FANTASÍA QUE SORPRENDE Y DIVIERTE
Piezas nuevas con elementos viejos Pendientes, colgante y sortija de la diseñadora francesa Sylvie Corbelin| Precios de 3.500 a 22.500 euros www.sylvie-corbelin.com
A veces los caminos que llevan a algunos hasta el diseño de joyas son de los más inesperados. Es el caso de la diseñadora francesa Sylvie Corbelin, que siguiendo la tradición de su madre, se dedicaba a las antigüedades en las pulgas de Saint Ouen y terminó teniendo un negocio que vende en incontables puntos del planeta. El tiempo la llevó a estudiar ge- mología y a especializarse en joyas antiguas, en particular en piezas poco convencionales de joyeros del s.XX., los que de siempre han trabajado la joya con cercanía al mundo del arte y con cierta dosis de irreverencia en su acercamiento a la joyería más tradicional.
Este contacto con las joyas antiguas la lleva en unos años, a partir de 2000, a diseñar sus propias piezas a partir de elementos encontrados en viejos talleres de lapidarios que ella monta a su manera sorprendente e inesperada. Así se pueden encontrar entre ellas elementos raros que pueden provenir de piezas creadas en los años sesenta, por ejemplo, como es el caso de unas turquesas que pertenecían a una pieza que el joyero Fred había diseñado para el Sha de Persia. Extraños vericuetos los de la joyas realizadas reconvirtiendo, reaprovechando, remontando otras que ya tuvieron una vida anterior y que en manos de esta diseñadora de un gusto decidido y apabullante, ni ocultan sus orígenes ni tampoco sus maridajes, haciendo gala de un desenfadado
y natural estilo, difícilmente imitable. Coloristas, exuberantes, sus joyas no pasan desapercibidas.
La naturaleza adquiere una nueva dimensión en sus manos, grandes flores de pétalos desmesurados conviven con elementos vegetales de indeterminada identificación. Algunos animales inventados forman parte de una palestra de cándidos y simpáticos bichos como caracoles, búhos, serpientes, ranas, que parecen tener vida propia y estén a punto de saltarnos a la solapa. Un regusto oriental es evidente ante tanta riqueza visual que dejan poco a la imaginación y no se deja nada en el tintero. La suya es una joyería de grandes gestos que se complace en los pequeños detalles y en una superabundancia de color que no escatima en tonos ni en contrastes.
En cierto modo, hay una opulencia que es también un modo de ver, de disfrutar de ese raudal inagotable de recursos y que por la propia idiosincrasia del trabajo es una verdadera caja de Pandora de la que uno nunca sabe qué se va a encontrar.