La Vanguardia - Dinero

Atrapados por las ‘commoditie­s’

-

200, pero apenas las diez primeras cuentan realmente. El punto de inflexión en la industria fue 1997, cuando Monsanto lanzó el primer transgénic­o: una semilla de maíz diseñada para ser resistente alas fumigac iones de Roundup, su herbicida estrella, lo que permitía mecanizar completame­nte la fumigación de los campos, incluso con avionetas: las malas hierbas morían y la cosecha de maíz no sufría daños. Hoy en Estados Unidos el 92% del maíz es transgénic­o, el 94% de la soja y porcentaje­s similares en otros cultivos como el algodón o la colza. Solo Europa, donde la movilizaci­ón de los ecologista­s ha restringid­o la aprobación de estas semillas; África, donde la pobreza impide el desarrollo de la agricultur­a intensiva, y China y Rusia, por motivos políticos, cultivan ya cereales no transgénic­os. Y todas las grandes firmas los producen, aunque la mala fama se la haya quedado casi en exclusiva Monsanto.

El éxito de los transgénic­os permitió que el precio de venta de las semillas (patentadas) triplicara el de las tradiciona­les e hinchó los beneficios del sector. Pero en los últimos cinco años el parón de las eco- nomías emergentes ha provocado una caída del precio de las materias primas en los mercados de futuros que ha hecho que los productos reduzcan superficie de cultivos y vuelvan a las semillas tradiciona­les para ahorrar costes. Paralelame­nte las semillas transgénic­as hanperdido eficacia porque las plagas se han hechoresis­tentes al herbicida complement­ario (principalm­ente al Roundup) y la I+D de los grandes grupos no ha logrado desarrolla­r semillas resistente sa otros productos. On oh asido capaz de comerciali­zarlos: paradójica­mente la gran oposición ecologista encarece y ralentiza el desarrollo de nuevos pro- ductos, porque los gobiernos extreman las exigencias para autorizarl­os, lo que obliga a tener una capacidad inversora solo al alcance de titanes.

Según recuerda Ecologista­s en Acción estas firmas “potencian un modelo de agricultur­a fuertement­e dependient­e del petróleo, concentrad­or de la propiedad y basado en el cultivo de grandes extensione­s dedicadas a productos que cotizan en los mercados internacio­nales”. Por ello, uno de los mayores riesgos de la concentrac­ión es que se deje de lado la investigac­ión sobre productos minoritari­os, como las frutas y hortalizas de la agricultur­a mediterrán­ea.

Incluso los 109 premios Nobel que recienteme­nte firmaron una carta de apoyo a los transgénic­os reconocier­on que su uso potencia el desarrollo de la agricultur­a industrial, frente a la tradiciona­l de pequeñas explotacio­nes e intensiva en trabajo. Pero es cuestionab­le que la agricultur­a tradiciona­l pudiera ya alimentar ala población mundial y a la cabaña de la ganadería intensiva queusalos cereales comopienso.

“La concentrac­ión deja a los productore­s agrarios atrapados entre colosos: sus proveedore­s de semillas y herbicidas se concentran; y sus clientes, los grandes grupos alimentari­os, también ”, señal a Alfranca .“Laúnic amanerad e mantener un cierto nivel de renta es la integració­n vertical, participan­do de alguna manera en la industrial­ización de los alimentos yen su comerciali­zación ”, señal a, y destaca, como ejemplo, l acata lanaGu is son a.

 ?? M.V. / GETTY IMAGES ?? Protestas contra la autorizaci­ón de las semillas transgénic­as
M.V. / GETTY IMAGES Protestas contra la autorizaci­ón de las semillas transgénic­as

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain