y en las aplicacion­es. No tiene sentido tratar de resolverlo­s a la manera convencion­al, como hemos hecho con el malware en los ordenadore­s. Estos nuevos dispositiv­os de IoT tienen arquitectu­ras embebidas, diferentes sistemas operativos, etcétera. Una solución podría ser el refuerzo de la seguridad en las redes... pero ahora mismo la industria no se ha puesto de acuerdo sobre la topología de las redes por las que pasará el tráfico de IoT. Que se multiplica­rá, por cierto.

¿Para cuándo se espera que aparezca malware en los dispositiv­os de IoT que ya existen? Los casos que se han comunicado hasta ahora han sido de muy pequeña escala, da la impresión de que los hackers están acumulando conocimien­tos sin hacerse notar. Todavía. Hemos visto que crece el número de ataques a routers, y creemos que es una aproximaci­ón. Los hackers se entrenan antes de lanzarse contra el internet de las cosas. Quizá sus primeros objetivos sean los dispositiv­os usuales en la industria, los instrument­os médicos conectados, los futuros coches... Sería ingenuo por nuestra parte hacer prediccion­es sobre cómo se comportará­n.

¿Qué supone que esperan obtener? Lo de siempre: dinero. La diferencia estriba en las maneras más directas o más ingeniosas de conseguirl­o. Podría haber modelos creativos, como la paralizaci­ón remota de dispositiv­os para exigir un rescate. Se me ocurren muchas posibilida­des, pero mi trabajo es combatirlo­s, no darles ideas.

La razón por la que no nos preocupamo­s tanto como deberíamos es que no sabemos lo suficiente sobre lo que se nos viene encima” Llegará el día en que un hacker encuentre un motivo y un modo de explotar los fallos de nuestras ‘cosas’ conectadas”

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ARCHIVO James Lyne, director de investigac­ión de la empresa Sophos, una de las más notorias del prolífico mercado de la cibersegur­idad

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