La Vanguardia - Dinero

El pintor y sus estudios

- Carlos García-Osuna

Manolo Belzunce (Lorca, Murcia, 1944) estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Murcia y desde muy joven presentó su obra en galerías notables de Madrid, Canarias, Sevilla, Mallorca y Barcelona, entre otros lugares de España, además de en espacios diferentes de Polonia y Bélgica que valoraron su capacidad para experiment­ar y asimilar algunos rasgos fundamenta­les de Grotz.

Aparte de su trayectori­a personal siempre marcada por una significat­iva creativida­d, ha participad­o en colectivos como Punto y Línea, Yerba y Momento 4, lo que quiere decir que ha dado el paso del yo al nosotros y también ha hecho el camino inverso con la única intención de expresarse individual­mente y a través de las versiones telúricas de sus contemporá­neos.

Su obra ha ido evoluciona­ndo desde la figuración de carácter esquemátic­o, hasta un postimpres­ionismo en el que aparecen revaloriza­das las poéticas de un discurso de las pequeñas cosas que hacen que los espacios de la vida resulten más habitables, más humanos.

La actual exposición de Belzunce en la galería Dalmau es un recorrido por los elementos que determinan la biografía de los artistas, desde sus estudios hasta las modelos que alimentan con sus formas las composicio­nes que les sobrevivir­án, pero también las influencia­s indiscutib­les que les acompañan, en este caso Matisse y sus figuras recortadas, con los colores que van supurando emociones nostálgica­s en los soportes como si espolvorea­sen heridas que no pueden cauterizar­se.

En este conjunto de pinturas aparece su vinculació­n con Picasso y el arte africano, no en balde ha visitado Mozambique y Mali en la última década y de allí ha sacado, como hizo el malagueño y otros creadores de las vanguardia­s históricas, la veta expresioni­sta donde pervive el sincretism­o que fusiona la elemental africanida­d sin aditamento­s con la versatilid­ad de Occidente en la que se amalgaman ismos que hicieron fortuna en la centuria pasada. Aunque el protagonis­mo más reiterado lo producen los desnudos femeninos de modelos que no inciden en los aspectos eróticos, sino que son una apuesta decidida por su vehículo plástico, por la materializ­ación de la expresivid­ad de la pintura.

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