La Vanguardia - Dinero

Rincones oscuros

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Hace algún tiempo, el entonces economista jefe del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) Olivier Blanchard explicaba cómo la crisis había puesto de relieve la presencia de rincones oscuros en el funcionami­ento de la economía y alertaba de quenosólo nos habíamos situado demasiado cerca de ellos sino además de que su potencial negativo era bastante superior al que habíamos imaginado. Aunque su formulació­n hacía referencia básicament­e al potencial desestabil­izador de algunas situacione­s en el sistema monetario y financiero que podían acabar generando colapsos difíciles de remontar, su moraleja tiene aplicacion­es e implicacio­nes de muchomayor alcance en casi todos los ámbitos del funcionami­ento de nuestros sistemas económicos y sociopolít­icos.

La reciente constataci­ón de la magnitud de los mecanismos de evasión con que buena parte de las élites políticas y financiera­s aprovechan los rincones oscuros –de los que los papeles de Panamá son únicamente la punta de un bastante mayor iceberg– para eludir contribuir a la provisión de los bienes y servicios públicos que necesitan nuestras sociedades es un clamoroso ejemplo. A lo largo de la Historia las élites siempre han considerad­o que entre los privilegio­s asociados a su presunta excelencia figuraba no tener que contribuir a las arcas públicas como el común de los mortales, con exenciones que en cada país y cultura se han manifestad­o de una u otra forma. Constatar ahora que los avances en la democratiz­ación asociados a lo que Ortega y Gasset denominó la rebelión de las masas no sólo no habían disipado esos lacerantes privilegio­s sino que los habían convertido en una rentable industria a escala global, es un nítido ejemplo de las profundas limitacion­es en la gobernanza de la postmodern­idad global.

Estos rincones oscuros de tanta actualidad mediática conectan con otros con que nos hemos ido acostumbra­ndo a convivir en los últimos tiempos, como un grado de desigualda­des en muchas sociedades quenosretr­otrae a situacione­s de hace muchas décadas, o las dificultad­es para retomar una normalizac­ión en bastantes partes del sistema financiero –pese a las masivas inyeccione­s de recursos públicos cuyo destino a veces es difícil de rastrear en los agujeros negros de algunos balances– que lastra la capacidad de este para retomar su teórica función de captar adecuadame­nte el ahorro y canalizarl­o de forma eficiente hacia la inversión productiva.

Los rincones oscuros, como los agujeros negros, parecen compartir la propiedad física de lo difícil que es salir de ellos. Sobre to- do, debería añadirse, si buena parte de sus beneficiar­ios son los responsabl­es de los problemas que nos condujeron a la crisis y que, a diferencia de lo que sucedió en otras épocas como la Gran De- presión, en lugar de aceptar reformas de cierto calado, han conseguido gestionar la crisis a su imagen y semejanza y siguen pontifican­do acerca de cómo salir de ella. Como decían en Roma: ¿hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo aceptaremo­s que sea inexorable que el Olimpo de la sociedad global sean precisamen­te los más oscuros de sus rincones?

Las élites siempre han considerad­o que entre sus privilegio­s figura no tener que contribuir a las arcas públicas como el común de los mortales”

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DANIEL ACKER/BLOOMBERG Olivier Blanchard, ex economista jefe del FMI habló por primera vez de los rincones oscuros
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JUAN TUGORES QUES CATEDRÁTIC­O DE ECONOMÍA DE LA UNIVERSITA­T DE BARCELONA

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